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lunes, 9 de enero de 2012

Optimistas económicos

     Thomas Homer-Dixon, director del Centre for the Study of Peace and Conflict de la Universidad de Toronto y Profesor Asociado de la misma Universidad, en su libro El vacío de ingenio (2001), se pregunta si seremos capaces de generar ideas con suficiente rapidez para hacer frente a los problemas -sociales, medioambientales y técnicos- que hemos creado.

     En relación con los temas medioambientales y el hecho incuestionable de que la Tierra constituye un sistema cerrado, Thomas Homer-Dixon señala -en el capítulo 8- que, mientras los biólogos y científicos que trabajan en áreas afines declaran que los recursos naturales son finitos y suponen un límite superior a nuestro crecimiento económico, se encuentran personas -los optimistas económicos- cuya opinión es que no existe tal limitación, pues el ingenio y la iniciativa humanas pueden resolver los problemas que surjan y que, después del necesario ajuste, nos dejarán mejor que antes de que surgiera el problema.

     A diferencia de la primera corriente de pensamiento, que prevalece en los medios de comunicación de masas y los movimientos ecologistas, la defendida por los optimistas económicos guía a la Organización Mundial de Comercio (OMC), al Banco Mundial y a otros organismos de desarrollo y aparece en influyentes libros, periódicos y revistas de orientación empresarial.

     Aunque estas personas suelen aceptar que la escasez severa paralizó a algunas sociedades preindustriales, sostienen que los factores limitadores en estos casos fueron, en realidad, el conocimiento y las instituciones inadecuadas. Según estas personas, la escasez de recursos no es problema de consumo en un mundo de recursos finito, sino del fallo de las instituciones y políticas económicas. En particular -dicen- hay escasez grave cuando los gobiernos no han establecido los mecanismos de mercado que aseguren que los precios de los recursos reflejan todos los costes de su uso.

     Esta afirmación resulta inexplicable e incoherente con la forma cómo han actuado -y siguen actuando- quienes la defienden. Por ejemplo, en ninguno de los proyectos del Banco Mundial se ha tenido en cuenta la posibilidad de minimizar los daños ambientales y, desde luego, nunca ha dado opción a los gobiernos afectados a establecer "los mecanismos de mercado que aseguren que los precios de los recursos" reflejasen "todos los costes de su uso". En cuanto a los mercados, todos ellos, sean de bienes, de servicios o de capitales, están funcionando sin ningún tipo de regulación, de acuerdo con la afirmación de Grover Norquist,  portavoz de los intereses de las grandes empresas: "No quiero abolir los gobiernos. Solo quiero reducirles a un tamaño que permita arrastrarlos al cuarto de baño y ahogarlos en la bañera". En esa situación, únicamente un gobierno democrático con una fuerte e insistente población activa podría establecer los mecanismos necesarios para evitar la escasez de recursos.

     Es un problema -no solo medioambiental sino también social y técnico- para cuya solución, como dice Thomas Homer-Dixon, la humanidad necesita mucho y rápido "ingenio". Rápido porque los países pobres, no por su culpa, son los más necesitados de soluciones.

2 comentarios:

J. Felipe dijo...

Efectivamente Juliana la desregulación ha traido las peores consecuencias imaginables en todos los sectores de la sociedad y como no en el medioambiente y el trato denigrante a millones y millones de personas, sobre todo, en el tercer mundo.

Y lo malo que este es uno de los pilares de la teoría neoliberal, según la cual la figura del estado ha de quedar reducida a su mínima expresión y, en ningún caso, ha de ser garante de nada, por cuanto se pierden conceptos como solidaridad y bien común que fueron los que sirvieron de fundamento para reconstruir Europa después de la Segunda Mundial. Y lo que es peor, olvidándose de que el motivo de ello era que así se trataba de evitar que volvieran a darse las circunstancias que dieron para dar lugar a la misma.

Veremos.
Un saludo.

Juliana Luisa dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con lo que indicas. Como dice Homer-Dixon necesitamos "ingenio". Pienso que ese ingenio está constituido por muchas y pequeñas ideas ingeniosas procedentes de cualquiera de nosotros, los ciudadanos, como dice Federico Mayor Zaragoza.

Las actuales instituciones políticas y económicas no harán absolutamente nada; están tan ciegas que no piensan ni siquiera en sus descendientes: es insólito. Y no podemos pensar que nos ayuden los medios de comunicación tradicionales.

Un saludo