Como indiqué en la entrada anterior, en el Foro internacional
de Derechos Humanos, celebrado en Madrid, no solo se señaló la necesidad de que
las grandes empresas multinacionales “contribuyan a la efectiva realización de
los derechos humanos”, sino que, según apuntó el director de sostenibilidad de
una empresa petrolera, “las empresas deben ser proactivas y no limitarse a
cumplir las leyes si se producen problemas”.
Todo lo anterior recuerda el “Pacto Mundial. La
responsabilidad cívica de las empresas en la economía mundial”, que propuso el
31 de enero de 1999 Kofi Annan, entonces
Secretario General de Naciones Unidas, y que pretendía, principalmente, que las
empresas se sintieran obligadas, como se ha señalado en este Foro, a “proteger
y no vulnerar los derechos humanos”. Entonces las empresas argumentaron que no
se puede obligar a nadie a un comportamiento ético. En el vigente sistema
económico se ha llevado a cabo una curiosa separación entre ética y economía,
nunca antes existente.
Sin embargo, las empresas utiliza la ética para aumentar sus
ganancias económicas: “la ética vende”.
En el prólogo de la obra, ya citada, El libro negro de las marcas. El lado oscuro de las empresas globales,
se indica: “Cuando en septiembre de 2001 apareció la primera edición alemana,
no imaginábamos que fuera a producir tanto revuelo. ‘Es difícil que este libro
no consiga los efectos propuestos –escribía el Spiegel-,
ya que ataca a las multinacionales en su punto más sensible: su prestigio’. El Frankfurter Rundschau opinaba ‘La
función que cumple este libro debería convertirse en el futuro en una rutina,
al menos en la sociedades democráticas”.
Menciono, a continuación, algunas actividades contra los
derechos humanos llevadas a cabo por empresas multinacionales cuyos nombres indican
los autores de ese libro: financiación de guerras civiles y tráfico de armas,
destrucción de medios de vida en regiones petrolíferas, contaminación de
grandes superficies agrícolas y exagerado consumo de agua con consecuencias
catastróficas para la agricultura, trabajo infantil y en condiciones de
esclavitud, …
Sin duda, tanto Spiegel
como Frankfurter Rundschau se
confundieron en sus predicciones.
Basta enterarse, por cualquier medio de comunicación, de los peligros con los
que, en la actualidad, se enfrentan los activistas pro derechos humanos, es
decir, personas que intervienen activamente en la realización de estos derechos.
En los dos últimos años Amnistía Internacional ha contabilizado la muerte
violenta de 437 activistas. Según las
estimaciones de esta ONG, el 95% de los crímenes contra ambientalistas y
activistas proDerechos Humanos en el mundo quedan impunes. A pesar de que hay
un grupo de juristas que señalan la necesidad de una justicia universal más
amplia, una justicia que incluya los delitos económicos, financieros y contra
el medio ambiente, que también cuestan vidas humanas.
Todo lo anterior no significa que no considere conveniente la organización de Foros Internacionales de Derechos Humanos como el recientemente celebrado en Madrid, sino todo lo contrario. Es necesario que los ciudadanos conozcan el problema y adopten una postura activa.
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