En la “píldora para pensar” anterior indiqué la
dificultad que Enrique Lagos encontraba a hora de constituirse un mundo coral,
protagonizado por ciudadanos del mundo: ¿cómo se puede vivir, convivir, en un mundo interconectado con ideologías
diversas, con religiones distintas, …? Para resolver ese problema, Ricardo
Lagos apelaba al diálogo.
Adela Cortina, catedrática de Ética en
la Universidad de Valencia, en su libro Ciudadanos
del mundo. Hacia una teoría de la ciudadanía (Madrid, Alianza Editorial,
1997) indica, en coherencia con Ricardo Lagos, la importancia, no del respeto,
sino del diálogo entre culturas, “Un
diálogo”, señala Adela Cortina, “ que, al decir de Huntington, viene exigido
por el deseo de supervivencia: por el deseo de evitar futuras guerras
mundiales. Recordemos que, según él [Hutington], la fuente fundamental de
conflictos en el futuro será cultural, que tales conflictos tendrán lugar entre grupos de diversas
civilizaciones, porque las mayores diferencias que existen entre los grupos
humanos son –a su juicio- las diferencias de civilización”. (Samuel P.
Huntington, El choque de civilizaciones,
Barcelona, Paidós, 1997. Citado por Adela Cortina, 1997.220)
Posteriormente muchos autores han
criticado esta tesis de Huntington; piensan que la mayor parte de la Humanidad
prefiere coexistir amigablemente. En contraposición a la teoría del choque de
civilizaciones, el presidente de Irán, Mohammed
Jatami, propuso, en 1998, la idea del “diálogo entre civilizaciones”. El
término cobró fama después de que la ONU adoptara una resolución con ese nombre
para promulgar 2001 como año del diálogo
entre civilizaciones. Actualmente hay
varias organizaciones internacionales directa e indirectamente
implicadas en el apoyo a este término.
Según Adela Cortina (1997.221), “Partir
de unos mínimos de justicia, compartidos por distintos Estados, partir de lo
que tienen ya en común las diferentes culturas, los diferentes credos
religiosos, sería un buen camino para construir esa paz duradera soñada desde
mucho antes de que nacieran los proyectos ilustrados de paz.”
“Sin embargo”, continúa la profesora
Cortina, “aún concediendo toda la importancia que pueda tener la diferencia
cultural, quisiera dejar constancia de que los grandes conflictos y las
dificultades de construir tanto una ciudadanía política como una ciudadanía
multicultural siguen teniendo también en su raíz, y con gran fuerza, las
desigualdades económicas y sociales. A
pesar del empeño por asegurar que los grandes problemas sociales son hoy el
racismo y la xenofobia, sigue siendo
cierto que el mayor de ellos es la aporofobia, el odio al pobre, al débil, al
menesteroso. No son los extranjeros sin más. Los diferentes (que somos todos),
los que despiertan animadversión, sino los débiles, los pobres, (…) El gran
problema es, pues, más la aporofobia que la xenofobia, habida cuenta del calor
con que se recibe a los árabes multimillonarios…”. Es decir, el mayor obstáculo reside en el
imperante sistema económico-social, un sistema que el mayor valor es el dinero.
(Recuérdese la existencia de los “visados de oro”). En conclusión, el imperante sistema
económico-social, un sistema en el que la economía carece de ética, es
incompatible con la paz.
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