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jueves, 26 de julio de 2012

Ética y neurociencia

     ¿Qué tiene la palabra "ética" para que se hable tanto de ella?  Es como si no pudiésemos prescindir de ella, a pesar de que, en ocasiones, inventamos cientos de escapatorias y excusas para eludirla.

     Es interesante observar cómo los principios éticos se utilizan, incluso, para hacer "publicidad de una marca de automóviles, de una empresa de construcción o de un tipo de pantalones. La ética vende, y en vez de declarar objetivos reales como poder o lucro, se la utiliza para lograr estos mismos fines, pero bajo la capa respetable de la moralidad (aunque tanto el emisor como la mayoría de los destinatarios estén convencidos de que, a la hora de la verdad, de poco sirven los discursos morales allí donde están en juego el dinero o el poder)". (Ética de la sociedad civil, Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial, Universidad de Valladolid, 2003, "Introducción", pág. 18-19)

     Pero "al tiempo que se ensalza el valor y la importancia de la ética (sea con hipocresía o sinceramente, eso es a estos efectos secundario), se declara su imposibilidad".  Imposibilidad que "tiene como trasfondo una determinada concepción antropológica (...). Esta concepción de basa en la premisa que los hombres [los seres humanos] son egoístas, naturalmente interesados en sí mismos, que sus afectos y disposiciones son irreformables, y que no cooperarán con los demás sino en tanto tengan expectativas de un beneficio propio, o se vean obligados a ello por una fuerza externa".

     Esta concepción antropológica, y, con ella, el montaje de un sistema económico-social que funciona bajo el supuesto de que el hombre se comporta como una máquina de calcular (modelo sociológico de la elección racional), nos está llevando al borde del precipicio (Tragedia de los Comunes).  Sin embargo, esta concepción ha sido desmontada por la neurociencia que explica esa íntima necesidad de la ética.

     Escribe Jeremy Rifkin, Presidente de la Fundación de Tendencias Económicas, en su libro, ya citado, La civilización empática. La carrera hacia una conciencia global en un mundo en crisis, un libro surgido de "una investigación que ha durado cuatro años y a bebido de miles de fuentes, de muchos campos profesionales y académicos":

     "En las ciencias biológicas y cognitivas está surgiendo una visión nueva y radical de la naturaleza humana que es motivo de discusión en los círculos intelectuales, en la comunidad financiera y en la Administración. Descubrimientos recientes en el estudio del cerebro y del desarrollo infantil nos obligan a replantear la antigua creencia de que el ser humano es agresivo, materialista, utilitarista, no interesado por la naturaleza. La conciencia creciente de que somos una especie esencialmente empática tiene consecuencias transcendentales para la sociedad".   (Necesitamos un urgente cambio de mentalidad).

     "Esta nueva forma de contemplar la naturaleza humana abre las puertas a una narración que no se ha contado hasta ahora. (...)Contemplar la economía a través del cristal de la empatía nos permite descubrir hilos en la narración humana que hasta ahora habían permanecido ocultos. (...) Quizá la cuestión más importante a la que se enfrenta la humanidad es si podemos lograr la empatía global a tiempo de salvar la Tierra y evitar el derrumbe de la civilización". (En la teoría de los juegos, eso significa practicar juegos de suma no cero: todas las naciones, todos los seres humanos formando un equipo dispuesto a "ganar", es decir, solucionar todos los problemas globales con los que la humanidad se enfrenta).

     En este libro, Jeremy Rifkin "ofrece una nueva interpretación de la historia de las civilizaciones, examinando la evolución empática de la humanidad, la influencia de esta evolución en nuestro desarrollo como especie y la forma en que puede dictar nuestro destino".

3 comentarios:

Camino a Gaia dijo...

Estamos ideológicamente manipulados por aquellos que detentan en la sociedad la condición de parásitos. Y justifican mediante el egoísmo la falta de reciprocidad entre lo que obtienen de la sociedad y lo aportan a ella. La contradicción es mas que evidente: si todos obtuviéramos mas de lo que aportamos y si ese fuese el principio moral que rigiese nuestro comportamiento, la sociedad no sería posible ni tan siquiera termodinámicamente. El resultado final sería inevitablemente la destrucción y degeneración de la sociedad misma.
El problema es que una sociedad ética que no contemple la finitud de los recursos y la necesidad de adaptar el número de individuos a dichos recursos, se encuentra finalmente ante el problema de la degeneración social o el colapso poblacional, causados por la imposibilidad física de satisfacer las necesidades básicas.
El ser humano termina depredando sobre sí mismo. A día de hoy tenemos suficientes conocimientos para planificar el número de nacimientos de forma no traumática y sin necesidad de atentar contra la dignidad humana. Pero un descenso drástico de los recursos nos situará en el dilema de realizar la transición mediante una distribución justa y equitativa de los recursos o el colapso de nuestra civilización en una cadena interminable de guerras, hambrunas y epidemias.

Camino a Gaia dijo...

Estamos ideológicamente manipulados por aquellos que detentan en la sociedad la condición de parásitos. Y justifican mediante el egoísmo la falta de reciprocidad entre lo que obtienen de la sociedad y lo aportan a ella. La contradicción es mas que evidente: si todos obtuviéramos mas de lo que aportamos y si ese fuese el principio moral que rigiese nuestro comportamiento, la sociedad no sería posible ni tan siquiera termodinámicamente. El resultado final sería inevitablemente la destrucción y degeneración de la sociedad misma.
El problema es que una sociedad ética que no contemple la finitud de los recursos y la necesidad de adaptar el número de individuos a dichos recursos, se encuentra finalmente ante el problema de la degeneración social o el colapso poblacional, causados por la imposibilidad física de satisfacer las necesidades básicas.
El ser humano termina depredando sobre sí mismo. A día de hoy tenemos suficientes conocimientos para planificar el número de nacimientos de forma no traumática y sin necesidad de atentar contra la dignidad humana. Pero un descenso drástico de los recursos nos situará en el dilema de realizar la transición mediante una distribución justa y equitativa de los recursos o el colapso de nuestra civilización en una cadena interminable de guerras, hambrunas y epidemias.

Juliana Luisa dijo...

En una conferencia pronuncida en la Ciudad de las Ideas, el conferenciante indicó la necesidad de que la humanidad aprenda a comportarse como los miembros de un equipo de fútbol: todos ganan o todos pierden, según como jueguen. "Es lo que otros dicen: todos vamos en el mismo barco (nave espacial)o nos salvamos todos o todos nos hundimos.
Sin embargo hasta ahora todos los tratos son loque se llaman juegos de suma cero: yo gano y tu pierdes. De esta forma, todos nos hundiremos.

Un saludo