"En el pequeño mundo en el cual los niños viven su existencia", dice Pip en Grandes esperanzas, de Charles Dickens, "no hay nada que se perciba con tanta agudeza como la injusticia". Espero que Pip tenga razón: tras su encuentro con Estella, él recuerda de manera vívida "la coacción violenta y caprichosa" que sufrió cuando era niño a manos de su hermana. Pero la fuerte percepción de la injusticia manifiesta se aplica también a los adultos. Lo que nos mueve, con razón suficiente, no es la percepción de que el mundo no es justo del todo, lo cual pocos esperamos, sino que hay injusticias claramente remediables en nuestro entorno que quisiéramos suprimir.
Esto resulta evidente en nuestra vida cotidiana, en las desigualdades y servidumbres que podemos sufrir y que padecemos y que padecemos con buena razón, pero también se aplica a juicios más amplios sobre sobre la injusticia en el ancho mundo en el que vivimos. Es justo suponer que los parisinos no habrían asaltado la Bastilla, Gandhi no habría desafiado al imperio en el que no se ponía el sol y Martin Luther King no habrá combatido la supremacía blanca en "la tierra de los libres y el lugar de los valientes" sin su conciencia de que las injusticias manifiestas podían superarse. Ello no trataban de alcanzar un mundo perfectamente justo (incluso si hubiera algún consenso sobre cómo sería ese mundo), sino que querían eliminar injusticias notorias en la medida de sus capacidades".
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Con los dos párrafos anteriores empieza Amartya Sen el prefacio de su último libro La idea de la justicia (Santillana Ediciones Generales, Madrid, 2010). Los he elegido porque percibo una injusticia en el acrecentamiento de la desigualdad económica dentro de mi país y entre distintos países, que considero sería posible eliminar.
En este caso, me estoy refiriendo a injusticia social. La justicia social se refiere a las nociones fundamentales de igualdad de oportunidades y de derechos humanos, y que sitúo más allá del concepto tradicional de justicia legal. La justicia social está basada en la equidad y es imprescindible para que los individuos puedan desarrollar su máximo potencial.
Amartya Sen indica que los parisinos que salieron a la calle el 14 de julio de 1789, Gandhi y Martin Luther King hicieron lo que hicieron porque habían tomado conciencia de que las manifiestas injusticias, que vivían, podían superarse, a pesar de la fuerza que manifestaban tener los que las cometían. ¿Qué sucede ahora? Existen multitud de grupos y gran número de ciudadanos que han tomado conciencia de las manifiestas injusticias, a nivel nacional y a nivel global, que están teniendo lugar, y que creen que es posible eliminar. Es posible otro mundo más humano.
2 comentarios:
Chapeau Juliana. Otro mundo es posible si todos arrimamos el hombro para acabar con las injusticias. Realmente el progreso de las sociedades a lo largo de la hª ha consistido fundamentalmente en ir desarrollando mecanismos que vayan concretando ese ideal de una sociedad más justa.
Gracias a tí.
Un saludo
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