Desde principios de la segunda mitad del siglo XX, grupos de
científicos y expertos de distintas ramas de saber viene señalando que, debido
a las características del planeta Tierra que habitamos, es imposible un
crecimiento económico ilimitado, como el que perseguimos en la actualidad. En 1987, la Comisión Mundial sobre el Medio
Ambiente y el Desarrollo de Naciones Unidas señaló la necesidad de sustituir el
crecimiento económico por un "desarrollo capaz de satisfacer las ·necesidades de
la generación presente sin comprometer
la capacidad de las generaciones futuras para sus propias necesidades”.
¿Se tiene en cuenta esta necesidad en las áreas de microelectrónica,
telecomunicaciones y en las industria aeroespacial y del automóvil? ¿Existen, en nuestro planeta, los recursos
naturales necesarios como para pensar en un crecimiento ilimitado en estas
áreas?
El coltan, un mineral metálico de color negro o marrón
oscuro, es un resurso natural no renovable y escaso, indispensable en la
fabricación de muchos de los dispositivos electrónicos que utilizamos
habitualmente. La industria nunca ha mencionado cómo y de dónde extrae ese
recurso, pero existen personas y organizaciones que, teniendo en cuenta la
incompatibilidad entre ética y actividad empresarial, han considerado que era un tema importante
que había que analizar. Y de eso
pretendo hablar hoy, después de consultar algunos artículos de información y
algunos libros.
En primer lugar, se ha puesto de manifiesto en las minas de
coltan, situadas en la República
Democrática del Congo, se trabaja en condiciones de semiesclavitud e incluso se
utiliza mano de obra infantil. En www.elindependiente.com, “Coltan , la maldición del Congo” se indica que UNICEF ha denunciado que en
Congo había, en un momento determinado, más de 40.000 menores trabajando en las minas de coltán. Todo es corrupción, sobornos y guerra, lo que
hace que un elevado porcentaje de inmigrantes proceda del Congo.
Klaus Werner y Hans Weiss en
su obra El libro negro de las
marcas. El lado oscuro de las empresas globales, en el capítulo “Suplicio
de Tántalo para los teléfonos móviles”, indican que se trata de minas ilegales, consecuencia
de sobornos que contribuyen a financiar la guerra. Las empresas occidentales
compran a intermediarios, al menor precio posible, y no se preocupan de cómo se
ha obtenido la mercancía que se le ofrece.
Paul Collier, director del Centro de Estudios de Economía
Africana en la universidad de Oxford, es autor de un libro titulado El club de la miseria. Qué falla en los
países más pobres del mundo, en el que explica los motivos por los que
algunos países pobres son incapaces de salir del “club de la miseria”.
Según él, “uno de los factores que puede paralizar
el desarrollo de un país pobre es el descubrimiento de recursos naturales valiosos.
“ Lo lógico sería que tal descubrimiento sirviese de catalizador para alcanzar
la prosperidad y, efectivamente, en ocasiones es así, pero son casos
excepcionales”. Collier precisa (2009: 96): “No quiero decir que la trampa de
los recursos naturales sea exclusiva de los países del club de la miseria, sino
que las dificultades para eludirla son mucho mayores”.
Después de describir en que consiste esa trampa indica que
los países ricos por “estar involucrados en la trampa de recursos naturales en
virtud de nuestro papel de pagadores, disponemos de los instrumentos necesarios
para desactivarla (la trampa), lo único que ocurre es que nunca los hemos
utilizado”. No se han utilizado esos instrumento, principalmente, porque las
empresas solo están preocupadas por ser competitivas y aumentar sus ganancias
económicas; cualquier instrumento, no empleado por todas las empresas supondría
para las que lo utilicen, una pérdida de competitividad y por tanto una
disminución de ganancias.
Según Collier, para ayudar a los países pobres a salir de la
trampa de la abundancia de recursos naturales es necesario que los países ricos
establezcan un reglamento, internacional, cuyos pasos describe. Ese
reglamento sería crucial a la hora de frenar la corrupción. Los ciudadanos deben y
pueden ayudar a que todas las empresas cumplan ese reglamento internacional. “Las
marcas comerciales se han gastado miles de millones en forjarse una reputación
y no están por la labor de verla hecha añicos. El problema es que, en la
actualidad, la presión se ejerce sobre cuestiones que no tienen importancia
para el club de la miseria”.
El caso del coltan no es el único: son muchos los recursos naturales que las empresas de las países ricos extraen de los países pobres de forma ilegal. Ello impide que estos últimos salgan del "club de la miseria". Jeffrey Sachs, en su libro Economía para un planeta abarrotado, menciona, lo mismo que Paul Collier en el libro citado, que es urgente resolver este problema, no solo por empatía, sino también por egoísmo: en un mundo con grandes diferencias económicas entre países y dentro de un país, no es posible vivir en paz.
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