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viernes, 15 de noviembre de 2024

Crimen de guerra Israel

      Israel ha cometido crímenes de guerra y de lesa humanidad por desplazamiento "forzado, masivo y deliberado" de casi toda la población de  Gaza de forma repetida y "sin razón militar imperiosa desde que comenzó la presente guerra en octubre de 2023, según un informe de Human Rights Watch (HRW) que fue publicado el  14 de noviembre de 2024. El texto añade que los planes para expulsar de manera permanente a los palestinos de la Franja, expresados por algunos miembros del Gobierno israelí suponen una "limpieza étnica".

     Esta organización humanitaria reclama que el Estado judío sea sancionado y que se deje de venderse armas -cita expresamente a Estados Unidos y Alemanía-  que suponen "un cheque en blanco para nuevas atrocidades". Además, solicita que el Tribunal Penal Internacional (TPI) de la Haya investigue esas órdenes del ejercito israelí de desplazamiento de cientos de miles de personas -un desplazamiento que afecta a 1,9 de los 2,3 millones de gazatíes - y de la negativa al retorno impuesto. 

    Además, añade HRW, Israel incumple también las leyes por las que se rige la guerra y el Derecho Internacional Humanitario (DIH) al destruir infraestructuras y edificios en "gran parte del territorio". En algunos casos lo han hecho para crear corredores para el ejército o  espacios vacíos que van a impedir el regreso de la población a esos lugares. Los ataques se suceden también sobre las vías de escape que señala el ejército, que ha destruido también de "manera intencionada"  la infraestructura que necesita la población para sobrevivir, Entre ellos, hospitales, escuelas, infraestructuras de agua y energía, panaderías o tierras agrícolas.

     Esto es solo parte de informe de Human Rightr Watch (HRW). Debo decir que no estoy de acuerdo con ese informe. En ninguna guerra, los ejércitos se preocupa de no destruir las infraestructuras que la población necesita para sobrevivir. Decimos "no a las guerras", no son propias del verdadero ser humano, empático, social y solidario 

Prácticas agroecológicas. África

 Al casarse con 17 años por presiones familiares, Mariama Sonko se fue a vivir a Niaguis, el pueblo de su marido, un pequeño núcleo agrícola en la región de Casamance, al sur de Senegal. Allí empezó a trabajar la legumbre y se involucró en una asociación de campesinas. Constató con rabia que la tradición impedía a las mujeres poseer tierras y que solo podían aspirar a alquilarlas en condiciones abusivas. Ya podían decir las leyes lo que quisieran: el peso de la costumbre convertía su supuesto afán igualitario en papel mojado.

Hace unos 20 años, un episodio de injusticia sangrante soliviantó especialmente a la joven Sonko. Ella y un grupo de agricultoras habían alquilado unas hectáreas a un marabout, un líder religioso islámico. Tras años de duro trabajo —de desbrozar, arrancar malas hierbas, arar y sembrar de sol a sol— el marabout les comunicó que quería rescindir el alquiler. No por casualidad, el hombre tomó su decisión justo cuando la tierra empezaba a producir buenas cosechas. “Me indigné. Le dije que no podía echarnos precisamente al comprobar que nuestro esfuerzo estaba dando al fin sus frutos”, narra Sonko a este periódico en un parque de Turín, donde viajó a finales de septiembre para participar en Terra Madre, la feria organizada por el movimiento de alimentación sostenible Slow Food.

 Sonko pagó cara su rebeldía frente al líder religioso. “Se formó un escándalo. Los notables del pueblo me acusaron de enfrentar a hombres y mujeres. Yo respondí que lo que se había hecho con nosotras estaba mal desde una óptica moral. Pero no sirvió de nada”. Pasó a ser una proscrita en Niaguis. Se le prohibió seguir participando en el movimiento asociativo y se le despojó de un cargo que ostentaba en el ayuntamiento. “Intentaron callarme, pero no lo lograron”, afirma orgullosa, con su pose firme, de movimientos escuetos, y su voz rotunda.

