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lunes, 2 de octubre de 2017

Calidad del aire y soberanía nacional



El aire limpio es un bien común de la Humanidad. Todos los seres humanos  tenemos derecho a disfrutar de una atmósfera libre de contaminación y pasar a las generaciones futuras una naturaleza en su plenitud.
Sin embargo, en el vigente sistema económico por encima de este derecho y otros similares, relacionados con los bienes comunes de la Humanidad y la Declaración Universal de Derechos Humanos, están las ganancias económicas de las grandes empresas.
 En una columna periodística, “Cuéntame un cuento/y 3”, el catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid y director del Colegio Miguel Servet de París, José Vidal-Beneyto, indica que “el ‘marketing’ y sus técnicas no autorizan el asesinato ni pueden justificar las matanzas”, y entre los ejemplos de propaganda, según él “perniciosa” para los ciudadanos, pero que ha reportado –y está reportando- jugosos beneficios económicos a las empresas implicadas, señala “la promovida por General Motors, Firestone y Standard Oil para acabar con los tranvías en las ciudades americanas y sustituir su transporte por autobuses y coches particulares. Con un éxito total”.
“Con un éxito total” porque a través de medidas fiscales, subvenciones y de construcción de infraestructuras, se ha beneficiado este sistema de transporte a pesar de ser el medio menos eficiente y que mayores problemas ambientales crea. Se ha abandonado el concepto de transporte como un servicio público que el Estado debe proporcionar a todos los ciudadanos.
Respirar aire limpio y sin riesgos para la salud es un derecho de toda persona. Está demostrado que la contaminación atmosférica causa graves daños a la salud y al medio ambiente. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los niveles actuales de contaminación atmosférica en muchas ciudades causan miles de muertes prematuras.
Con ser importante este tema, el objetico de esta “entrada” no es, únicamente, analizar las consecuencias del tráfico rodado sobre la salud de los ciudadanos, sino también, comentar una  noticia, “Suspenso crónico en calidad del aire”,  publicada en El País del 26 de septiembre de 2017. En esta noticia se indica que España está incumpliendo “la normativa europea que busca limitar la polución en las ciudades, vigente desde 2010” y que “España también  tiene abierto otro procedimiento de infracción por las llamadas partículas PM10, que proceden también del tráfico rodado”. Mi objetivo es señalar  que este incumplimiento es posible es posible gracias a la soberanía nacional de que goza España, como prácticamente todos los países, aunque se declaren democráticos.  
Me parece importante indicar que la soberanía nacional permite a cualquier presidente de una nación desobedecer cualquier acuerdo firmado por un presidente anterior. Así no se puede hacer frente a ningún problema global, y, en la actualidad, los problemas más importantes, con los que se enfrenta la Humanidad, son globales. Eso es lo que realmente quería señalar a raíz de la citada noticia.
En primer lugar se necesita que nuestros gobiernos sean realmente democráticos. La globalización nos ha robado esa posibilidad. Es por ello por lo que existen propuestas para “superar el tribalismo nacionalista y a favor de un orden político global más justo, democrático y humano”: una Organización de Naciones Unidas reformada, un Parlamento Mundial … ; es decir, cualquier institución democrática supranacional.  Una utopía posible y factible  (3 julio 2017)  Pero, ¿cuántas utopías se han hecho realidad a la largo de la historia de la Humanidad?

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