En el libro Cuarteto para un solista, sus autores, José Luis Sampedro y Olga Lucas, a través de los "cuatro elementos" -Tierra, Agua, Aire y Fuego-, reflexionan sobre lo que ha sido la vida del ser humano a lo largo de la Historia y comparten sus preocupaciones sobre el destino de la Humanidad con un viejo profesor de economía, interno en un sanatorio. Quienes tratan y cuidan al profesor, al principio, miran con recelo lo que consideran delirios; pero, poco a poco, quedan "hondamente impresionados por su irrefutable pasión por la vida". En una de sus conversaciones con el doctor, se plantea el tema del progreso experimentado por Occidente. ¿A qué se llama progreso?
- ¡Caramba, Profesor! No cabe negar que Occidente ha progresado mucho.
- Progresar ... ¿a qué llama usted progreso?
- ¿Va usted a negarlo?
-Según se entienda: si solo consideramos los medios prodigiosos, los avances astronómicos, las innovaciones productivas deslumbrantes y la acumulación de conocimientos, naturalmente, hemos progresado. Pero antes de dar por buena la respuesta, habría que preguntarse a qué fines se dirige toda esa actividad. El progreso no es la acumulación masiva y variada sin objetivos superiores. El progreso ha de tener un rumbo, una dirección y unos fines. Tener más de lo mismo no es suficiente; el progreso ha de consistir en ser mejores, en ser hombres más libres, más dignos, más justos, más solidarios. Y en eso no veo yo el progreso de la Humanidad: seguimos desgarrándonos en luchas por el poder económico, en nuestra encapacidad de vivir todos juntos a bordo de esta nave espacial que es la Tierra. Yo veo a los hombres obsesionados en ser más, no en ser mejores. (...)
- Bueno, todo llegará.
Y así profesor y doctor siguen comentando la reunión que Tierra, Agua, Aire y Fuego celebraron en Venecia. Después de mencionar a Calvino y a Adam Smith, interviene el doctor para decir:
- Un momento. Antes de filosofar sobre el tiempo y la vida, acláreme una cosa: ¿secunda usted a los Cuatro en el rechazo al mercado?
- Claro que no, hombre. No atacamos al mercado, nos defendemos del defendemos del mercado, que no es lo mismo. Nadie en su sano juicio suprimiría el mercado. Es algo imprescindible para el intercambio de producción en las sociedades avanzadas. El problema está en quienes se amparan en la supuesta "mano invisible" para abusar de su poder vendedor o comprador con recursos superiores que les permiten imponer condiciones. No confunda usted "economía de mercado" con "sociedad de mercado", en la que todos los bienes y recursos, incluso las personas, se tratan como mercancías. Una sociedad en la que todo se pretende afrontar con dinero.
Me quedo con la opinión del Profesor acerca de lo que, realmente, significa la palabra "progreso" y con sus consideraciones acerca de la manera cómo nuestro actual sistema económico-social concibe el mercado.
NOTA. En http://pildoras-para-pensar.blogspot.com/2011/07/mercantilizacion-de-la-realidad.html, se mencionan los Acuerdos de la Organización Mundial de Comercio (OMC) por los cuales el actual sistema convierte "todo" en mercancía, y en http://pildoras-para-pensar.blogspot.com/2011/07/gangrena.html, se indica hasta qué punto esa conversión es perjudicial.
2 comentarios:
Todas estas ideas coinciden en gran medida con las que publiqué hace tiempo en un artículo titulado:
«Todo es posible»: la paranoia del sueño americano
El sueño americano consiste en adjudicarse el poder de convertir los sueños en realidad, de romper barreras y límites, de acercarse cada vez un poco más a lo imposible. ¿Para qué conformarse con levantar un rascacielos de cien pisos si lo podemos construir de ciento cincuenta...? Esto tiene que ver con el progreso, con el camino que algunos se han fijado hacia la libertad. Pero sucede que no existe un progreso en términos absolutos, siempre se orienta hacia un objetivo concreto, del mismo modo que la flecha «progresa» hacia un punto, no viaja indefinidamente por el espacio. Esto significa que hay diferentes tipos de progresos en función de la meta que uno se haya fijado previamente. Yo puedo progresar hacia la obtención de riquezas, hacia la consecución de un comercio justo, hacia la disminución de la criminalidad en mi país (y en este caso hablaríamos de progreso negativo).
La economía liberal se ha apropiado de la idea que consiste en afirmar que «todo es posible» para suprimir los obstáculos legales y gubernamentales, de manera que el estado no pueda ni deba poner trabas al libre enriquecimiento, al libre comercio, a la libre expansión de las empresas cuyo único afán consiste en sacar beneficios en la bolsa.
Y de este modo, el sueño que algunos conservamos de un mundo más justo y equitativo queda anulado por la despiadada competencia que los mercaderes establecen entre sí para llegar a ser más ricos y ostentar más lujos que ninguno. Es decir, han orientado la flecha hacia un «más tengo, más puedo, más quiero.»
Y esta fiebre se ha expandido y sigue expandiéndose hoy por todas partes, hasta lograr que no haya impedimentos de ninguna clase para destruir el mundo, aniquilar el porvenir de las próximas generaciones y devastar zonas enteras que nunca más volverán a ser fértiles.
Conclusión: el sueño americano no consiste sino en lanzar el siguiente grito de guerra: «dejadme enriquecerme a mí, que soy bolsista y liberal, aun a costa de arruinar al resto de la población.»
Esto lo vemos muy bien con un ejemplo reciente:
«Cuatro compañías de tabaco han denunciado al gobierno de EEUU por la nueva normativa que obliga a imprimir en las cajetillas imágenes explícitas sobre las consecuencias de fumar, alegando que violan su derecho de libertad de expresión y el alto costo de imprimirlas, informa EFE.»
De nuevo los empresarios de la industria tabacalera reclaman «libertad» cada vez que el estado se atreve a entorpecer su camino hacia la ganancia. Esta gente no quiere límites de ninguna especie, porque poner límites equivaldría a implantar un mínimo de responsabilidad. Pero si todo vale, con tal de enriquecerse, ¿no acabarían antes liquidando a la humanidad entera para apoderarse acto seguido de los pequeños tesoros que cada quien encierra en su casa?
Pido disculpas por la extensión de mi mensaje.
No te disculpes; está bien todo lo que has dicho. Por eso, tenemos la obligación de defendernos.
No había leído tu artículo «Todo es posible»: la paranoia del sueño americano.
Un saludo
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