Sonko, que tiene actualmente 52 años, cuenta que, siempre que han intentado humillarla, en lugar de amilanarse, ella se ha venido arriba. Ocurrió cuando, de pequeña, visitaba a la familia de su madre en Dakar. Algunos niños la acosaban por ser jola, la etnia mayoritaria en Casamance, otros la llamaban “perra hambrienta”. “En la capital, hay quien nos considera unos salvajes. Siempre he sido físicamente fuerte. Me enfrentaba a ellos y, si era necesario, les pegaba para que entendieran que sería la última vez que me decían eso”, explica.

 Cuando se produjo el incidente con el marabout, Sonko ya había alcanzado notoriedad en la región, entre otras cosas, por ser gestora en la federación de organizaciones de mujeres en Ziguinchor, una de las tres provincias en que se divide Casamance. “Seguí mi combate desde allí, sensibilizando y formando a compañeras”. En radios y foros. En conversaciones privadas y corrillos de campesinas. Siempre que tenía ocasión, Sonko esparcía su mensaje: la tierra, para quien la trabaja.

Años después, comenzó a observar con preocupación cómo la Alianza para la Revolución Verde en África (AGRA, por sus siglas en inglés), creada en 2006, estaba presionando para imponer un modelo agroindustrial en el continente. Sonko rechazaba la idea de un campo africano sembrado con semillas modificadas genéticamente y plagado de fertilizantes y pesticidas químicos. Poco a poco, fue cristalizando su causa personal, en la que convergen la lucha por los derechos de las mujeres y la defensa de un sistema de alimentación respetuoso con el medio ambiente. Sonko considera natural esta simbiosis ecofeminista: “En África, la agroecología no es más que una forma de soberanía alimentaria de la que se han encargado tradicionalmente las mujeres”.

 En 2011, creó junto a 12 organizaciones de cinco países (Senegal, Burkina Faso, Guinea-Conakri, Mali y Ghana) el movimiento que hoy preside: Nous sommes la Solution  (Somos la solución, NSS, según sus siglas en francés). Sostiene que solo las mujeres podrán encabezar el remedio al problema de la agricultura hipertecnificada e intensiva, que describe como una absoluta catástrofe. “Amenaza con destruir todo lo que nuestros ancestros nos han legado, en especial los suelos fértiles y las semillas autóctonas”, recalca.

 NSS agrupa actualmente a más de 800 organizaciones que representan a unas 175.000 campesinas de ocho países (a los cinco iniciales se sumaron posteriormente Costa de Marfil, Gambia y Guinea-Bisáu). A pesar de la lógica diversidad en un movimiento tan extenso, un objetivo sirve de eje: que las agricultoras sean propietarias de la tierra que cultivan y que produzcan a partir de los principios de la agroecología. Sin química ni deforestación. Sirviéndose de los saberes ancestrales y añadiendo a estos conocimientos científicos e innovaciones adaptadas al contexto.

 Mientras se avanza en esta dirección, NSS pretende que brote entre los hombres una nueva mentalidad que “reconozca el papel de las mujeres como pioneras en el desarrollo delterritorio", continúa Sonko. A pesar de los avances, explica que en los campos de África occidental sigue imperando el “desprecio” hacia la figura femenina. Pervive una sólida inercia apuntalada, salvo excepciones, por un empeño en no cuestionar al status quo: “La mayoría de hombres piensa, sin más, que así se tienen que hacer las cosas porque así se han hecho siempre”.

Respeto al entorno y libertad

NSS rechaza el frente de batalla jurídico y blande armas de persuasión reforzadas con pura lógica. “Insistimos en los beneficios de que las mujeres puedan comprar o heredar tierras. Por ejemplo, porque así el patrimonio de la familia aumenta. Utilizamos este tipo de argumentos para que los hombres se abran”. Según ella, la estrategia está funcionando: “Gracias a nuestro trabajo, muchas mujeres de África occidental cultivan hoy sus propios terrenos”.

