Luís de Sebastián, catedrático de Economía Internacional en la Universidad Ramón Llull de ESADE (Barcelona) señaló en un artículo, La liberalización de los mercados. Efectos sobre las economías del Sur, publicado en EL PAIS, el 6 de enero de 2003:
"El comercio internacional tiene en teoría dos efectos principales sobre el bienestar de las naciones. Por medio de las importaciones un país amplía la oferta de bienes y servicios de que puede disponer. Por medio de las exportaciones puede producir para un mercado más amplio que el nacional, y de esta manera, aumentar la productividad del trabajo local. (...), éstas son las dos fuerzas que han hecho del comercio internacional, a través de la historia, un instrumento del progreso de las naciones. (...) En un principio, el comercio internacional, tanto del Norte como del Sur, debería beneficiar a las naciones que lo practican".
"En teoría" porque en la realidad, según indicaba Luís de Sebastián:
"..., en muchos países del Sur, la mención del comercio internacional, de liberalizarlo y de organizarlo por tratados, produce las mismas reacciones que si se invocara una maldición. Es que las gentes del Sur, sobre todo las más pobres, han tenido malas experiencias con las formas históricas concretas de cómo se organizó y se llevó a cabo el comercio internacional".
De forma análoga se expresa Joseph E. Stiglitz en su libro El malestar en la globalización (pág. 305). Este premio Nobel después de afirmar que la Organización Mundial de Comercio (OMC) es el símbolo más obvio de la "hipocresía de los países industrializados más avanzados", indica:
"Habían predicado -y forzado- la apertura de los mercados en los países subdesarrollados para sus productos industriales, pero seguían con sus mercados cerrados ante los productos de los países en desarrollo, como los textiles y la agricultura. Predicaron a los países en desarrollo para que no subsidiaran a sus industrias, pero ellos siguieron derramando miles de millones en subsidios a sus agricultores, haciendo imposible que los países en desarrollo pudieran competir. Predicaron las virtudes de los mercados competitivos, pero Estados Unidos se apresuró a propiciar cárteles globales en el acero y el aluminio cuando sus industrias locales fueron amenazadas por las importaciones. Estados Unidos recomendó la liberalización de los sectores financieros, pero rechazó la liberalización de los sectores donde los países subdesarrollados tienen fuerza como la construcción y los servicios marítimos. Como hemos apuntado, la agenda comercial ha sido tan injusta que no solo los países pobres no han recibido una cuota equitativa de los beneficios sino que la región más pobre del mundo, el África subsahariana, de hecho empeoró como resultado de la última ronda de las negociaciones comerciales".
Traduciendo lo que ambos catedráticos exponen al lenguaje de la teoría de juegos, el comercio internacional se ha practicado hasta ahora como si se tratase de un juego de suma cero: unos ganan y otros pierden, como sucede en un partido de fútbol entre dos equipos. Diferentes son los juegos de suma no cero: todos ganan o todos pierden, dependiendo de que jueguen bien o mal, como sucede en el juego que practican los jugadores de un mismo equipo, por ejemplo, de fútbol. Es posible -y absolutamente necesario- sustituir las normas por la que en la actualidad el comercio internacional por otras que lleven a la práctica de un juego de suma no cero, unas normas con las que los ricos y los pobres se sientan "jugadores de un mismo equipo", dispuestos a ganar.
Robert Wrigh, periodista y prolífico autor de best sellers sobre ciencia, psicología evolutiva, historia, religión y teoría de juegos, en una conferencia, El mal en el animal humano pronunciada en la Ciudad de las Ideas en julio del pasado año, expresó su convencimiento de que la única forma que tiene la Humanidad de sobrevivir es aprender a llevar a cabo juegos de suma no cero.
2 comentarios:
No he terminado de entender eso de juegos suma cero o suma no cero. Pero me queda claro que los ricos siempre ganan; son ellos los que dictan las normas, y cuando les convienen se las saltan. En definitiva, son unos tramposos. El ser humano es un tramposo, siempre lo ha sido. ¿Por qué iba a cambiar ahora?
Un juego de suma cero es un juego en el que unos ganan y otros pierden; la suma de ambas cantidades es cero. En un juego de suma no cero, todos ganan o todos pierden; la suma de ambas cantuddes no es cero, será positiva si ambos ganan y negativa si ambos pierden.
Paso por alto tu pesimismo.
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