Según el preámbulo de nuestra Constitución, la Nación española "en uso de su soberanía, proclama su voluntad de (...) establecer una sociedad democrática avanzada", y en el Art. 1.2 dice que "la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado". No obstante, no hace falta una gran inteligencia y sabiduría para llegar a la conclusión de que no estamos en una "sociedad democrática".
El Premio Nobel de Economía Amartya Sen, dice en su reciente libro La idea de la justicia (Taurus, 2010): "La democracia debe juzgarse no solo por las instituciones formalmente existentes sino también por el punto hasta el cual pueden ser realmente escuchadas voces diferentes de sectores distintos del pueblo".
Una vez que España se ha incorporado a la Unión Europea, habría que analizar en qué medida los ciudadanos tienen capacidad para influir en las políticas que emanan de Europa. De momento, lo único que vemos los ciudadanos es que las reformas institucionales que está adoptando la Unión Europea, se centran casi exclusivamente en limitar el margen de maniobra de los gobiernos, llegando en alguna ocasión, a su sustitución sin contar con los ciudadanos, y no en la dirección de fortalecer la participación democrática en la toma de decisiones y de los mecanismos de control democrático.
En lugar de buscar la participación democrática a la hora de buscar una solución a la crisis, la Unión Europea se "ha echado en brazos" del Fondo Monetario Internacional (FMI), una institución multilateral que, aunque funciona con dinero de los ciudadanos, es ademocrática y totalmente opaca, y que, a pesar de los resultados obtenidos en otras ocasiones, solo tiene una receta: austeridad y privatizaciones, mezcla de mala economía e ideología, en palabras de Josep E. Stiglitz, Premio Nobel de Economía.(Véase entradas anteriores en las que se analizan algunas de las consecuencias en los países subdesarrollados). Desde el principio, esta institución ha estado acompañada por el Banco Central Europeo.
Lo anterior, además de suponer un atentado a la Constitución, suficiente para una protesta ciudadana, ha conducido a una creciente desigualdad estructural en el seno de la sociedad, desigualdad que, en muchos casos, es superior incluso a la de los años anteriores a la Gran Depresión. Mientras que las clases bajas y medias se han empobrecido, las élites tienen a veces ganancias inimaginables desde el punto de vista de la razón.
Puesto que una desigualdad tan extrema solo puede ser origen de disturbios, ¿por qué los gobiernos no reaccionan y dejan de empeñarse en promulgar leyes que, incluso, van en contra de la Declaración Universal de los Derechos Humanos? (El caso más reciente en España lo constituye el Real Decreto Ley 16/2012, de 24 de abril). ¿Ambición personal, por coincidencia ideológica acompañada o integrismo? Una cosa es cierta: nuestro Gobierno está olvidado que es imposible mentir muchas veces a muchas personas, sin que éstas no se den cuenta de ello (no recuerdo quien lo dijo) y olvidando que la época del feudalismo ya pasó a la historia. Es obligación de los ciudadanos recordárselo por dignidad, por empatía y por solidaridad.
Amartya Sen defiende, en el libro ya citado, que la democracia, más allá de la representación política y el respecto a la regla de la mayoría, implica la protección de los derechos y libertades de los individuos, el acceso a las prestaciones sociales y el derecho de acceder a la información, así como participar activamente en la deliberación pública.
4 comentarios:
Terrible!!! Todo lo que cuentas es la realudad en la que edtamos viviendo.
Fmi y BCE dos entidades con ánimo de avaricia que nos dirigen a la vez que nos destruyen; al fin al cabo el primero es la fábrica de papel moneda.
La falsa democracia ya no engaña ni al más ignorante.
Vivimos una época moderna anclada en la antigua esclavitud del hombre pobre. Pero con la desventaja de haber deztruido el medio ambiente.
Saludos!!!
Pienso que estas organizaciones financiero-terroristas están buscando la locura de manera premeditada. Con sus acciones, empujan al mundo a una era de desigualdad, propicia para los conflictos bélicos, que a su vez son el motor preferido de las élites para reflotar la economía. No obstante, esta artimaña tantas veces empleada a lo largo de la historia tiene un límite; el problema es que, hoy por hoy, no parece que el pueblo persiga con suficiente ahínco una alternativa. Caeremos en la trampa otra vez.
Por todo lo que decís es necesario buscar una alternativa, ya descrita por algunos estudiosos, a la democracia tal como la hemos concebido ahora ahora. La alternativa ya ha sido descrita; hace falta que los ciudadanos cambien de una actitud pasiva a una activa.
Un saludo
He dicho "cambien", pero debería haber dicho "cambiemos". Yo misma he caído en la trampa: "que lo hagan los demás". Nuestra cultura debe de cambiar, necesitamos estar convencidos de que valemos mucho más de lo que los gobiernos y los mercados creen.
Un saludo
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