Dentro de las actividades a favor del desarrollo de los países del Tercer Mundo, hace tiempo que están jugando un importante papel las denominadas Organizaciones No Gubernamentales (ONG). Dejando a un lado el carácter peyorativo que encierra esa denominación, algunas de esas Organizaciones han considerado que no debían limitarse a paliar los males ocasionados por algunos comportamientos de los gobiernos y/ las instituciones internacionales, y se han dotado de equipos de buenos especialistas para estar en condiciones de paliar o evitar, en la posible, esos injustos comportamientos. Ello ha llevado a desautorizaciones y enfrentamientos. A título de muestra, voy a citar dos.
1. Paul Collier, que fue directivo del Banco Mundial, en su libro El club de la miseria. Qué falla en los países más pobres, ya citado aquí en varias ocasiones, dice (pág. 304) : "los grupos de presión del mundillo de la cooperación, sobre todos las ONG occidentales, no suelen entender de comercio, así que optan por el populismo". Con anterioridad (pág. 260), indica que "la política comercial resulta excepcionalmente difícil de entender para la gente corriente". Decir que una cosa es difícil de entender, es tratar de evitar que el interlocutor piense, rebajar su condición de ser pensante y, con ello, colocarse en una posición privilegiada que le permite hacer su voluntad sin tener que dar explicaciones a nadie, pues nadie será capaz de comprenderlas.
2. En las Reuniones Ministeriales que la Organización Mundial de Comercio (OMC) celebra bianualmente, las ONG poseen, en un principio, el mismo status que los lobbies, es decir, considera que ambos son organizaciones no gubernamentales. Sin embargo, todos saben que no se parecen en nada; los lobbies persiguen beneficios particulares, manejan grandes cantidades de dinero que gastan en sobornos y trabajan con "nocturnidad y alevosía"; mientras que las ONG persiguen beneficios generales y buscan hacerse visibles porque su fuerza reside en la gente que les apoyan.
Según los enviados especiales acreditados para informar de la marcha de la V Reunión Ministerial que tuvo lugar en Cancún (México) en septiembre de 2003, parece que la presencia de las ONG molestaba seriamente a los "funcionarios y políticos occidentales", hasta tal punto que "la ministra británica de Agricultura, Margaret Becket, no se mordió la lengua y acusó a las organizaciones humanitarias, más o menos, de llenarle de pájaros a los países pobres. Oxfam no se ha dejado impresionar y ha traído a Cancún a su nuevo fichaje, Mary Robinson, expresidenta de Irlanda y excomisionada de la ONU para Derechos Humanos. Difícil de acusarla de alocada".
Sin embargo, parece que, poco a poco, los gobiernos y las instituciones internacionales se están haciendo a la idea de trabajar más estrecha y regularmente en colaboración con estas Organizaciones. Esto es muy importante por lo que significa de abandono de determinadas ideas sobre subdesarrollo: las ONG han puesto en práctica un nuevo concepto de desarrollo que responde a las necesidades de la población de los países a los que se desea ayudar y que sigue la dirección de sus propias opciones de desarrollo. Ello no es incompatible con la participación, hasta donde sea posible y siempre en condiciones justas, en el comercio internacional.
Somalia, lo mismo que el resto del Cuerno de África, necesita con urgencia la ayuda de estas ONG; su labor, sin embargo, puede ser lenta por falta de recursos económicos. Desde mi punto de vista, debemos -o tenemos que- colaborar con ellas, no por caridad, sino por empatía.
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