Insistimos en los beneficios de que las mujeres puedan comprar o heredar tierras. Por ejemplo, porque así el patrimonio de la familia aumenta. Utilizamos este tipo de argumentos para que los hombres se abran

En el debate estrictamente agrícola, NSS aduce la fuerza de los hechos. “El sector agroindustrial nos acusa de ser ignorantes, de estar trayendo pobreza... Lo mismo de siempre. Nosotras no entramos al trapo, no nos interesa una conversación en términos teóricos o abstractos. Simplemente, invitamos a visitar nuestras granjas para que la gente juzgue por sí misma”. Según Sonko, en las plantaciones que promueve el movimiento todo se armoniza bajo un “sistema sostenible, con biofertilizantes y bioprotectores, que produce buenos rendimientos”. El fin máximo pasa por alcanzar la soberanía alimentaria, aunque nadie corta las alas a aquellas mujeres que quieran volar más alto. No hay freno a la hora de expandir la producción para vender en mercados locales o internacionales. Solo existe una regla: “Servirse de técnicas que no contradigan la preservación del medioambiente”. A partir de ahí, “se puede crecer lo que una quiera”.

     Sonko sigue viviendo en Niaguis, donde cultiva “un poco de todo” en su finca de tres hectáreas, forma sobre prácticas agroecológicas y alienta debates abiertos en torno al “papel de la mujer en las explotaciones familiares y la política local”. Ha llovido mucho desde que los notables del pueblo hicieran todo lo posible por silenciar a aquella joven de voz poderosa que hablaba demasiado.   (Fuente: El Paìs. Planeta Futuro. 9 de noviembre de 2024)

      Me parece importante conocer lo que sucede en África. Lo que no sé es si es adecuado ver hasta qué punto se debe pensar en Agenda 2030. Si fuera así debería pensar en Objetivo de Desarrollo Sostenible 2: "Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible". También habría que pensar en el ODS 5: "Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas".

Seguridad alimentaria

     El panorama es desolador. El número de personas que no tiene qué comer ni hoy ni mañana aumentará de aquí a mayo de 2025. Los conflictos, pero también los estragos climáticos, azuzan el hambre, que se usa en algunos casos como arma de guerra, y los recursos que se destinan a la prevención y a la asistencia humanitaria han disminuido en 2024, por segundo año consecutivo. “Tenemos un problema muy serio en 22 países y en cinco de ellos la situación es catastrófica. Si no actuamos rápido, el número de seres humanos sufriendo hambre extrema va a aumentar notablemente en los meses venideros”, alerta Lola Castro, directora regional para América Latina y el Caribe del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU.

      El tiempo apremia. El PMA, que facilita alimentos en más de 120 países y territorios, y otra agencia de la ONU, la FAO, acaban de publicar un informe,en el que señalan la situación gravísima de cinco países: Sudán, Palestina, Sudán del Sur, Haití y Malí, donde, si nada ocurre, el conflicto, los desplazamientos masivos, los estragos climáticos y una ayuda humanitaria insuficiente pondrán en la cuerda floja la vida de cientos de miles de personas que no tienen acceso a los mínimos alimentos necesarios. A ellos se suman otros 17 Estados que rozan ya la catástrofe debido a la falta de comida y agua en condiciones. La ONU les llama los “puntos críticos” del hambre

      Pregunta. En la ONU evalúan el hambre de 1 a 5. ¿Qué significa en la práctica estar en una fase 5 o catastrófica?

     Respuesta. Significa que te levantas por la mañana y no hay nada para desayunar. El día avanza y sigue sin haber nada para comer, como mucho algo que se consiguió saliendo a la calle, muchas veces hierbas hervidas, como ha sucedido en Gaza, para dárselas a los niños y evitar que lloren de hambre. Los padres y madres no comen. Y así días y días. Son familias que viven hacinadas, en su mayoría, desplazadas en lugares inadecuados, como precarias tiendas de campaña. Son personas que, además de no poder comer, tampoco pueden beber agua en buenas condiciones y no tienen acceso a ningún saneamiento. No hay baños dignos de ese nombre para hacer tus necesidades y esto afecta especialmente a las mujeres. Es decir, no tienen ninguna posibilidad de tener una vida medianamente normal. Es una situación desesperada.

     P. ¿Qué alerta envía este informe?

     R. Tenemos un problema muy serio en 22 países, cuatro más que en nuestro último informe de mayo, y en cinco de ellos la situación es catastrófica. Si no actuamos rápido, el número de seres humanos sufriendo hambre extrema va a aumentar notablemente en los meses venideros. Los conflictos, el cambio climático y las dificultades económicas están hundiendo a mucha gente en problemas que no se van a resolver rápidamente y que pueden empeorar. Necesitamos acceso seguro y más recursos para actuar, porque en términos proporcionales, el porcentaje de población de estos países que pasa hambre extrema es altísimo. Por ejemplo, en Gaza casi nadie está comiendo cada día y en Haití, casi la mitad de la población sufre inseguridad alimentaria. Es la segunda vez en la historia de América Latina y el Caribe que una población entra en una situación de hambre extrema, tras la registrada en 2022, también en Haití.

