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miércoles, 2 de septiembre de 2015

Incendios forestales

     Los bosques son bienes comunes de la Humanidad, son de todos y no son de nadie. Su papel es de todos conocido. Los bosque naturales y su cubierta vegetal asociada de arbustos y plantas bajas estabilizan el suelo de debajo, aminoran el escurrimiento del agua de lluvia y reciclan parte de ella a la atmósfera por medio de la transpiración. Todo se ve perturbado por el fuego. Tras el fuego quedan parajes naturales destruidos, medios de subsistencia arruinados, ilusiones rotas. Hermosas vistas pasan de verde intenso a negro.
     ¿Qué tipo de gestión puede evitar los incendios forestales? Por ahora se apela a la necesidad de llevar a cabo labores de prevención a realizar por el Gobierno. Estamos acostumbrados a que todo lo resuelva el Estado. Sin embargo, con la crisis financiera debemos haber aprendido que, en el imperante sistema económico-social, los gobiernos prácticamente carecen de competencias. En estos momentos, lo político ha
sido sustituido por lo económico.
     Los ciudadanos de pasivos debemos de pasar a activos haciendo uso de todas nuestras potencialidades.
     Los últimos adelantos científicos relacionados con la gestión de los bienes comunes de la Humanidad (procomún) merecieron la concesión del Premio Nobel de Economía 2002  a Elinor Ostrom. Las investigaciones de Elinor Ostrom han puesto de manifiesto que, a través de asociaciones voluntarias, los grupos humanos son capaces de gestionar adecuadamente un procomún.
     Como ejemplo de procomún y con la esperanza de que sirva para hacer frente a los incendios forestales, copio a continuación unos párrafos del último libro de Jeremy Rifkin La sociedad de coste marginal cero. El Internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo (2014, 201-202):
     "Más  del 80% de la región alpina de Suiza está gestionada por un sistema mixto que combina la propiedad privada para la agricultura con la gestión en procomún de prados, bosques y eriales.
     Con los años, mi mujer Carol y yo hemos tenido el placer de visitar incontables veces aquellas comunidades alpinas. Y nunca nos deja impresionar su gran calidad de vida. Sus habitantes parecen haber hallado el equilibrio idóneo entre la tradicional y lo contemporáneo, mezclando una gestión muy avanzada del procomún con un buen sentido comercial y con una administración local inteligente y progresiva. Estos pueblos alpinos ejemplifican las prácticas sostenibles y son una clara demostración de lo que se puede lograr cuando el procomún es un eje vital de la vida local”.
     Los procomunes de los Alpes suizos no son una rareza exclusiva de aquel país. En todo el mundo hay millares de ejemplos similares de organización en común, que, como los procomunes de los Alpes suizos, llevan cientos de años funcionando".
     El aspecto más básico del procomún es que quienes mejor saben gobernar la vida de una comunidad concreta son sus miembros. Nadie gestionará mejor un bien público.
     La mayor dificultad a la hora de establecer un grupo de gestión, siguiendo los principios establecidos por Elinor Ostrom, de un bien común como son los bosques puede residir en la necesidad de que las autoridades públicas reconozcan o aprueben la legitimidad de las reglas de funcionamiento fijadas de forma democrática por el grupo procomún.  Según Elinor Ostrom, en palabras de Jeremy Rifkin, "cuando las autoridades no reconocen mínimamente la potestad de autogestionarse de un procomún y lo consideran ilegítimo, lo más probable es que el procomún no sobreviva mucho tiempo".

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