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miércoles, 16 de marzo de 2016

Ciudadanos del mundo. Aporofobia

En la “píldora para pensar” anterior indiqué la dificultad que Enrique Lagos encontraba a hora de constituirse un mundo coral, protagonizado por ciudadanos del mundo:  ¿cómo se puede vivir, convivir, en un mundo interconectado con ideologías diversas, con religiones distintas, …? Para resolver ese problema, Ricardo Lagos apelaba al diálogo.
Adela Cortina, catedrática de Ética en la Universidad de Valencia, en su libro Ciudadanos del mundo. Hacia una teoría de la ciudadanía (Madrid, Alianza Editorial, 1997) indica, en coherencia con Ricardo Lagos, la importancia, no del respeto, sino del diálogo entre culturas,  “Un diálogo”, señala Adela Cortina, “ que, al decir de Huntington, viene exigido por el deseo de supervivencia: por el deseo de evitar futuras guerras mundiales. Recordemos que, según él [Hutington], la fuente fundamental de conflictos en el futuro será cultural, que tales conflictos  tendrán lugar entre grupos de diversas civilizaciones, porque las mayores diferencias que existen entre los grupos humanos son –a su juicio- las diferencias de civilización”. (Samuel P. Huntington, El choque de civilizaciones, Barcelona, Paidós, 1997. Citado por Adela Cortina, 1997.220)
Posteriormente muchos autores han criticado esta tesis de Huntington; piensan que la mayor parte de la Humanidad prefiere coexistir amigablemente. En contraposición a la teoría del choque de civilizaciones, el presidente de Irán, Mohammed  Jatami, propuso, en 1998, la idea del “diálogo entre civilizaciones”. El término cobró fama después de que la ONU adoptara una resolución con ese nombre para promulgar  2001 como año del diálogo entre civilizaciones. Actualmente hay  varias organizaciones internacionales directa e indirectamente implicadas en el apoyo a este término.
Según Adela Cortina (1997.221), “Partir de unos mínimos de justicia, compartidos por distintos Estados, partir de lo que tienen ya en común las diferentes culturas, los diferentes credos religiosos, sería un buen camino para construir esa paz duradera soñada desde mucho antes de que nacieran los proyectos ilustrados de paz.”

“Sin embargo”, continúa la profesora Cortina, “aún concediendo toda la importancia que pueda tener la diferencia cultural, quisiera dejar constancia de que los grandes conflictos y las dificultades de construir tanto una ciudadanía política como una ciudadanía multicultural siguen teniendo también en su raíz, y con gran fuerza, las desigualdades económicas y sociales.    A pesar del empeño por asegurar que los grandes problemas sociales son hoy el racismo y la  xenofobia, sigue siendo cierto que el mayor de ellos es la aporofobia, el odio al pobre, al débil, al menesteroso. No son los extranjeros sin más. Los diferentes (que somos todos), los que despiertan animadversión, sino los débiles, los pobres, (…) El gran problema es, pues, más la aporofobia que la xenofobia, habida cuenta del calor con que se recibe a los árabes multimillonarios…”.   Es decir, el mayor obstáculo reside en el imperante sistema económico-social, un sistema que el mayor valor es el dinero. (Recuérdese la existencia de los “visados de oro”).  En conclusión, el imperante sistema económico-social, un sistema en el que la economía carece de ética, es incompatible con la paz.

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