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domingo, 15 de julio de 2012

Competitividad

     Atendiendo a la indicación del catedrático de Prehistoria Eduard Carbonell, he estado pensado en lo que significa el énfasis que nuestros dirigentes ponen en la necesidad de crecer económicamente, usando como parámetro de medida el Producto Interior Bruto (PIB). He intentado pasar del conocimiento al pensamiento.

     En el diccionario de la RAE, una de las acepciones del verbo "competir" es "igualar una cosa a otra análoga, en la perfección o en las propiedades". Por otra parte, según el Diccionario Enciclopédico de Economía, ya mencionado, vol. 2, pág. 403: "Compiten, pues, las mercancías respecto a sus cualidades y la competencia perfecta significa que tales cualidades son las mismas. (...) Cuando no existe tal homogeneidad se dice que la competencia es imperfecta".

     En relación con la competencia perfecta, en el mismo diccionario y página, se explica que las empresas de un mismo grupo solo pueden competir entre sí disminuyendo el precio de venta que, como mínimo, deberá ser igual al coste de producción. En consecuencia, a la empresa, para poder competir, le interesa que su coste de producción sea bajo. Pero para que su coste de producción sea bajo, la empresa solo tiene dos posibilidades: disminuir los costes laborales (mediante, cuando sea posible, el trabajo infantil o, también hasta donde sea posible, influyendo sobre las instancias competentes para que lleven a cabo "adecuadas" reformas laborales) o haciendo uso de lo que, en economía, se llaman "externalidades", que consiste en apropiarse de un recurso natural, que debía utilizar en usufructo y/o no reparar  los daños al medio ambiente, infligidos a la largo del proceso productivo.  Las empresas que elaboren sus productos con menores costes son favorecidas, mientras que aquellas con costes de producción más elevados tenderán a desaparecer.

     Se observa que se está considerando al consumidor como una simple máquina de calcular (modelo sociológico de "elección racional"): compra al precio más bajo sin tener en cuenta aspectos como condiciones de trabajo (los trabajadores son seres humanos) o daños al medio ambiente (la Tierra tiene unos límites). Ambos, trabajadores y Tierra, han empezado a protestar.

     Al lado de este mercado de competencia perfecta, hay otro mercado de competencia imperfecta en el que diferentes empresas ofrecen productos diversificados, según cualidades o especialidades. Las empresas que elaboran estos productos se convierten en monopolios; hecho que les permite vender a precios más elevados. El consumidor no se comporta exactamente como una máquina de calcular, pero, en algunos casos, sí como un ser que carece de alguna de las características del ser humano, generalmente, la empatía. En cuanto a la empresa, el actual sistema económico-social ha establecido una tajante separación entre ética y economía.

2 comentarios:

Óscar Gartei dijo...

El consumidor se convierte en una máquina de calcular y los trabajadores en piezas de una maquinaria todavía mayor. Muchas empresas ni siquiera tienen la dignidad suficiente para replantearse su modelo de negocio, y se van a otros países a esclavizar humanos y destrozar el medio ambiente. Me parece desgarrador e intolerable, y mucho más que luego vengan a "occidente" a vender su mercancía y la gente se ilusione por comprarla, cuando la sangre inocente impregna todo el envoltorio...

Juliana Luisa dijo...

Tienes toda la razón. Es importante que se tome conciencia de que todo el sistema de basa en que el ser humano se comporta como una máquina de calcular, a eso le llaman ser racional. Todos los actuales libros de economía se basan en esa "falsa" premisa. Y si analizamos con espíritu crítico nos daremos cuenta que con más frecuencia de la que en un principio creiamos, nos comportamos como máquinas de calcular. Tenemos que cambiar nuestra mentalidad.

Muchas gracias por tu comentario. Un saludo