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viernes, 17 de noviembre de 2017
Migrantes económicos
En el periódico El País del 6
de noviembre de 2017 he leído una noticia que me ha parecido muy importante
comentar. “El limbo legal de los migrantes del clima” “El aumento del nivel del
mar ligado al calentamiento global comienza a obligar a comunidades a dejar sus
hogares”.
Según esa noticia, Anja Mihr,
investigadora alemana experta en derechos humanos, señala que existe una gran
diferencia entre los refugiados y los migrantes climáticos: los últimos no
tendrán la posibilidad de regresar a unos hogares que ya no existen o no son
habitables. Por otra parte, como no son refugiados
políticos no pueden acogerse a lo que se indica en la Convención de Ginebra, es
decir, como se indica en el título de la noticia, se encuentran en un “limbo
legal”.
Y se señala: “El Acuerdo de París contra el cambio climático
pasa de puntillas por este problema. Solo insta a los firmantes a ‘respetar,
promover y tener en cuenta sus respectivas obligaciones’ relativas a ‘los
derechos humanos, el derecho a la salud, los derechos de los pueblos indígenas,
las comunidades locales, los migrantes …’
¿Se han presentados muchos casos
de migrantes climáticos? ¿Existen estimaciones acerca del número de migrantes
económicos pueden surgir?
Según ACNUR, en los próximos 50 años podrían migrar por razones
climáticas hasta 1.000 millones de personas, principalmente en los países más
empobrecidos. Y también afectará directamente nuestros territorios: en el
sureste de España, los desplazamientos regionales se agudizarán a raíz de las
sequías y falta de agua. “El problema se complica aún más cuando se incluye la
variable de los fenómenos extremos –como inundaciones, sequías y olas de
calor-, que en algunos casos aumentan en intensidad o cantidad, según varios
estudios científicos e informes de Naciones Unidas. La oficina de la ONU para
la Reducción del Riesgo de Desastres alertó el mes pasado de que 13,9 millones
de personas se ven desplazadas de sus hogares forzosamente cada año en el
mundo. (El País, 6 de noviembre de
2017).
Buscando, he encontrado una noticia de 2015 (El País, 27 de abril de 2015) en la que el
periodista empezaba relatado el que se considera el primer caso de migración
climática: caso de una familia que pidió asilo en Nueva Zelanda porque en la
isla en que vivían, situada a dos metros sobre el nivel del mar en el Pacífico,
las fuentes de agua se contaminado de sal debido a la subida del nivel del mar
ocasionada por el calentamiento global.
Un importante precedente. Por su profesión, un guía de alta montaña, ha
observado el medio natural del que vive y en el que se nueve. Asegura que los
cambios de los que ha sido testigo a lo largo de su vida son “preocupantes”. Si
desaparecen los glaciares, va a haber un importante problema de falta de agua y
las lagunas se van a desbordar provocando inundaciones. Así que ha acudido a
los tribunales en busca de ayuda para costear las obras necesarias para
prevenir desbordamientos de agua. Acusa del deshielo andino a la mayor empresa
productora de electricidad de Alemania. La Corte de Hamm ha considerado de
demanda “coherente”, y se pronunciará sobre la probable apertura de la fase
probatoria. Esa fase va a ser complicada y necesitará la ayuda de peritos
independientes como geólogos y científicos climáticos.El portavoz de la empresa acusada se defiende
diciendo que “todos contribuimos a las emisiones y eso supondría que todos
podríamos acusar a todos. A una aerolínea, a una empresa de transportes …”.
Sea por solidaridad o por nuestro propio interés, es evidente que
necesitamos dar una respuesta a esta nueva realidad.
La lucha contra el cambio climático se hace cada vez más necesaria. Una
acción política que ponga límites a las emisiones de carbono y empuje la
adaptación de nuestras sociedades a un nuevo modelo sostenible.
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