      P. Ustedes subrayan que los conflictos son el gran acelerador del hambre. ¿Se ha convertido el hambre en un arma de guerra?

     R. En este momento, el conflicto es una de las mayores causas del hambre, porque limita el acceso a los alimentos y por eso el hambre puede considerarse en algunos casos un arma de guerra. En muchos lugares, vemos cómo se han destruido las infraestructuras básicas para que las personas puedan acceder a los alimentos y al agua. Hablo de carreteras, mercados, centros de apoyo nutricional a niños...

     P. En este momento, la hambruna está confirmada en el campo de desplazados de Zamzam, en Sudán, pero ustedes reconocen en su informe que hay otras situaciones igual de graves, que, por falta de datos, no se pueden calificar como tal.

     R. Para declarar la hambruna tienen que cumplirse ciertas condiciones y hay criterios que tenemos que confirmar. En Zamzam se ha logrado recolectar esas informaciones. Tenemos que ser cuidadosos a la hora de dar por hecho algo que no hemos podido contabilizar, pero sí, hay claramente zonas de catástrofe con posibilidad real de que ya se esté padeciendo hambruna en ellas. Nuestro objetivo es retirar al mayor número de personas de esa fase crítica, prevenir. La prevención es muy difícil de presupuestar y de evaluar, pero debe centrar nuestro trabajo. Hay que encontrar soluciones duraderas para no tener que brindar cada día ayuda humanitaria a poblaciones castigadas por el hambre.

    P. En Haití, uno de los cinco países en situación catastrófica, un 18% de la población sufre inseguridad alimentaria extrema y 6.000 personas están en situación catastrófica, tal vez en hambruna. ¿Cómo es el acceso a las zonas más vulnerables y violentas?

    R. El acceso se negocia día a día. Con las comunidades, con ONG, con asociaciones católicas y también con las gangs (bandas criminales). Si estos nos garantizan que van a respetar la ayuda humanitaria, vamos. De los 175.000 desplazados que hay en Puerto Príncipe, la capital, hemos tenido acceso ya a unos 130.000 o 135.000, pero el número aumenta cada día. Desde 2017, la situación empeora. Hace un año, el hambre se cebaba con los habitantes de la capital, pero ahora el conflicto se desplaza.

     P. Entonces, el hambre también.

     R. Eso es. Las bandas comienzan a actuar en zonas productivas del país donde hasta ahora se podía tener una vida más o menos normal. La gente no puede acceder a sus campos, no puede circular por las carreteras, no puede vender su producción y a menudo se ve extorsionada por criminales. Si no pagan, les matan. Hablamos de personas que antes eran autosuficientes y ahora se suman a las filas de los hambrientos. Hasta este momento, solo habían sufrido la falta de alimentos por huracanes o terremotos.

     P. Alguna noticia positiva habrá en medio de este desastre.

     R. Las hay. Por ejemplo, la Gran Muralla Verde contra la desertificación, en el Sahel. Medio millón de personas han dejado de pasar hambre gracias a este nuevo sistema de trabajo, en el que participan diversos gobiernos y agencias de la ONU. Otra nota que nos inyecta optimismo es que en África mucha de la comida que se compra para brindar ayuda humanitaria es producción local. Y otro aspecto positivo son los manglares, que en muchos lugares se cortaron y si volvemos a plantarlos evitamos que el agua entre en los cultivos costeros y favorecemos que haya peces y mariscos aptos para el consumo en esa vegetación. Lo estamos haciendo en América Latina y el Caribe.

