En una noticia en la que se comenta la desigualdad existente entre dos barrios de Madrid, Entrevías y El Viso -separados tan solo por unas cuantas estaciones de Metro-. Lo natural es pensar que la Comunidad estaría preocupada por este problema y, dentro del imperativo de reducir el gasto público, estaría pensando en cómo reducir esa desigualdad, aunque solo fuera por cumplir el artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros...".
Sin embargo, según la noticia, en El Viso -el barrio rico- existe una escuela infantil con cuarenta años de experiencia y cuya matrícula asciende a 530 euros mensuales, y "la Comunidad ofrece a las familias que se decantan por la escuela infantil privada la posibilidad de recibir entre 100 y 160 euros mensuales, una ayuda con la que no cuentan los padres de los alumnos de guarderías públicas".
Se está discutiendo una ayuda de 400 euros para algunos parados y se está negando la sanidad a algunas personas, y, al mismo tiempo, se da dinero a quienes no lo necesitan. ¿Por qué?
La razón reside en que el dios supremo del sistema económico vigente es el "crecimiento económico", medido por el Producto Interior Bruto (PIB). Para que aumente este crecimiento económico deben aumentar las exportaciones y el consumo interno. Pero, ¿qué pueden consumir unas personas que apenas tienen para comer? Los únicos que pueden consumir -cosas inútiles- son los ricos; por eso hay que mimarles dándoles dinero. Así razonan los que defienden el actual sistema económico -injusto, inhumano e insostenible-.
Se argumenta, y así lo repiten una y otra vez nuestros dirigentes (no solo los españoles) que si el PIB aumenta, se resolverán todos nuestros problemas. Pero la experiencia ha demostrado que eso no ha sucedido nunca: hay países -no me parece oportuno dar nombres, aunque sí decir que se trata de un país calificado como rico y civilizado- cuyo PIB ha venido creciendo los últimos años y, sin embargo, en ellos no se ha reducido -al contrario, ha aumentado- la proporción de ciudadanos que no tienen seguro médico y para los cuales es muy difícil acceder a determinados niveles de educación.
Está demostrado que las solas fuerzas del mercado conducen a una desigualdad radical. En palabras de Cass Sunstein, abogado y profesor universitario de Estados Unidos, "los mercados no acabarán nunca con las discriminaciones, pues son con mucha mayor frecuencia la causa del problema que su solución". (Free markets and social justice, Oxford Presss, 1947).
Para corregir este hecho es necesario que los gobiernos apliquen adecuadas políticas de regulación, pero el sistema económico vigente exige que los gobiernos sigan las instrucciones de los "mercados", y esta exigencia se está haciendo realidad con la crisis, que está sustituyendo la democracia por el mercado y lo político por lo económico.
En conclusión. Hay que conocer bien el actual sistema económico para modificar aquellas características que le hacen injusto, inhumano e insostenible. Se necesita una nueva economía global en la cual el crecimiento no solo sostenible, sino también que sus frutos se compartan de manera más justa. Es nuestra responsabilidad hacerlo con la máxima rapidez posible, por exigencia de millones de seres humanos -como nosotros- y por el planeta -que casi no resiste más-. No importa que, al principio, cometamos algunos errores.
1 comentario:
Reconozco que parece una exageración decir que la concesión de 100-160 euros anuales a una familia "pudiente" puede tener una significativa incidencia en el crecimiento económico del pais. Pero lo cierto es que no es la primera vez que un gobierno concede algunos privilegios a la clase alta en la esperanza de que, con ello, aumente el consumo interno y, por tanto, el cecimiento económico. El caso más destacable fue en el Bush; actuación criticada por un bien número de economistas.
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