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miércoles, 1 de mayo de 2019

Cáncer de la democracia


     El 24 de abril último leí  en El País una noticia titulada “Una heredera de Disney tacha de locura el sueldo del consejero delegado”. La heredera  es Abigail Disney:  Disney fue fundada por  su abuelo y su tío abuelo. “La cifra de la discordia son los 65,6 millones de dólares (58,5 millones de euros) que cobró el consejero delegado”.    
     “Abigail ha hecho carrera en el cine como documentalista y se ha labrado un nombre como activista y filántropa. Es miembro del grupo Millonarios Patriotas, que aboga por una subida de impuestos a los ricos y la reducción de las diferencias salariales extremas. Durante una conferencia de la web Fast Company el pasado martes [23 se abril], Abigail participó en un panel sobre capitalismo humano donde dijo a los asistentes que el sueldo de 65,6 millones de euros de Bob Iger [el consejero delegado] le parecía una locura. Añadió que semejantes compensaciones a los altos ejecutivos tienen un efecto corrosivo en la sociedad”.  El sueldo de ese consejero delegado era 1.424 veces el sueldo de un empleado medio de The Walt Disney Company.  “Abigail Disney dijo que su opinión se basaba, en parte, en hablar con empleados de Disneytland, el parque temático original en Anaheim, California, que sufren para vivir en la zona mientras trabajan para el mayor empleador del condado”. Según ella, “nadie que contribuya al éxito de una compañía rentable y que trabaja a tiempo completo debería pasar hambre, ni debería racionar la insulina ni debería dormir en su coche”. Por último, dijo del consejero delegado que le parecía que era un buen hombre. Pero que “se está dejando llevar por un camino que es por el que va todo el mundo”.
     Abigail Disney dijo que la retribución en la empresa tiene un “efecto corrosivo en la sociedad”; José María Ruiz Soroa, entre otros, habla de “cáncer de la democracia” que desde 1970 no ha dejado de crecer en las sociedades occidentales. (El País, 5 de mayo de 2012
     ¿Cómo ha surgido ese camino por el que van los directores de empresa y, sobre todo, cómo explicar la incapacidad política para cerrar ese camino a pesar de que todo el mundo denuncia como nocivo? La principal y más importante es el sistema de valores por el que se rige el vigente sistema económico-social. Los fundamentalistas del libre mercado no solo suponen que, para que los mercados funcionen bien, la demanda debe igualar a la oferta, sino que, además, suponen que el ser humano se comporta como una máquina de calcular. Teoría de la elección racional. En palabras de Francisco Javier Peña Echeverría  (coord. Ética para la sociedad civil, Universidad de Valladolid, Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial, 2003:20), “Esta concepción se basa en la premisa de que los seres humanos son egoístas, naturalmente interesados en sí mismos, que sus afectos y disposiciones son irreformables, y que no cooperarán con los demás sino en tanto tengan expectativas de un beneficio propio, o se vean obligados a ello por una fuerza externa”. Fuerza externa inoperante porque, según el sistema, para que los mercados funcionen bien no deben sufrir ninguna interferencia, y la ética es una interferencia.
     Sin embargo, la teoría de la elección racional no ha sido avalada por ninguna de las investigaciones en Psicología y Neurociencia. Por ejemplo: Jeremy Rifkin, uno de los pensadores más influyentes en estos momentos, en la Introducción de su libro La civilización empática. La carrera hacia una conciencia global en un mundo en crisis (Barcelona, Paidós, 2010), escribe: “Descubrimientos recientes en el estudio del cerebro y del desarrollo infantil nos obligan a replantear la antigua creencia de que el ser humano es agresivo, materialista, utilitarista, e interesado por naturaleza. La conciencia reciente de que somos una especie esencialmente empática tiene consecuencias trascendentales para la sociedad”.
     Joaquín Estefanía, en su libro La cara oculta de la prosperidad. Economía para todos (2003, Santillana ediciones Generales, Madrid) indica: “El experto en estrategia empresarial Peter Drucker ha defendido que la diferencia de remuneración entre el máximo ejecutivo de una empresa y su trabajador más humilde no debería ser superior nunca a 2º veces, ya que a partir de dicho límite se está sobrevalorando la contribución del ejecutivo al éxito de la empresa en comparación con la del trabajador”.

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