El concepto de decrecimiento nace durante los años 1700, cuando se tomó conciencia de las consecuencias del productivismo de la sociedad industrial, tanto en el sistema capitalista como en el socialista.
Fue en 1971 cuando Nicolás Georgescu-Roegen (1906-1994), matemático y economista rumano, presentó su obra La ley de la entropía y los procesos económicos, en la que indica el papel de la Segunda Ley de la Termodinámica juega en la economía.
En 1972 se hace público un informe para el Club de Roma, preparado por importantes personalidades del MIT, una de las principales instituciones universitarias de Estados Unidos. En ese informe se preveía que, de no producirse cambios sustanciales, la calidad de vida media de la humanidad descendería en algún momento del siglo XXI. En aquel momento, no se tomó ninguna importante decisión, quizás porque el final del crecimiento se veía todavía lejano. Veinte años más tarde el Club de Roma pidió a los autores del primer informe que revisaran la base de datos y la metodología inicial. Los resultados obtenidos fueron recogidos en Más allá de los límites de crecimiento. Según el presidente del Club, se trataba de "despertar las conciencias adormiladas para tomar las decisiones apropiadas a favor del devenir esperanzado del mundo antes de que sea demasiado tarde", porque -como se dice en el prólogo del libro- estamos "convencidos del potencial sin precedentes del saber que la humanidad posee y esperanzados con la capacidad de los hombres de recurrir, en tiempos difíciles, a sus mejores resortes y valores del espíritu".
Ernst Friedrich Schumacher (1911-1977) fue un intelectual y economista británico de gran influencia a nivel internacional por su propuesta de otro tipo de tecnología. Su obra Lo pequeño es hermoso se encuentra entre los cien libros más influyentes desde la Segunda Guerra Mundial. Fundó la Institución "Intermediate Technologý Development Group" (Grupo de Desarrollo de Tecnologías Intermedias), cuyas actividades aún se pueden encontrar en Internet. En 1974 en el prólogo de ese libro, escribió: "¿Vamos a seguir aferrándonos a un estilo de vida que crecientemente vacía al mundo y devasta a la naturaleza por medio de un excesivo énfasis en la satisfacciones materiales, o vamos a emplear los poderes creativos de la ciencia y de la tecnología, bajo el control de la sabiduría, en la elaboración de formas de vida que se encuadren dentro de las leyes inalterables del universo y que sean capaces de alentar las más altas aspiraciones de la naturaleza humana? Éstas son las preguntas que deberían haber ocupado nuestra atención durante décadas en el pasado y que ahora están planteadas muy claramente, por no decir brutalmente. (...) Lo que necesitamos son optimistas que están convencidos de que la catástrofe es ciertamente inevitable salvo que nos acordemos de nosotros mismos, que recordemos quienes somos: una gente peculiar destinada de disfrutar de salud, belleza y permanencia; dotada de enormes dones creativos y capaz de desarrollar un sistema económico tal que la gente esté en el primer lugar y la provisión de mercancías en el segundo. La provisión de mercancías, sin duda, de cuidará entonces de sí misma".
Los partidarios del decrecimiento afirman que el actual concepto de crecimiento económico, además de conducir a una catástrofe medioambiental, se opone a los valores humanos.
2 comentarios:
Fantástico, Juliana Luisa. Me ha encantado la claridad del análisis y cómo nos recuerdas, sin catastrofismos, lo que somos, lo que podemos llegar a ser y las causas de nuestro desvarío. Muchas gracias. Lo comparto.
Vicky Moreno:
Muchas gracias por tu comentario. Me alegra saber que compartes mi opinión.
Un saludo
Publicar un comentario