Subir
los impuestos al tabaco, el alcohol y las bebidas azucaradas en África:
un triple salvavidas en tiempos de recortes a la ayuda al desarrollo. es el titulo de una noticia publicada en El País. Planeta Futuro, 30 de julio de 2025
Como ocurre en otras regiones del mundo, África cobra impuestos al consumo de tabaco, alcohol y bebidas azucaradas. Pero no lo hace al nivel que podría y debería para ajustar las cuentas
de sus sistemas de salud ni para reducir su consumo. Subir los tributos
de estos productos sería no solo un salvavidas contra las enfermedades no transmisibles --como la obesidad, la hipertensión y la diabetes-- que azotan el continente , sino que sería un alivio financiero en tiempos de recortes de hasta un 70% de la ayuda oficial al desarrollo. demás, permitiría reducir la carga que generan al sistema sanitario las
enfermedades prevenibles que se derivan de estos consumos. Este es el
llamado que han hecho la ONG Vital Strategies, el centro de
investigación economics for Health y la unidad investigativa en economía
de la Universidad de Capetown en su informe El futuro de la financiación sanitaria en África: el papel de los impuestos a la salud..
El doctor Adam Kaparti, coautor del informe y vicepresidente senior de
Vital Strategies, advierte de que algunos países africanos no han
conseguido aún que este tipo de gravámenes reduzcan el consumo de
tabaco, alcohol y bebidas azucaradas. “Es necesario subir los impuestos,
pero también su estructura: es importante la forma en que se imponen.
Hay muchos elementos de diseño de una estructura fiscal eficaz que los
países podrían emplear. Por ejemplo, asegurarse de que el tipo
impositivo aumente a medida que aumenta la inflación, de modo que el
impuesto no se reduzca con el tiempo”, explica el también director de la
división de Programas de Salud Pública en Vital Strategies en una
vídeollamada desde Nueva York.alud, publicado este martes.
. El uso de impuestos sobre la salud es recomendado a nivel mundial ―junto
con otras medidas― para reestructurar las finanzas de los servicios
sanitarios. De hecho, el Compromiso de Sevilla, el documento adoptado por consenso en la pasada IV Conferencia de Financiación para el Desarrollo,
incluyó el compromiso de considerar introducir o incrementar los
impuestos al tabaco y el alcohol “con un claro potencial para aumentar
los ingresos internos y reducir los factores de riesgo de las
enfermedades no transmisibles”.
Por supuesto, reconoce Kaparti, la subida de impuestos no es la única
solución para aliviar las cuentas del sector salud. El Centro para el
Control y la Prevención de Enfermedades de África, por ejemplo, lidera una estrategia en el continente para impulsar el aumento de los nacionales en Sanidad,
la creación de mecanismos de financiación innovadores y la
consolidación de alianzas público privadas. En países donde la
financiación de los donantes representaba el 30% del gasto en salud, la
búsqueda de alternativas apremia.
Los impuestos, defiende el recién publicado estudio, son una alternativa
para balancear las finanzas. Y en cada producto, hay trabajo por hacer.
En el caso del tabaco, el documento alerta de que “las respuestas
políticas siguen siendo débiles en todo el continente”. La media de la
tasa impositiva es del 41% en el continente africano, un nivel muy por
debajo del 75% recomendado por la OMS: solo Mauricio cumple con esa
proporción. Esto no ha cambiado pese a que el tabaco es un problema de
salud pública en el continente. Se calcula que hay unos 60 millones de
consumidores mayores de 15 años en África y hasta unos siete millones de
usuarios adicionales que tienen entre 13 y 15 años, según datos de la
Organización Mundial de la Salud (OMS). Allí, unas 200.000 muertes
tienen relación con el consumo de tabaco.