     P. Es una manera de paliar también los estragos del cambio climático, otro de los motores del hambre.

    R. Antes, fenómenos como El Niño y La Niña ocurrían cada dos o tres años, ahora llegan cada año. Es muy preocupante. Este año, en América Latina y el Caribe hemos tenido incendios en Amazonia, inundaciones provocadas por huracanes que se presentan fuera de temporada, sequías en Centroamérica que provocaron la pérdida de un 25% de las cosechas y a las que están siguiendo inundaciones... Nadie puede cuestionar ya el efecto terrible del cambio climático en todos nuestros países.

     P. Desde hace tiempo, está sobre la mesa la necesidad de descentralizar la cooperación y dar más protagonismo a los actores locales en la labor de prevención y puesta en marcha de soluciones duraderas.

     R. Estamos cada vez trabajando más con las comunidades para mejorar la vida de la gente. Los sistemas alimentarios no funcionan bien, están llenos de desigualdades y contradicciones. Hay que adaptar los sistemas agrícolas, diversificarlos para hacerlos más resilientes al cambio climático y que la producción no se vea paralizada en caso de fenómeno extremo. Damos mucha importancia a los saberes ancestrales para resolver problemas de alimentación. Por ejemplo, en Sudamérica hay unos 600 cereales, pero la gente come tres o cuatro. Y las comunidades también son cruciales en el respeto de la biodiversidad. Cada día perdemos semillas, plantas o animales que nos pueden ayudar a sobrevivir.

     P. La ayuda humanitaria decrece. Para 2024 la ONU lanzó un llamamiento de unos 49.000 millones de dólares y en agosto solo se había logrado un 29% de este monto. La cantidad es aún menor que la lograda en 2023 en ese mismo periodo. ¿Somos menos generosos o hay más necesidades?

     R. El dinero está, pero tal vez no se está poniendo en el lugar correcto y además, las necesidades siguen aumentando. Los fondos se están usando sobre todo en los conflictos, que parecen entrar en competición directa con las personas afectadas por el hambre, el cambio climático o las crisis económicas. (Fuente: El País. Planeta Futuro.8 de noviembre de 2024)     

     Una de las cosas que pone de manifiesto Lala Castro es la falta de empatía de una gran parte de las personas del mundo desarrollado.

lunes, 11 de noviembre de 2024

Cambio climático, Valencia

     Quienes han han provocado el colapso que hace que los fenómenos extremos sean más frecuentes y más graves son principalmente los corporaciones de combustibles fósiles: petróleo, carbón y gas natural. Estas corporaciones dan beneficios a una minoría de superricos que en los últimos años han concentrado aún más dinero. Esta  minoría, que cuenta con el apoyo de la mayoría de los gobiernos y parlamentos del mundo, está aumentando la producción de combustibles fósiles, no reduciéndola. Es decir:  no planean dejar de destruir la casa-planeta. No planean dejar de matarnos  

     Lo que ha ocurrido en Valencia no es una "fatalidad" que se repite de vez en cuando. Está directamente relacionado con el calentamiento global causado por la acción humana. Por supuesto que ha habido inundaciones en el pasado. Pero hay que estar en total negación para darse cuenta de que estos extremos se están volviendo. muy rápidamente, cada vez más frecuentes y peores. En Italia, en octubre. Las carreteras se convirtieron en ríos. Antes le había tocado a Francia y, en septiembre, al centro y este del continente. Y eso solo en Europa. Mencionar otras regiones del mundo requerirla más espacio que el de esta columna.

     Un informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente publicado en octubre mostró que. incluso si todos los países cumplen sus promesas de reducir las emisiones, el aumento de la temperatura seré de entre 2,6  y 3,1 grados centígrados a finales de este siglo. (...)

     Lo que quiero gritar, aunque solo sea con palabras escritas más elegantes que encuentro, es que con 1,5 grados estamos viendo catástrofes como la de Valencia en distintas regiones del mundo. Con un aumento de las temperatura de tres grados, no habrá prevención. mi mitigación ni adaptación que den abasto.  O plantamos cara a las corporaciones fósiles -obligamos a gobiernos y  parlamentos a defender el bien común y no los beneficios de  un puñado de multimillonarios-  o la catástrofe nos alcanzará.

