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miércoles, 6 de septiembre de 2017

Semillas. Bien común de la humanidad



Durante miles de años, los agricultores han trabajado con la naturaleza para desarrollar miles de variedades de cultivos que se adaptan a culturas y climas diversos. Sin embargo, en los últimos años este proceso está amenazado, primero, por las patentes y, después, por la ingeniería genética.
El actual sistema económico que ha convertido en mercancía todo, se ha apropiado de todos esos conocimientos –mediante el sistema de patentes- y está rompiendo el ciclo planta-semilla-planta-semilla, que sustenta la mayor parte de la vida que hay en el planeta.
La ecóloga india, Vandana Shiva es su libro Cosecha robada. El secuestro del suministro mundial de alimentos, señala el caso del arroz basmati. Sus cualidades son el resultado del desarrollo y la innovación informales llevadas a cabo por los agricultores. Pero en septiembre de 1997 se concedió a una empresa con sede en Texas la patente número 5.663.484 sobre las variedades y los granos de arroz basmati (biopiratería).
Jeremy Rifkin, en su libro La sociedad de coste marginal cero. El Internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo, defiende la consideración de las semillas como bien común de la humanidad y, en consecuencia, no es partidario de las patentes de genes. Comenta (2014:207-209) su intervención en el tribunal Supremo de Estados Unidos como representante de la ONG People’s Business Commissión (que poco después pasó a llamarse Foundation on Economic Trends), defendiendo que no se concedieran las patentes de genes. 
La concesión de esas patentes supone dar a las empresas que las posean “la llave de la despensa de la humanidad. Rifkin después de describir distintas actuaciones de la Foudation on Economic Trends, e indicar la creación de diversas organizaciones y asociaciones que comparten sus objetivos, señala la Global Crop Diversity Trust (GCDT), una asociación independiente sin fines de lucro que trabaja con instituciones dedicadas a la investigación, asociaciones de agricultores, criadores independientes de plantas y otros grupos con intereses agrícolas, para conservar los recursos fitogenéticos del mundo, cada vez más reducidos. Como parte de su misión, esta asociación “ha construido una enorme cámara subterránea bajo el manto de hielo de una pequeña isla del archipiélago noruego de Svalbard, en el Océano Ártico, una de las zonas más remotas del mundo.  El laberinto de túneles que recorre el interior de la cámara sellada y climatizada contiene miles de semillas poco comunes en todo el mundo para su uso por generaciones futuras. La cámara actúa como depósito a toda prueba que puede almacenar hasta tres millones de semillas usadas en agricultura, para garantizar su custodia en un mundo lleno de guerras y que sufre cada vez más catástrofes causadas por el ser humano. […] Su red, formada por miles de científicos y cultivadores, busca constantemente semillas de variedades de plantas tradicionales y silvestres para trasladarlas a la cámara y aumentar las reservas de semillas almacenadas”.
Existen muy diversos bancos de semillas. En la Universidad Politécnica de Madrid hay uno.  En su página web se puede leer: “La diversidad genética brinda a las especies la capacidad de adaptarse a presiones medioambientales (enfermedades, sequías, etc.). La biodiversidad de las plantas sobre la Tierra debe ser protegida y conservada para garantizar a las generaciones venideras el uso y disfrute de la naturaleza, en las mismas condiciones de las que nosotros gozamos: recursos alimenticios, elementos que protejan contra la erosión del suelo, bosques que aseguren la calidad atmosférica y la producción de madera, etc. Los bancos de semillas son un elemento básico para asegurar la disponibilidad de semillas que con su germinación permitan regenerar medios naturales y permitir futuras investigaciones”.
Este banco de semillas, que empezó a funcionar en 1960, está integrado en el Instituto Internacional de Recursos Filogenéticos (IPGRI, en sus siglas en inglés), centro para la conservación y el uso de la diversidad genética vegetal, auspiciado por la FAO.

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