El Producto Interior Bruto (PIB) se ha convertido en la brújula encargada de señalar la situación económica de un país. Continuamente los distintos organismos multilaterales, sobre todo el Fondo Monetario Internacional (FMI), informa de su evolución: "...confirma que el PIB español bajó un 0,36% entre octubre y diciembre". ¿Qué quiere decir eso? ¿Existe alguna relación entre el PIB y el bienestar de la sociedad?
En su libro La civilización empática. La carrera hacia una conciencia global en un mundo en crisis (2010, Paidós, Barcelona, pág. 539) Jeremy Rifkin dice:
"El problema del PIB es que únicamente mide el valor total de la suma de bienes y servicios generados durante un periodo de doce meses. Pero no distingue entre aquellas actividades económicas que realmente mejoran la calidad de vida de la sociedad y aquellas negativas, que empeoran dicho estándar. En el PIB se contempla todo tipo de actividades económicas, incluida la construcción de cárceles, la ampliación de los cuerpos policiales, el gasto militar, el gasto que acarrean las tareas de limpieza de la contaminación, los crecientes costes sanitarios resultantes del consumo de tabaco, alcohol y la obesidad, así como la publicidad que tiene por objeto convencer a la gente de que beba o fume más o que ingiera comida rápida procesada y grasienta".
Así, pues, el PIB de un país aumenta, entre otras cosas, cuanto más cárceles construya, cuando más policías tenga o mayor número de armas fabrique y venda.
Carmen Alborch, profesora de Derecho Mercantil de la Universidad de Valencia, dedica el último capítulo de su libro Libres. Ciudadanas del mundo, a Marilyn Waring, economista neozelandesa, según la cual "bastaba con aplicar el sentido común para entender que el modelo económico no lo contaba todo ni lo contabilizaba todo".
"La economista neozelandesa recuerda, por ejemplo, la tragedia del petrolero Exxon Váldez: si este buque se hubiera limitado a cargar el petróleo en Alaska y trasladarlo hasta su puerto de destino, habría sido un viaje relativamente productivo. Pero si se pretende un gran crecimiento", añade Waring, "es una buena idea que choque contra un iceberg. Así comenzará a circular el dinero, como consecuencia de las indemnizaciones de seguros, la construcción de nuevos barcos, se aplicarán grandes sumas para compensar a los pescadores o a la industria turística, etcétera".
En otro párrafo, Alborch cita los beneficios de la guerra. "Efectivamente, la segunda Guerra de Irak comportó innumerables beneficios: el presidente norteamericano pidió al Congreso 87.000 millones de dólares, de los cuales 67.000 millones se destinaron a gastos militares; se potenció la industria armamentística, que da trabajo a miles de personas y se pudieron vender armas obsoletas a países tercermundistas. [...] "Pero en el PIB no se contabiliza, no entran en el balance, el terror de una niña frente a las bombas o la pierna mutilada de un joven".
Los occidentales creemos ser los más más civilizados, pero cosas como el empleo de este parámetro para medir la riqueza de un país pone de manifiesto que no es así. Los butaneses están demostrando mucha más sabiduría, sustituyendo el PIB por el FNB, donde se contabiliza, por ejemplo, el grado de estrés de la población.
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