     La pregunta es: ¿vamos a guardar silencio sobre los máximos responsables y permitir que nos sigan matando, o vamos a empezar a actuar?.  No creo que sea una elección. Tenemos una responsabilidad para con los niños que ya han nacido y solo cuentan con nosotros, los adultos disponibles, para detener a los comedores de mundos.  (Fuente: El País, 6 de noviembre de 2024)

     El Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 13 es "Adoptar medidas urgentes para combatir el  cambio climático y sus efectos". Las metas de ese objetivo son:

          13.1 Fortalecer la resiliencia y la capacidad de adaptación a los riesgos relacionados con el clima y los desastres naturales en todos los países

          13.2 Incorporar medidas relativas al cambio climático en las políticas, estrategias y planes nacionales.

          13.3 Mejorar la educación, la sensibilización y la capacidad humana e institucional respecto de la mitigación del cambio climático, la adaptación a él, la reducción de sus efectos y la alerta temprana.

          13.a Cumplir el compromiso de los países desarrollados que son partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de lograr para el año 2020 el objetivo de movilizar conjuntamente 100.000 millones de dólares anuales procedentes de todas las fuentes a fin de atender las necesidades de los países en desarrollo respecto de la adopción de medidas concretas de mitigación y la transparencia de su aplicación, y poner en pleno funcionamiento el Fondo Verde para el Clima capitalizándolo lo antes posible.

          13.b Promover mecanismos para aumentar la capacidad para la planificación y gestión eficaces en relación con el cambio climático en los países menos adelantados y los pequeños Estados insulares en desarrollo, haciendo particular hincapié en las mujeres, los jóvenes y las comunidades locales y marginadas. 

      Me parece importante señalar que las metas 13.a y 13.b en las que se menciona a los en desarrollo y que debía tener en cuenta los países desarrollados no se han alcanzado ni parece que se alcanzaran antes del año 2030.

 

  

domingo, 10 de noviembre de 2024

Ciudadano del mundo

     Se deniminan "ciudadanos del mundo" a las personas que rechazan la pertenebcia 0bligatoria a una nación- Se atribuye a Séneca la exorsión; "Nohe nacido 'ara solo un rincón. Mi patria es todo  el mundoª

     Como he escrito en alguna ocasión, "si todos somos habitantes del mismo planeta y todos los problemas son de todos. no parece aceptable sentirse miembro de un solo país. Los problemas se podrán resolver más fácilmente si todos nos consideramos ciudadanos del mundo.

     Se consideraron ciudadanos del mundo Albert Einsteín. el científico más conocido y más popular del siglo XX, alemán de origen judío; Bertrand Russell, británico, filósofo, matemático,  escritor, activista social, Premio Nobel de Literatura; Thomas Paine, intelectual inglés y revolucionario americano, uno de los Padres Fundadores  de Estados Unidos, autor de la frase; "Mi País en el mundo y mi religión hacer el bien".

     También son claros defensores del concepto ciudadanos del mundo. Martha C. Nussbaum, filósofa, galardonada con el Premio Príncipe de Asturias 2012; Jesús Mosterin, filosofo español, profesor de Investigación de Investigación del Instituto de Filosofía de CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas); David Held, sociólogo, catedrático de Ciencia Política en la London School of Economic.

     Colaboradores de David Held es Daniele Archibugi, uno de los promotores de la creación de un Parlamento Mundial de elección directa, que trabaja en el Consejo Nacional de Investigación italiano En Roma y es miembro del Consejo asesor de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, editado por el Centro de Investigaciones para la Paz (CIP- Ecosocial) de Madrid.

     Los conceptos de ciudadanos del mundo y democracia cosmopolítica obligan a sustituir los verbos confrontar y competir por los de acordar y cooperar. Es decir, convocan a trabajar en el área de negociaciones y consensos. Remplazan los conceptos de competencia y el objetivo de crecimiento económico por los de colaboración y desarrollo humano.

     Jeremy Rifkin en su libro La civilización empática. La carrera hacia una  conciencia global en un mundo en crisis (2010, ed. Paidós) indica en la página 14: "Quizá la cuestión más importante a la que se enfrenta la humanidad es si podemos lograr empatía global a tiempo de salvar la Tierra y evitar el derrumbe de la globalización". En estos momentos, si queremos sobrevivir, tenemos que extender la empatía a todos los seres humanos que pueblan la Tierra. No podemos seguir funcionando como hasta ahora, Es necesario cambiar de paradigma y diseñas un futuro en consonancia con nuestros verdaderos valores y necesidades.

