El actual estilo de vida viene determinado por el vigente sistema económico-social, cuyo "dios" es el crecimiento económico. que exige un interminable consumo.
Últimamente, las empresas temerosas de que el ciudadano disminuya su nivel de consumo, han intensificado de forma escandalosa su labor de propaganda: más tiempo en la televisión; más espacio en la prensa; uso intensivo de los buzones de las casas; suplementos periodísticos de moda femenina, masculina e infantil, etc.
En una de sus columnas periodísticas (El País, 18 de febrero de 2008), José Vidal-Beneyto, catedrático de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid y, entre otras cosas, secretario general de la Agencia Europea para la Cultura, dependiente de la UNESCO, destacaba que "el marketing y sus técnicas ni autorizan el asesinato ni pueden justificar las matanzas". Para justificar esta afirmación, citaba tres ejemplos de propaganda, según él, perniciosa para los ciudadanos, pero que había reportado jugosos beneficios económicos a las empresas implicadas.
1.- "La promovida por General Motor, Firestone y Standard Oil para acabar con los tranvías en las ciudades americanas y sustituir su transporte por autobuses y coches particulares. Con un éxito total".
2.- "La que tuvo como objetivo que las mujeres pudieran fumar en público, instada y pagada por American Tabacco, que en menos de 18 meses duplicó el uso del cigarrillo en EE.UU."
3.- "La que puso en marcha la Oregonians Food and Shelter Association, oponiéndose a la limitación de los productos químicos en agricultura, que supuso desde el primer año para las sociedades Chevron, Dupont y Western Agricultual Chemicals un aumento de más del 80% de sus beneficios".
Siempre el dinero, sin pensar en la contaminación del medio ambiente y las posibles consecuencias para la salud de los ciudadanos.
¿Por qué un genocidio de tal magnitud permanece impune? ¿Por qué no ha disminuido nada la propaganda en alguno de los medios de comunicación de masas?
Jeremy Rifkin, uno de pensadores sociales más célebres de nuestra época en su libro La sociedad de coste marginal cero. El Internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo (2014, Paidós), dedica un apartado a "El final de las publicidad".
En ese apartado, Rifkin escribe: "La publicidad ha sido la fuerza motriz del sistema capitalista desde sus inicios. Antes de la era capitalista, cuando la actividad económica seguía una recta en lugar de una curva ascendente, los seres humanos estaban condicionados para trabajar solo las horas suficientes para poder sobrevivir. El ahorro era inexistente. La Primera Revolución Industrial provocó un amento espectacular de la producción y un aumento paralelo de los salarios. La misión que cumplía la publicidad era garantizar que los obreros gastarán enseguida aquellos salarios comprando los productos que ellos mismos habían fabricado.
Alguien ha indicado que la publicidad es una droga que nos suministra el sistema para que no pensemos.
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