Heinrich Böll, escritor alemán, Premio
Nobel de Literatura 1972, escribió, en 1963
para un programa de radio, la que se considera una de sus mejores
historias: Anécdota sobre la propiedad
reducida.
A esa obra pertenecen los párrafos que
presento a continuación.
“Un turista se fija en la encantadora
escena de un pescador, vestido umildemente, que sestea apoyado sobre un bote de
remos varado en la arena en una playa esplendorosa. Lo fotografía, le ofrece un
cigarrillo y entablan conversación:
”–Hace muy buen tiempo, seguro que hay
mucha pesca, ¿qué hace usted durmiendo en lugar de salir al mar y pescar?
”–Ya pesqué lo suficiente esta mañana.
”–Pero imagínese –replicó el turista–
tres o cuatro veces al día capturando tres o cuatro veces más de pescado.
Después de un año podría comprarse una lancha a motor; después de dos años,
otra más; después de tres años podrían ser ya uno o dos barcos de pesca de buen
tamaño. ¡Imagínese! Algún tiempo después podría construir una fábrica de
congelados o una planta de salazones, más adelante incluso volaría en su propio
helicóptero para localizar los bancos de pesca y guiar a sus barcos hacia
ellos, o quizá poseería su propia flota de camiones para llevar el pescado a la
capital y entonces…
”–¿Y entonces? –pregunta el pescador.
”–Entonces –culmina el turista en tono
de triunfo– podría estar sentado tranquilamente en la playa, echar un sueñecito
al sol y contemplar la belleza del océano.
”El pescador le mira:
”–Eso es exactamente lo que estaba
haciendo antes de que usted apareciese por aquí”
En la historia se dice que, al final,
el turista se marcha andando pensativo, sin compadecerse por el pescador pero
con algo de envidia en el fondo.
Se
trata de dos formas de vida, dos culturas, distintas. El cambio no se produjo de forma espontánea. Más
bien al contrario. Los economistas de fin de siglo XIX observaron que los
trabajadores se conformaban con ganar lo justo para vivir y para permitirse
algunos pequeños lujos básicos, y que preferían tener más tiempo de ocio en
lugar de ingresos adicionales como consecuencia de una mayor cantidad de horas
de trabajo. Ello se convirtió en una gran preocupación para los hombres de
negocios cuyos almacenes se llenaban de cosas fabricadas.
Los
líderes empresariales se dieron cuenta de que había que cambiar la psicología
de los trabajadores. No era tarea fácil: había que conseguir que la gente
“quisiese” cosas que nunca antes había deseado. Y como el planeta Tierra es
finito, hemos llegado a donde estamos: una profunda crisis ecológica que si no
solucionamos pronto más que tarde puede causarnos muchos problemas a nosotros
y, sobre todo, a nuestros descendientes
Los párrafos de Heinrich Böll, que he presentado,
están extraídos del libro, disponible en Internet, La gran
encrucijada. Sobre la crisis ecosocial y el cambio de ciclo histórico, de
Fernando Prats, Yayo Herrero y Alicia
Torrego (coords.), 2016, Libros en Acción de la editorial
de Ecologistas en Acción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario