Una jornada laboral más reducida , preconizada por el movimiento político, social y económico denominado decrecimiento, hace que posible que las personas tengan más tiempo libre para dedicarse a lo que, realmente, les gusta y, realmente, les hace felices.
Según cuenta Jeremy Rifkin en su obra El fin del trabajo (pág. 286), la antropóloga Margaret Mead apuntó en una ocasión que "si observamos detenidamente, veremos que casi todo lo que realmente nos importa, lo que encarna nuestro más profundo compromiso con la manera en que la vida debe ser vivida y valorada, depende, a menudo, de algún modo, de muchos modos de voluntarismo". Por ello, una jornada laboral reducida, dice Rifkin, dará lugar a fortalecimiento del voluntariado o tercer sector; porque en el tercer sector es donde las personas pueden experimentar con mayor placer los aspectos positivos de la vida y de la naturaleza.
Las organizaciones que conforman el tercer sector son de muchas clases y cumplen muchas funciones. El tercer sector asume tareas y servicios que no el sector público (gobierno) ni el sector privado (mercado) son incapaces o no desean realizar, y, a menudo, actúan como defensores de grupos cuyos intereses fueron ignorados por las fuerzas del mercado o rechazados por los consejos de gobierno, como, por ejemplo, proporcionar alimentos o ropas a los pobres, atender a los enfermos, colaborar con centros educativos en la organización de actividades extraescolares o en tareas de apoyo a algunos alumnos, preservar el medio ambiente, etc. Se incluyen en este sector, las organizaciones que intentan influir en la opinión pública y la redacción de leyes, organizaciones en las que mucha gente aprende a practicar el arte de la participación democrática. Finalmente, el sector formado por los voluntarios es donde las personas pueden relajarse, divertirse: teatro, coros, orquestas, ...
Algunos analistas, entre ellos J. Rifkin, indican que debería hablarse de primer sector, puesto que, históricamente, es anterior a sector público y el sector privado: tanto los gobiernos como los mercados son criaturas relativamente muy recientes.
Es posible, como se ha hecho los últimos años, crear un ambiente en que el ser humano no pueda o, incluso, no sienta la necesidad de manifestar su verdadera naturaleza, pero, antes o después, no importa de qué forma, las personas empiezan a comportarse como seres humanos. Basta observar el nacimiento y actuación del movimiento 15-M: sus asambleas, sus propuestas, su trabajo, por ejemplo, para evitar los desahucios o para evitar los fraudes que, con frecuencia, se llevan a cabo al determinar el euríbor en el caso de las hipotecas (http://economia.elpais.com/economia/2012/02/25/actualidad/1330161352_392075.html).
Debería ser seriamente considerada la posibilidad de que la crisis, después de haber dejado al ciudadano en situación de arreglarse así mismo, se convierta en vehículo para la creación de una interesante era de posmercado. Tim Jackson dice: "Tenemos que crear una economía que apoye nuestro altruismo". Sin embargo, para empezar habría que no menospreciar la presión, que los mercados y las instituciones que los avalan, son capaces de ejercer para que, después de la crisis, todo siga igual.
3 comentarios:
Crucemos los dedos para que este modo de entender la vida se vaya generalizando cada vez más.
Pienso que nuestra especie tiene potencial para afrontar los problemas coyunturales en los que se encuentra. Tiene potencial pero, asimismo, un poderoso lastre, encarnado en la figura de político y empresarios deshumanizados.
Cambiando el proceder de los mercados, quizá restando trascendencia a la acumulación de dinero, el ser humano podría volverse más libre y feliz. Idealmente, eso lo llevaría a ser más altruista -al no verse impelido a acumular riquezas-, y poco a poco saldríamos del atolladero.
No obstante, hace falta valor, y un títere político o un multimillonario aficionado a jugar a la bolsa jamás lo hará.
He leído que daria buenos resultados obrar como se hace en el buen fútbol. Vaya por delante que no se nada de fútbol y no me gusta el fútbol. Parece que, contrariamente a lo que suele pensar el profano, el buen fútbol no se juega hacia adelante, sino siemore havia los lados y desde las bandas. La crisis no será abordable con eficacia mediante ataques de frente -frente a su cara dura- sino a través de nuevas maneras de pensar y actuar las personas. Por ejemplo, cambiarían muchas cosas si las personas toman conciencia de que pueden ser más felices haciendo lo que les gusta que no trabajar más para consumir más.
Un saludo a los dos. Muchas gracias por vuestro comentarios, aunque así no parezca, siempre se aprendealgo nuevo.
Publicar un comentario