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jueves, 8 de noviembre de 2018

Economía colaborativa



Tras las crisis financiera de 2018, han ido surgiendo distintos movimientos, alternativas, al fenómeno de la globalización y consiguiente sistema económico-social. En este blog he hablado del movimiento de decrecimiento, de las comunidades de transición, de la economía del bien común y, por supuesto, de la economía colaborativa –también conocida como social y solidaria.
Me interesa decir que mencioné el micromecenazgo como alternativa a las instituciones financieras tradicionales, que la primera plataforma nació el año 2000 y como desde entonces este modelo de financiación ha experimentado un gran auge.  
Como complemento a estas plataformas, no olvidé mencionar el uso de monedas locales, monedas sociales o monedas complementarias.
Aunque indiqué la importancia que para la emergencia de la economía colaborativa tuvo la popularización y el alcance de Internet, las redes sociales y, por supuesto, la generalización del teléfono móvil, en cuanto permiten la conexión y gestión de la relación entre los proveedores y los consumidores, no llegué a señalar la forma como este nuevo paradigma económico conduce a un mundo más sostenible porque conduce a un menor consumo de recursos y una menos huella de carbono. Por ejemplo, “en Estados Unidos hay 80 millones de taladradoras cuyos dueños solo las usan 13 minutos como media y un motorista inglés malgasta 2.549 horas de su vida circulando por las calles en busca de un aparcamiento”. ¿Necesitamos tantas taladradoras (cuando hay personan que no tienen ninguna) o perder tanto tiempo contaminando el aire?
Tampoco indiqué el capital social derivado de la práctica de este sistema económico-social. Sin embargo, explique qué es el capital social y su importancia en la vida de las personas. El capitalismo sin control  ha dejado y está dejando a mucha gente desilusionada. Muchas personas buscan nuevos caminos que den sentido a sus vidas.
A pesar de la importancia que está adquiriendo la economía colaborativa, no son las anteriores  las únicas razones por las que, ahora, he retomado ese tema.  En primer lugar, quería señalar que, junto a las empresas sociales y cooperativas, propias de la economía colaborativas, hay empresas surgidas al amparo de la economía colaborativa en las que están ausentes las características de este tipo de economía.
Vicenç Navarro, actualmente Ciencias Políticas y Políticas Públicas en la Universidad Pompeu Fabra y ex catedrático de Economía en la Universidad de Barcelona, en www.vnavarro.org, bajo el título “Lo que se llama economía colaborativa no tiene  nada  de colaborativa”, señala que “para definir una práctica como buena o mala hay que compararla, sin embargo, con la práctica que sustituye”; analiza el caso de Uber y Airbnb. Llega a la conclusión que rompen “con el nuevo concepto de colaboración y cooperación” y, por tanto, no pertenecen a la economía colaborativa. En El País, 9 de octubre de 2015, se publicó una noticia titulada “El padre de la economía compartida reniega de Uber”. Debo señalar que Uber y Airbnb no son las únicas ocupaciones surgidas bajo el “paraguas” de la economía colaborativa,  pero que no tienen nada de colaborativas.
Muy interesante es OuiShare, una organización sin ánimo de lucro  nacida en enero de 2012 en París.   OuiShare es una red global de comunidades locales con la misión de crear y promover una sociedad colaborativa justa, abierta y de confianza, conectando personas, organizaciones e ideas.
   En el blog de El País, “Alterconsumismo”, el día 28 de octubre de 2016, Anna Argemí calificó OuiShare como un referente de la economía colaborativa y escribió: “Escuchar a los ponentes y a los asistentes me reconcilia con la humanidad: hay aún personas que piensan y que sueñan despiertas, personas cuyo pensamiento y cuyo  sueño va mucho más allá del pequeño bienestar privado, y que se esfuerzan por convertir la idea en acción”.
Después de leer esto, me ha prometido buscar en Internet todo lo que exista sobre OuiShare. Ya les contaré.

2 comentarios:

Camino a Gaia dijo...

El capitalismo convierte cualquier buena idea en un nuevo cebo para una campaña de marketing hasta que la idea original queda desvirtuada. Ya sea la sostenibilidad, la ecología o la economía colaborativa, terminan como juguetes rotos de un modelo económico que los vampiriza y corrompe.

Juliana Luisa dijo...

Estoy de acuerdo contigo. Pero es responsabilidad nuestra no permanecer inertes.

Un saludo