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miércoles, 27 de febrero de 2019

Comunidades de transición


Cada día son más los científicos que alzan su voz para advertirnos de forma contundente sobre los efectos negativos de las emisiones de efecto invernadero en el clima. Mensajes que no cesan, debido a la evidencia de que nos aproximamos a lo que muchos  califican de “catástrofe planetaria”.
Pero no solo hay un problema de cambio climático, sino que además, según algunos cálculos, estamos llegando, o ya hemos llegado, a lo que se llama “pico de petróleo”: llegar al máximo de producción y a partir de ahí inexorablemente ir disminuyendo la cantidad disponible cada año.
Son dos problemas distintos pero muy relacionados entre sí; los dos plantean problemas fundamentales sobre nuestro futuro. Como señala el Informe sobre Desarrollo Humano 2011 del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) “Nuestro modelo de desarrollo está chocando contra límites concretos”: nuestra dependencia de los combustibles fósiles (carbón y petróleo) y la emisión cada vez más intensa de los gases de efecto invernadero.
Cada vez está más claro que nos vemos abocados a construir una sociedad que emita menos gases de efecto invernadero y que vaya sustituyendo su dependencia de combustibles fósiles.
En 2005 Rob Hopkins, ambientalista, docente de una escuela de adultos en la Universidad de Kinsale (Irlanda) abordó, junto con sus alumnos, el problema de cómo la sociedad podía adaptarse al cambio climático y funcionar sin necesidad de petróleo. De ese trabajo surgieron las denominadas “comunidades (pueblos y ciudades) de transición”.
Una comunidad no es una comuna, ya que cada uno tiene su trabajo y sus bienes;  es un pacto de cooperación en el que cada uno está dispuesto a ayudar a sus vecinos cuando tengan dificultades, sabiendo que los demás harán lo mismo el día que los problemas tengan su propia cara.
“Quienes participan activamente en el proyecto, sin embargo, reducen su consumo de energía y el uso del coche, cultivan y compran comida local, trabajan lo más cerca posible de sus casas, conocen a sus vecinos, construyen sus viviendas con materiales de la zona, aprenden habilidades perdidas como coser o hacer cestas de mimbre y tratan de no viajar en avión (él renunció a este medio de transporte hace cuatro años y cuando da charlas fuera del Reino Unido lo hace por videoconferencia). En Totnes, donde vive Hopkins, los vecinos comparten sus jardines para plantar verduras con quienes viven en pisos, las empresas encargan auditorías para reducir su consumo energético y más de 70 tiendas venden sus productos en libras totnes, su moneda local. En definitiva, potencian lo local y recuperan costumbres olvidadas en la era del petróleo barato como arma para resistir cuando esta etapa llegue a su fin”. (El País, 7 de agosto de 2010)
Es muy difícil saber cuántas ciudades y pueblos han suscrito un plan de ciudad en transición. Parece que en septiembre de 2008 ya eran cientos los pueblos y ciudades reconocidos oficialmente como comunidades de transición en Reino Unido, Irlanda, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Italia y Chile. En España van surgiendo tímidamente pueblos y ciudades como Coín (Málaga), Jerez de la Frontera (Cádiz), o Barcelona, que van andando hacia la Transición.
Existe bastantes págnas web creadas para hacer fácil la creación de comunidades de transición. Además, se imparten cursos para enseñar cómo formar un ciudad de transición, uno de ellos tendrá lugar del 30 de mayo al 1 de junio en la Casa Encendida (Madrid) a cargo de Ana Huertas y Juan del Río (Red de Transición)
El Objeto de Desarrollo Sostenible (ODS) número 13, dice así: "Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos".

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