Ya sea porque es de más calidad o simplemente porque el comprador prefiere algo que sabe que se obtenido en las mejores condiciones sociales y medioambientales, algunas cosas que se venden en las tiendas de Comercio Justo son más caras de las que podrían encontrarse en un supermercado.
Hay personas, algunas pertenecientes al entorno de las empresas internacionales, que señalan que eso de vender lo mismo a un precio más elevado es distorsionar el mercado. Pero no existe tal distorsión. Si una persona quiere pagar más por una etiqueta Gucci, nadie piensa que está haciendo algo incorrecto, desde el punto de vista del mercado. ¿Por qué, entonces, no se puede pagar más por una etiqueta de Comercio Justo?
Además, quienes distorsionan el mercado son los países ricos cuando sus grandes empresas agroindustriales venden por debajo del precio de producción, gracias a las subvenciones que reciben de sus gobiernos. Además de, o sobre todo gracias a, esta distorsión, hunden la actividad agraria del país al que venden sus productos, porque los ciudadanos de ese país, teniendo en cuenta su bajo poder adquisitivo, consume los productos más baratos que vienen de fuera en lugar de consumir los que cultivan sus agricultores. En consecuencia, estos agricultores se ven obligados, para subsistir, a abandonar sus tierras y emigrar a las grandes ciudades en busca de trabajo.
El país perjudicado por esta manera de obrar -teóricamente prohibida por el Acuerdo sobre Agricultura de la OMC- podría impedir la entrada del producto subvencionado, procedente de los países ricos, decretando aranceles elevado para estos productos; pero lo impide el Acuerdo sobre Agricultura citado -lo que no es obstáculo para que los países ricos pongan elevadas barreras a las importaciones procedentes de los países subdesarrollados-. Ello es posible porque quienes dominan la OMC son los países ricos, obedeciendo indicaciones de los lobbies de las grandes empresas transnacionales.
Hemos hablado de Haití y Somalia, pero en todos los países subdesarrollados ha sucedido lo mismo. Hace unos años, los periódicos informaron de lo que estaba pasando -protestas, revueltas- en México: Estados Unidos interrumpió su venta de maíz, a precio por debajo del coste de producción, porque había decidido utilizar este cultivo para producir etanol. Sin maíz estadounidense y sin agricultores dedicados al cultivo de maíz, México se encontró con que no tenía maíz para alimentar no solo a sus ciudadanos, sino también a sus animales de granja. (Conviene saber que el maíz es para los mexicanos un alimento básico: el más consumido por las familias pobres, que casi se alimentan únicamente de tortitas de maíz).
Otra crítica a la iniciativa de Comercio Justo, procede de personas que se autodenominan economistas. Estas personas, dicen que si uno quiere ayudar a la gente a alimentar y educar sus hijos, puede pagar, por ejemplo, 10 euros por una cantidad determinada de café que no sea de Comercio Justo y dar los 2 euros que ahorra (esa misma cantidad de café de la misma, o mejor calidad, le costaría en una tienda de Comercio Justo, 12 euros) a una entidad de beneficencia que proporcione alimento y educación a los que lo necesitan. A éstos habría que recomendarles que leyeran a Víctor Hugo. Víctor Hugo dijo: "Vosotros queréis los miserables auxiliados, pero yo quiero la miseria suprimida".
2 comentarios:
Como ya he comentado en la entrada anterior, me parece un error descomunal que los precios del comercio justo sean mayores.
Al final estas cayendo en el error de comprarlo por compasion, por ayudar, en vez del producto per se. Es decir, en el error que denuncia Victor Hugo.
Hola,
Como ya te comenté, el precio responde a la necesidad de que las personas puedan ganarse la vida con su trabajo, algo imposible si el que compra tiene fuerza para comprar por debajo del precio de coste.
Se trata, pues, no de limosna, sino de relaciones comerciales justas.
Un saludo
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