     Adela Cortina en su libro Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafió para la democracia (2017: 159) afirma que es la pazlo que hace atractivo el cosmopolitismo".


sábado, 9 de noviembre de 2024

Estados - Nación

     Si todos somos habitantes del mismo planeta, no parece aceptable sentirse miembro  de lo que se llama una nación.  La soberanía nacional permite a cualquier presidente de una nación desobedecer cualquier acuerdo firmado por un presidente anterior. Así no se puede hacer frente a ningún problema global. En opinión del historiador, José Álvarez Junco, Premio Nacional de Ensayo 2002, expuesta en su libro Dioses útiles (2016), las naciones son dioses útiles para los políticos, y solo existen en la medida en que se lo crean los ciudadanos, por otra parte fáciles de convencer, porque la nación da una identidad, dice quien eres y favorece la autoestima. La división en naciones es el origen de casi todas las guerras.

      El escritor y poeta José Luis Borges (1899-1986) señaló que el nacionalismo "es el canalla principal de todos los males. Divide a la gente, destruye el lado bueno de la naturaliza humana y conduce a la desigualdad en la distribución de la distribución de las riquezas".

     La realidad es que todos pertenecemos a la especie humana. Según el artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros".

     Jeffrey Sachs, (1954--) una de las principales autoridades mundiales en economía y política sanitaria,  indica en su libro Economía para un planeta abarrotado (2008: 17): "[En el siglo XXI] los desafíos del desarrollo sostenible  (...) ocuparán el centro de la escena. La cooperación global deberá pasar a un primer plano. La idea misma de que los estados-nación compitan por los mercados, la energía y los recursos quedará anticuada".

 

 

Médicos sin Fronteras

     Lo que voy a escribir hoy es un articulo escrito por  Ali Almohammed, un médico originario de Alepo, Siria, que trabaja actualmente como coordinador médico de Médicos Sin Fronteras en Líbano y publicado en El País.Planeta Futuro el 4 de noviembre de 2024

     Beirut es una ciudad que alberga muchos recuerdos de mi vida personal. Entre 2019 y 2021, viví y trabajé aquí en múltiples ocasiones, y sus calles y su gente quedaron profundamente entrelazadas con mis vivencias. Ahora, en 2024, esos recuerdos se ven empañados por el sufrimiento de la gente. La Guerra ha trastocado vidas, transformando escuelas en refugios temporales para familias desplazadas. Las aulas, antes llenas de risas, ahora son el refugio de niños y padres que luchan contra el frío y la angustia de la incertidumbre. Los pequeños duermen en el suelo, preguntándose por qué no pueden volver a casa, mientras sus padres temen el siguiente ataque aéreo y las consecuencias desconocidas que traerá.

     Cada día visito estos refugios, ofreciendo la ayuda que está a nuestro alcance. Sin embargo, las personas con las que me encuentro comparten una súplica común: no solo necesitan asistencia, anhelan recuperar una vida en paz. Sueñan con un hogar seguro para sus hijos, lejos del miedo constante que oscurece sus días. A pesar de nuestros esfuerzos, el verdadero alivio no se encuentra en la ayuda temporal, sino en la esperanza de un futuro pacífico. El 28 de septiembre me reuní con un amigo cuya vida se había desmoronado: su esposa y su madre dormían en la calle, sin un lugar a donde ir. Fue un doloroso recordatorio de mi propio viaje desde Siria en 2014, cuando crucé a Turquía en la oscuridad de la noche, buscando desesperadamente un lugar seguro. Pasé meses desplazándome entre diferentes refugios en Turquía y el Kurdistán iraquí, sin saber nunca dónde encontraría cobijo a continuación.

      Me hice médico porque creía en la importancia de tratar y salvar vidas. Sin embargo, tras más de 10 años respondiendo a crisis, he presenciado sufrimientos irreparables de formas que jamás imaginé. Con Médicos Sin Fronteras (MSF), he trabajado en numerosos conflictos y emergencias que para la mayoría son solo noticias: Siria, Sudán del Sur, Ucrania, Irak, Etiopía, Sudán y Líbano. Cada país, cada nueva crisis, ha añadido un capítulo a una larga historia de resiliencia en medio de un dolor insoportable. Pero esa capacidad de resistir se está agotando, no solo para aquellos a quienes sirvo, sino también para mí. Estoy cansado, agotado de ser testigo del sufrimiento y de los sistemas que lo perpetúan.

