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miércoles, 13 de marzo de 2024

Objetivo de Desarrollo 3

     Como ya he indicado en "píldoras" anteriores, hoy voy a resumir una noticia que supone alcanzar más de una meta del Objetivo de Desarrollon Sostenible 3, relacionada con una enfermedad tropical, el dengue, y que he leído en El País.Planeta Futuro del 17 de febrero de 2024.

     Esta enfermedad tropical se transmite por el temido mosquito Aedes aegypti  y que provoca fiebre, dolores musculares y, en el peor de los casos hemorragias y muerte, ha colocado a medio país en estado de alarma. En lo que va de año, ya se cuentan más de 530.000 casos y 90 fallecidos, los peores datos en 40 años,

     En la noticia se indica que Brasil se ha convertido en el primer país del mundo que, para afrontar esta crisis sanitaria, incorpora una vacuna del dengue a las que ofrece la sanidad pública. La campaña de inmunización ha empezado recientemente.

     Aunque la vacuna ya se ha certificado como segura a nivel internacional, falta conocer a fondo su nivel de eficacia en grandes grupos de población y cómo puede usarse en políticas públicas, según explicaron en una rueda de prensa celebrada en responsables del Ministerio de Salud.

     En paralelo, también hay esperanzas depositadas en otra vacuna, esta vez producida en Brasil. Se trata de la desarrollada por el Instituto Butantán,  una institución pública referencia en inmunizares. De momento se sabe que tiene un 80% de eficacia, aunque aún tiene que pasar varios trámites antes de ser aprobada y probablemente solo podrá empezar a aplicarse en 2025. Su gran ventaja es que es de dosis única, lo que permite proteger a más gente en menos tiempo.

      Al margen de las vacunas, Brasil también trabaja desde hace años con el llamado método Wolbachia: mosquitos criados en laboratorio con una bacteria que les impide transmitir el dengue a otros mosquitos y, en consecuencia, a la población humana circundante. A la larga, estos mosquitos modificados procrean y superan a la población nativa, reduciendo la capacidad de transmisión, no solo de dengue sino también de zika, chikungunya y fiebre amarilla.

     La vacuna y el mosquito manipulado son estrategias a medio y largo plazo, pero mientras, en la línea de frente, los agentes de salud no descansan. Muchas ciudades reservan alas de los hospitales para pacientes con dengue y en las afueras de Brasilia, una de las regiones más afectadas, ya hay incluso hospitales de campaña administrados por militares. También se ha intensificado la fumigación en las zonas más sensibles y se han reforzado las campañas de concienciación para que la población no deje agua estancada en maceteros, terrazas o restos de basura. La mayoría de personas contrae el dengue por culpa de criaderos de mosquito cercanos a sus casas.

     Las autoridades atribuyen este brote histórico a los efectos del cambio climático y de El Niño, que este verano ha barrido Brasil con más olas de calor y más intensas de lo habitual y lluvias torrenciales, un paraíso para el mosquito transmisor, como explicaba la secretaria de Vigilancia en Salud del ministerio, Ethel Maciel. “Con el cambio climático ya estamos viendo dengue donde no había, incluso en Europa, así que habrá que tener más control. Brasil puede ayudar al resto del mundo a decidir lo que hay que hacer”, confió.

     Debo confesar que, que obsesionada, con la decisión de Europa de prepararse para una posible y, en este caso, del empleo de armas nucleares había olvidado la Agenda 2030 y  sus Objetivos de Desarrollo Sostenible.

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