Me he
enterado, gracias al El País del 19
de julio de 2017, de que el “FMI pide contener
las pensiones para repartir el ajuste entre generaciones”. Desde mi punto de vista, después de observar las consecuencias
que, para multitud de personas inocentes, han tenido las indicaciones dadas
para resolver el problema de la recién crisis financiera, conviene analizar despacio sus recomendaciones.
Para empezar conviene saber no solo que el FMI es una institución internacional ademocrática, sino también cómo funciona. Para esto último he consultado el libro El malestar en la
globalización de Joseph E. Stiglitz, Premio Nobel de Economía y, lo que es más importante, testigo en
primera línea de las actuaciones del FMI.
En
primer lugar, Stiglitz se queja de que, siendo el FMI una institución pública,
todo en ella es secreto. “El apego del FMI al secreto es natural”, (2002:284). Refiriéndose
a la crisis de 1997, Stiglitz (201:285) dice que si las medidas y políticas
aplicadas “hubieran estado sometidas a procesos democráticos convencionales, y
si hubiese habido un debate cabal y abierto en los países en crisis”, es posible
que jamás hubieran sido adoptadas y que hubieran aparecido otras políticas
mucho más sensatas. Según este economista: “Dicho discurso abierto no solo
habría expuesto los deficientes supuestos económicos sobre los que se basaban
las prescripciones políticas, sino que habría revelado que los intereses de los
acreedores estaban situados por delante de los de los trabajadores y pequeños
empresarios. Había rumbos alternativos, en los cuales el riesgo soportado por
estos grupos menos poderosos era menor,
y esos rumbos alternativos podrían
haber recibido la consideración que se merecían”.
Stiglitz
añade: “Incluso cuando las políticas no obedecen a intereses especiales, el
secreto engendra sospechas –sobre los intereses realmente favorecidos- y tales
sospechas, aunque sean infundadas, socavan la sostenibilidad de las política”. Surgen las protestas.
Muy
importante me parece lo que dice
Stiglitz sobre el hecho de que “el secreto socava la democracia”. No puede
haber responsabilidad democrática, si no se está adecuadamente informado.
Otra característica del FMI, relacionada con su apego al secreto, y mencionada
también por Stiglitz, es que, demasiado a
menudo, sustituye la ciencia económica por la ideología, una ideología que a
grandes rasgos se ajusta a los intereses de la comunidad financiera. Por
eso el FMI jamás discute las razones de las políticas que recomienda, prefiere
proyectar una imagen de infalibilidad.
Es recomendable, como indiqué al principio, analizar despacio qué es lo que el FMI recomienda en relación con las pensiones, sin olvidar que para hacer frente a la crisis, además de austeridad financiera, recomendó reformas estructurales (privatizaciones) en educación, sanidad y pensiones. Las pensiones son un magnifico negocio para el sector financiero y no ofrece ninguna seguridad para los pensionistas. Un problema adicional es si el FMI permitirá que el gobierno español adopte una solución distinta a la, por él, "recomendada".
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