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miércoles, 11 de abril de 2012

Competitividad

    En un artículo periodístico, Enrique Gil Calvo, profesor de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, dice que la situación a que conduce el actual sistema económico "exhibe fascinantes paralelos con la súbita extinción de la cultura de los moaís que tuvo lugar en la Polinesia isla de Pascua. En la isla de Pascua, en un "páramo perdido, árido y casi desierto a miles de kilómetros de las costas vecinas", hay una serie de "estatuas gigantes, cerca de 900 en total".

      Pero, ¿a qué se debió la extinción de esa cultura? ¿qué significado tienen esas estatuas gigantes? He aquí la explicación de del profesor Gil Calvo.

     "Pues bien, esos impresionantes moaís fueron erigidos con fines ceremoniales por una floreciente civilización que se embarcó en un proceso de crecimiento acelerado cuyo cenit culminante se alcanzó en el siglo XVII de nuestra era, para precipitarse a partir de ahí en una vorágine de autodestrucción colectiva que acabó con la civilización de la isla de Pascua justo antes de la llegada de los colonizadores europeos".

     "El mejor relato de esa tragedia cultural se contiene en un libro de obligada lectura, Colapso (2005), del geógrafo evolucionista Jared Diamond, que la utiliza de pedagógica ilustración (entre otras extinciones análogas, como la de los mayas de Yucatán o los vikingos de Groenlandia) para explicar cómo la intensificación de la competencia por los recursos puede acabar con el suicidio colectivo de los competidores. Para ello Diamond recurre a la llamada   tragedia de los comunes, propuesta por el biólogo Russell Hardin en 1968, que predice el agotamiento de los ecosistemas a partir de un cierto umbral de explotación. Pero la originalidad de Diamond reside en que, pese a ser un ecologista reconocido, deduce que la causa última del colapso no es biológica sino social. Lo que hace al sistema inviable y le fuerza a colapsarse no es la escasez de recursos sino el exceso de su explotación, como un efecto solo derivado de la escalada social de la competición. Los diferentes clanes de Pascua se embarcaron en un juego colectivo de prestigio ostentoso donde todos pugnaban por superar a los demás en la erección de los moaís, para los cuales no dudaron en agotar el bosque del que extraían la madera para transportar las piedras a edificar. Y al escasear la madera dejaron de producir canoas con las que pescaban su principal fuente de proteínas. Pese a lo cual siguieron erigiendo moaís cada vez mayores hasta que ya no pudieron hacerlo más.  Entonces los golpistas tomaron el poder, estalló la guerra civil y la isla de Pascua se desangró hasta extinguirse.

     El paralelo reside en el concepto de competición, alimentado por la sociedad, que conoce que el consumo no es panacea que resolverá todos los problemas de la humanidad y "que si todos los habitantes del mundo quisieran vivir como el ciudadano español medio harían falta los recursos de dos planetas para poder soportarlo", (María Novo, pág.80).

      Para competir las empresas transnacionales buscan los lugares en los que los salarios son más bajos y los controles ambientales escasos o nulos, apoyados por la Organización Mundial de Comercio (Obstáculos Técnicos al Comercio) y el Banco Mundial (Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones)

5 comentarios:

Óscar Gartei dijo...

Me parece interesante el concepto de extinción por motivos sociales. La verdad es que si la civilización dejase de obcecarse con modelos caducos y estuviera dispuesta a readaptarse, el daño que ya hemos infligido al planeta al menos no crecería, y podríamos afrontar otra etapa un poco menos oscura. Pero somos animales prisioneros y en absoluto racionales.

Lorenzo Garrido dijo...

Voy a poner íntegro un artículo que publiqué en 2010 y trata este mismo tema:

EL ENIGMÁTICO CASO DE LA ISLA DE PASCUA

17 de junio de 2010

La Isla de Pascua se sitúa en la Polinesia, en pleno océano Pacífico. En la actualidad pertenece a la bandera de Chile. Pero su pasado es uno de los más enigmáticos de la historia de la humanidad. De este pasado deberíamos sacar severas advertencias para el porvenir del planeta, de seguir obrando como lo hacemos en la actualidad.
Los aborígenes de aquella isla del Pacífico eran los Rapa Nui, cuya procedencia se discute aún: para algunos científicos, este pueblo procedía de Tahití; para otros, eran originarios de América del Sur.
Fue un pueblo próspero, que disfrutaba de un clima agradable y de un paisaje fértil, con fauna y flora variopintas¹. Esta sociedad se dividía en férreas clases², rendía culto a sus antepasados y deificaba a los dirigentes. La igualdad brillaba por su ausencia.
Se cree que a consecuencia de una sobre-población surgieron rivalidades entre los distintos clanes, las cuales condujeron a la guerra y posterior extinción de la población entera.
Comenzaron a cortar los árboles de manera atropellada cuando los gobernantes, henchidos de orgullo, decidieron competir en monumentos a la memoria de sus ancestros. Las famosas estatuas, conocidas con el nombre de «moáis», son lo único que ha quedado de esta cultura, extinta porque fue presa de la prepotencia y la ignorancia de los habitantes.
Exactamente lo mismo que está sucediendo con nuestra opulenta civilización del Consumo a manos llenas, cuyo símbolo será –cuando todo haya acabado para nosotros– una simple y cilíndrica lata de coca-cola. Ese será el triste legado que dejaremos a las generaciones futuras: un campo estéril, con miles de desperdicios y latas vacías por doquier.
¡Y con eso tendrán que alimentarse los que nos sucedan en el tiempo!
Hay personas, muchas personas, que no lo quieren ver, cierran los ojos como si con ellos no fuera la cosa. Yo imagino al pueblo Rapa Nui cuando se dispuso a destruir el hábitat que permitía su existencia³, la existencia misma de este pueblo dirigido por la opulencia, la ceguera y el orgullo.
Y la historia se está repitiendo de nuevo, pero esta vez a escala mundial.
Si los habitantes de la Isla de Pascua se aniquilaron a sí mismos, podemos pensar que ése era su problema. Pero en estos momentos la mundialización se está llevando por delante a todos, inocentes y culpables, cómplices o ajenos a esta dinámica destructora que tanto caracteriza al sistema capitalista.
Aquí pagan justos por pecadores; y lo peor es que no habrá una segunda oportunidad para nadie. Hemos transformado el mundo en otra Isla de Pascua.  
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¹«Actualmente hay pocos árboles en la isla. Los que hay forman pocas veces un pequeño grupo. Parece ser que el bosque de palmeras original fue deforestado por los nativos, utilizando la madera para erigir las estatuas de los moais. [...]
Recientemente se cita como ejemplo de deforestación en la película Home (documental).»
Fuente: Wikipedia

Juliana Luisa dijo...

Muchas gracias a los dos por estar ahí y expresar vuestra opinión. Desconocía el texto de Lorenzo y le agradezco la inclusión integra en su comentario.

Un cordial saludo

Máximo Pretoria dijo...

Jared Diamond es un gran gran investigador y escritor, sus libros rara vez bajan de las 600 páginas. Aparte de COLAPSO, el que más me ha gustado por lo novedoso de sus investigaciones históricas es ARMAS, GÉRMENES Y ACERO, una obra colosal que abarca los avances de la humanidad en los últimos 13.000 años. Una lectura muy recomendable...

Juliana Luisa dijo...

No conocía el libro de Jared Diamond. Me he limitado a copiar lo que decía el profesor Gil Calvo.
Muchas gracias por esta aportación tuya.
Un saludo