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jueves, 5 de enero de 2012

El fetiche del crecimiento

     El fetiche del crecimiento (1ª ed. año 2001) es el título de un libro de Clive Hamilton, director ejecutivo del Australian Institute, el gabinete de estudios australiano más importante para asuntos de interés público. Noam Chomsky, famoso lingüista, filósofo y activista estadounidense, ha indicado que es "un libro que se echaba en falta y que de de lleno en el clavo".

     Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE), fetiche es un "ídolo u objeto de culto al que se atribuye poderes sobrenaturales, especialmente en los pueblos primitivos".

     Es interesante la precisión que hace la RAE: "especialmente en los pueblos primitivos".  John Sulston, premio Nobel y uno de los principales científicos responsables del Proyecto Genoma Humano público, en una ocasión, cuando un periodista le preguntó si sentía nostalgia de los años sesenta, dijo: "Nuestro comportamiento internacional es muy primitivo (el subrayado es mío), y esa es la razón de las grandes disparidades de riqueza y, en último término, del miedo y de la inseguridad en que vivimos".

     Nuestros políticos dicen estar preocupados por la posible ralentización del crecimiento económico, pero no indican si su aceleración puede hacer necesario sacrificar algo de desarrollo humano . Para Hamilton, este ídolo -el crecimiento económico- ocupa un lugar central entre los males de nuestra sociedad; e indica que necesitamos una nueva política del bienestar, una política que vaya más allá del crecimiento productivista y que aspire a "una sociedad en la que la gente pueda dedicarse a actividades capaces de mejorar su bienestar individual y colectivo". (p. 19)

     A este ídolo no le gusta la democracia: los gobiernos, a los que ha secuestrado, son sus sacerdotes y, éstos, en su nombre nos han engañado en muchas cosas; como botones de muestra, solo dos ejemplos:

     1. Como buenos sacerdotes, nos dijeron que era el único y verdadero dios, el único posible objeto de culto, pero la experiencia de los últimos años nos ha demostrado que no es verdad: hay alternativas.

     2. Nos dijeron que su ídolo será capaz de mejorar el el nivel de vida general. Hemos podido comprobar que no es verdad: no es verdad ni eso de "en general",   ni eso de "mejorar el nivel de vida", porque, entre otras cosas, no nos deja tiempo para pensar y ser nosotros mismos.

     De todas formas, el peor de los males al que conduce el culto a este ídolo es el menosprecio que muestra  hacia los recursos naturales.

     Sin embargo,  al punto a que hemos llegado, no es fácil -aunque no imposible- destronar a este ídolo: es necesario cambiar políticas económicas y maneras de hacer de los ciudadanos.

3 comentarios:

Óscar Gartei dijo...

Las opciones han estado, y están, siempre ahí. Ocurre que en esta carrera suicida, cuyo trayecto tiene lugar entre dos puertas -nacimiento y muerte-, casi no tenemos tiempo de echar un vistazo a las puertas y ventanas que pasan volando a nuestro lado.

Fijamos la idea de la competitividad, del consumo, del crecimiento, del tener más... y ese brillo nos ciega más que el sol. ¿Cómo vamos a ver otra cosa en esta tesitura?

Hay que hacer un alto en el camino y pensar. ¿Qué estoy haciendo? ¿Es esto lo que quiero? Poco a poco, entre todos, con errores y aciertos, saldremos de ello; eso espero.

J. Felipe dijo...

Efectivamente, una de las "máximas" en que se basa esta teoría del "pensamiento único" que tiene secuestrada a la mayor parte de la clase política -y a una buena parte de la población-, es la del "crecimiento perpetuo". Y además a un alto ritmo que hasta para eso se ha echado mano de la vanidad.

Las consecuencias de ese modo de pensar son obvias y han conducido a la crítica situación en que se encuentran todas las sociedades del orbe. Hasta China y Brasil empiezan a resentirse, en lo económico, de esa misma filosofía.

A tentor de la elocuencia de las cifras que presentan las principales instituciones internacionales, el hambre y la miseria ha crecido en todo el mundo, el número de personas que mueren de hambre ha aumentado y un sinfin de etcéteras que demuestran que este modo de entender la globalización ha resultado un fiasco en términos generales.

¿Que vivimos mejor que antes? Esto es una pregunta con trampa que desde la cima de la pirámide del poder se hace con frecuencia de forma más que malintencionada. Claro que vivimos mejor que... ¿cuando? ¿hace 500 años, 200, 100 o 20?

Cuando la democracia daba sus primeros pasos en España después del fin del franquismo, los que añoraban el régimen decían: "Con franco tuvimos tele, lavadoras y frigorífico", pero su memoria había perdido el rastro de aquellas casi 200.000 personas que perdieron su vida en los años inmediatamente siguientes a la guerra civil, por tener solo un delito común... "pensar diferente".

Saludos.

Juliana Luisa dijo...

Elemento Cero y J.Felipe, sin duda, me parecen muy acertadas vuestras consideraciones.
Es cierto, como dice Elemento Cero que es necesario detenerse y pensar, pero para eso se necesita tiempo y contar con información, pero, en general, el sistema se cuida de no dar, gratuitamente, ninguna de esas dos cosas. Hay que arreglar ese problema.
Es curioso que, como dice J. Felipe, se nos diga que aumenta el número de personas que nueren de hambre, al mismo tiempo que nos indican que vivimos mejor que antes. Quienes sí afirman, ¿qué entiende por vivir menor que antes? ¿qué hemos suprimido de nuestras vivas las características que nos hacen ser una especie única en el universo, el último eslabón de la evolución? ¿vivimos mejor porque no pensamos, porque no sabemos qué significan las palabras solidaridad y empatía?
Un saludo a los dos. Muchas gracias por vuestros comentarios, siempre enriquecesores.