En el periódico El País del 27 de septiembre
de 2017 se informa de la celebración de la 29º cumbre internacional de centros
de estudios especializados en negocios. Según el título de la noticia, el
presidente ejecutivo del Grupo PRISA, Juan Luis Cebrián, “Los empleos precarios
de la economía digital son caldo de cultivo de populismos”, una afirmación que
habría que analizar despacio. Sin embargo, el tema principal que se abordó en
esa cumbre fue el de las consecuencias de los avances tecnológicos, avances
que, según uno de los conferenciantes, “han revolucionado y seguirán
revolucionando la economía”.
La revolución de la economía, consecuencia de los adelantos tecnológicos, se debe a que estos dan lugar a un muy importante
descenso del coste marginal, Ello me ha llevado, primero, a informarme, de a
que se llama coste marginal y, después, a consultar, entre otros, un libro de Jeremy Rfkin,
una persona que, según muchos estudiosos, ha hecho del pronóstico del futuro su
profesión, titulado La sociedad de coste marginal cero. El Internet de las cosas, el
procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo, publicado en 2014.
Jeremy Rfkin ya había publicado antes La
Tercera Revolución Industrial, El fin
del trabajo, entre otros.
Según el Diccionario de la Lengua Española, el coste marginal es el ‘aumento de los costes de
producción al incrementar en una unidad la cantidad producida. El coste
marginal se utiliza en las empresas para determinar la cantidad de bienes a
producir y los precios de los productos.
En el libro citado (2014:16), Rifkin
menciona OsKar Lange, un profesor de la universidad de Chicago de principios
del siglo XX, que “intuyó el dilema subyacente a un capitalismo maduro en el que
la búsqueda de innovaciones tecnológicas para fomentar la producción y reducir
los precios haría caer al sistema en una contradicción”.
“Según Lange, cuando un empresario
introduce tecnologías que le permiten bajar el precio de lo que produce,
adquiere temporalmente una ventaja sobre los competidores […]. Esto les obliga
a responder introduciendo sus propias innovaciones con el fin de aumentar su
productividad y reducir sus precios en un ciclo que no tiene fin”. (Competir y
aumentar la productividad son dos rasgos definitorios del sistema capitalista).
Los economistas de hoy no saben cómo “impedir que la economía de mercado se
acabe autodestruyendo ante las nuevas tecnologías que acercan la sociedad cada
vez más a una era marcada por un coste marginal cercano a cero”. “Aunque el
capitalismo está muy lejos de
autodestruirse, está claro que cuanto más nos acerca a una sociedad de coste
marginal cercano a cero su supremacía
otrora incontestada se diluye y abre paso a una manera totalmente nueva de
organizar la vida económica”.
Rifkin (2014:30) indica que Internet, al mismo tiempo que nos acerca
cada vez más a una era de bienes y servicios casi gratuitos, permite el auge
del procomún colaborativo como modelo dominante para organizar la vida económica.
“Estamos tan acostumbrados a creer que el Estado y el mercado capitalista son
los únicos medios para organizar la sociedad, que nos olvidamos de otro modelo
de organización del que dependemos a diario para obtener toda una gama de
bienes y servicios que no proceden del Estado ni del mercado”.
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