En cuanto al licor, se calcula que es consumido por tres de cada 10
personas en el continente y que causa unas 300.000 muertes anuales en
forma de enfermedades hepáticas, deficiencias cardiovasculares, cáncer o
siniestros viales. Los autores del estudio lamentan que solo el 23% de
los países con impuestos específicos para el alcohol hacen ajustes en
función de la inflación. Además, solo tres países ―Sudáfrica, Guinea
Ecuatorial y Namibia― aplican tasas especiales según el nivel de
alcohol.
A su vez, el creciente consumo de bebidas azucaradas en
África ha agravado los problemas de obesidad, diabetes y enfermedades
cardiovascular. En Nigeria, por citar un caso, su ingesta ha subido un
123% entre 2008 y 2022. Si bien el 80% de los Estados aplican gravámenes
a las bebidas azucaradas, la mayoría tiene tasas bajas ―un 3,4% de
media― y políticas deficientes de recaudo.
“Los países
soportan cada vez más la carga de enfermedades no transmisibles y aquí
tenemos la oportunidad de cambiar esa trayectoria. Los impuestos son una
de las formas más eficaces y rentables de prevenir esas muertes”,
sostiene Karpati, que ha trabajado en proyectos que buscan reducir daños
a la salud relacionados con el alcohol.
No obstante,
África se enfrenta a poderosos lobby y a otros obstáculos a la hora de
reformar el sistema de impuestos a la salud en estos productos. “Se
trata de productos muy rentables para las industrias que los producen, y
estas invierten mucho en contrarrestar cualquier intento de los
gobiernos de imponer impuestos. A menudo, esgrimen argumentos sobre el
posible impacto en el comercio ilícito o el desempleo”, describe
Karpati.
Por eso, el recién publicado estudio dedica una
parte a responder a miedos ―o incluso mitos― sobre estos cambios
fiscales. Por ejemplo, ante la idea de caída de los empleos, los
investigadores, citando otros estudios, defienden que “cuando las
personas gastan menos en productos nocivos, suelen destinar ese dinero a
otros bienes y servicios, lo que mantiene la inversión en la economía”.
Otro temor extendido entre la opinión pública es que
estos impuestos afecten de manera desproporcionada a las personas más
pobres. “La idea es errónea”, responde el estudio, “no tiene en cuenta
los beneficios sanitarios y económicos a largo plazo asociados a la
reducción del consumo”. “Si bien es cierto que los hogares más pobres
suelen destinar una mayor proporción de sus ingresos a estos productos
(y soportan una parte desproporcionada de la carga de las enfermedades
relacionadas), también son más sensibles a los aumentos de precios, lo
que significa que son más propensos a reducir el consumo”, detalla.
La
clave, para Karpati, es que los gobiernos comuniquen correctamente los
ajustes fiscales a los ciudadanos. “Deben transmitir al público las
razones por las que son importantes, vincular el aumento de los
impuestos con los beneficios para la salud y con el aumento de los
ingresos que se invertirían de manera adecuada”. Si un gobierno quisiera
introducir correctamente estos cambios, añade, hay organismos
internacionales y ONG dispuestas a prestar asesoría técnica.
Por
otra parte, Serah Makka, directora ejecutiva de la ONG ONE Africa, que
participó en la presentación virtual del reporte, resaltó que es vital
generar confianza en los ciudadanos para que las subidas de impuestos
sean aceptadas. Para Makka esto conseguiría con una estrategia
gubernamental de transparencia, en la que el Estado informe cuánto de
está recaudando por estos tributos y dónde se está invirtiendo.
Algunos
países africanos ya han conseguido avances. El informe resalta casos
como el de Cabo Verde, que en 2021 impuso su modelo de impuestos a los
cigarrillos que aumenta año a año para mantenerse al día con la
inflación. Kenia, por otra parte, si bien tiene tasas bajas para los
licores, ha desarrollado un sistema de seguimiento y localización para
reducir el comercio ilícito. Y, desde 2018, Sudáfrica aplica un impuesto
a bebidas azucaradas que redujo las ventas de este producto.