Después de haber sufrido, primero, dos Guerras Mundiales, se
podía pensar que nuestros representantes políticos habrían desechado la guerra
como forma de resolver los conflictos. En
1914 el mundo quedó verdaderamente desgarrado. No obstante, en la actualidad,
muchos países han aumentado su gasto militar.
Vivimos en una época de contradicciones. Una muy importante
contradicción reside en la inclusión del gasto militar, en la brújula encargada
de medir el bienestar material de una sociedad, es decir, en el Producto
Interior Bruto (PBI).
El problema del PIB es
que únicamente mide el valor de la suma total de los bienes y servicios
económicos generados durante un período de doce. Pero no distingue entre
aquellas actividades económicas que realmente mejoran la calidad de vida de la
sociedad y aquellas negativas, que empeoran dicho estándar, entre estas últimas
se encuentra el gasto militar. Tanto Simon Kuznets, uno de los creadores de la
contabilidad nacional que dio lugar al uno del PIB como indicador económico,
como numerosos actores posteriores, han criticado el uso del PIB como sinónimo
de bienestar social.
“Es necesario tener en mente varias distinciones entre la
cantidad y la calidad del crecimiento […]. Los objetivos que marquen un mayor
crecimiento deberían especificar un crecimiento en términos de qué y para qué”.
(Extraído del libro de Jeremy Rifkin La
civilización empática. La carrera hacia una conciencia global en un mundo en
crisis. 2010: 538-539)”.
Se aumenta el gasto militar, pero no el gasto en servicios
públicos: en educación, en sanidad,… No solo se tiran por la ventana recursos
que podrían utilizarse para aumentar el bienestar de la población, sino que se
emplean para disminuir ese bienestar. Las bombas nunca pueden matar la pobreza,
la ignorancia, ni la enfermedad, pero matan, o perjudican seriamente, a muchas
personas inocentes, sobre todos niños y niñas. Imposible no preguntar, ¿a quién beneficia un aumentio del gasto militar?
Emmanuel Kant, en su libro La paz perpetua, señala que democracia y guerra son dos conceptos incompatibles, porque los efectos de la guerra la sufren los ciudadanos y ninguno de los políticos.
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