     No obstante, en medio de tanta angustia, encuentro razones que me impiden dar la espalda. Incluso cuando el camino se vuelve difícil y la esperanza parece lejana, sé que nuestros esfuerzos humanitarios pueden marcar la diferencia, aportando una pequeña luz en la oscuridad.

Desplazamiento: un compañero constante

     Mi viaje de desplazamiento comenzó en Alepo en 2012. Una ciudad que una vez fue mi hogar, donde estudié medicina, amé, forjé relaciones e hice planes para el futuro. Pero la guerra destrozó esos sueños, dispersándome a mí y a millones más, obligándome a cruzar fronteras en busca de un refugio seguro. Incluso ahora, tras todos estos años, me cuesta encontrar las palabras para describir lo que se siente al ser arrancado de todo lo que conoces y amas.

      Abandonar Alepo no solo significó perder mi hogar, sino también mi vida tal como la conocía y mi sensación de paz. El desplazamiento constante y la incertidumbre del futuro desgastan poco a poco. No se trata solo del cansancio físico, sino de una carga mental y emocional que te cala hasta los huesos. Cada movimiento está marcado por la obsesión de cuándo ocurrirá la próxima tragedia.

      El agotamiento que arrastro también se refleja en los rostros de las personas que conozco. En los campos de Irak, los refugios temporales de Líbano y los hospitales abarrotados de Darfur Sur, veo a personas que no están cansadas, sino rotas. Han sobrevivido a bombas, violencia, brotes, desastres naturales y desplazamientos, y las cicatrices psicológicas los han dejado como sombras de lo que alguna vez fueron.

 Una década de práctica humanitaria

     Llevo más de una década formando parte del equipo de MSF, acudiendo allí donde más se necesita. Desde tratar la malaria grave en Sudán del Sur hasta atender a supervivientes de violencia sexual en Etiopía y gestionar crisis de desnutrición en Darfur Sur, he entregado todo lo que tengo a este trabajo. Sin embargo, cada misión ha sido un recordatorio de la fragilidad de la vida y de las limitaciones inherentes a la ayuda humanitaria.

Estoy cansado, pero no derrotado

     Aunque estoy cansado, no estoy derrotado. A lo largo de mis 10 años con MSF, he sido testigo del impacto duradero que el trabajo humanitario puede tener, incluso cuando parece ser solo una gota en el océano. He visto a personas levantarse, a pesar de las abrumadoras dificultades, y he comprobado cómo la solidaridad, incluso en pequeñas dosis, puede marcar la diferencia.

     Mi cansancio no es solo personal; es colectivo. Es el cansancio de todos los trabajadores humanitarios, enfermeras, comadronas y médicos que han estado en primera línea, entregando lo mejor de sí mismos en un mundo que a menudo se siente indiferente. Es el cansancio de un mundo que ha presenciado demasiado sufrimiento y muy pocos cambios.

     Lo que espero, por encima de todo, no es solo el fin de mi propia fatiga, sino el cese de la necesidad de que trabajadores humanitarios que, como yo, operen en zonas de guerra. Sueño con un mundo en el que las familias, incluida la mía, no se vean desgarradas por la violencia; donde los niños puedan crecer en paz, y donde médicos como yo puedan dedicarse a curar, no solo a sobrevivir. Sueño con un mundo en el que finalmente pueda estar con mi hijo, rodeado del amor de mi familia y amigos, en un lugar donde la paz ya no sea solo un anhelo.

     Sí, estoy cansado. Pero mientras haya trabajo que hacer y vidas que salvar, seguiré adelante. Y me aferro a la esperanza de que un día el mundo deje de estar tan agotado.

     Gracias a todas personas que ponen de manifiesto que pertenecen a la especie humana: empática, social y solidaria, a pesar de haber nacido en un sistema económico-social como el actual, que funciona bajo la creencia de que el ser humano es, como he dicho, en más de una ocasión, solo piensa en ganar cada vez más dinero.