Ese es el título de un artículo escrito por el premio Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz, en el que este profesor de la Universidad de Columbia comenta el hecho de que los países ricos imponen a los países pobres políticas que ellos no desarrollan en sus propios países. Aunque no se trata de ninguno de los casos mencionados por Stiglitz, me parece interesante señalar la política adoptada por la Comunidad Económica Europea (CEE) cuando se creó en 1957.
Desde su creación, la CEE consideró imprescindible conseguir una soberanía alimentaria; el general De Gaulle solía decir, refiriéndose naturalmente a Francia, que "un país que no es capaz de alimentarse a sí mismo, no merece la pena de ser un país". Además, la CEE consideró imprescindible promover mejoras en el ámbito rural que permitieran aproximar el nivel de vida de los agricultores al resto de la población. Hay que resaltar la importancia que la vida rural tiene en la realidad social de todos los países: la agricultura, además de proporcionar alimentos, desempeña un importante papel social y medioambiental.
El sistema seguido para conseguir los objetivos anteriores fue muy sencillo.
1. Para algunos productos agrícolas y ganaderos, se aplicó una férrea protección en frontera -elevadas barreras comerciales, ninguna importación-, y un sistema de compra y venta de excedentes por parte de la Administración.
2. Para aquellos productos agrarios en los que la CEE era deficitaria se procedió a la liberalización de las importaciones -ausencia de barreras comerciales- y ayudas directas a los agricultores que se dedicasen a su producción.
3. Y, por último, para las frutas, verduras y hortalizas, el sistema seguido se basaba en un precio mínimo de importación y unos sistemas espaciales de eliminación de excedentes.
Los primeros diez años, esta política constituyó un éxito. La Política Agraria Común (PAC), diseñada en una época en la que Europa era deficitaria en la mayoría de los alimentos, contribuyó al crecimiento económico y permitió proporcionar a los consumidores europeos una amplia gama de productos agrícolas y ganaderos; además logró una equiparación de la renta agrícola con el resto de los agentes económicos, es decir, logró erradicar la inicial pobreza rural.
Al entrar en el gigantesco edificio que el Banco Mundial tiene en Washington llama la atención, antes que nada, el lema de la institución: nuestro sueño es un mundo sin pobreza. Si su sueño es un mundo sin pobreza, ¿por qué el Banco Mundial, en lugar de aconsejar, junto con el FMI (en la práctica, más que un consejo fue una imposición) a los países subdesarrollados el abandono de las políticas "comida antes que nada" a favor de las políticas "exportaciones antes que nada", no les asesoró (o asesora) en el diseño de políticas parecidas a las diseñadas po la CEE?
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