En relación con Elinor Ostrom, citada en la anterior "píldora para pensar", me ha parecido importante resumir lo que de esa economista dice Jeremy Rifkin, en su libro La sociedad de coste marginal cero. El Internet de las cosas. el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo (2014. Ed. Paidós).
En el capítulo 10 de ese libro, Rifkin cita a Elinor Ostrom. economista y profesora de la Universidad de Indiana y de la Universidad Estatal de Arizona, que acababa de escribir un análisis económico y antropológico exhaustivo de la histeria del procomún que abarcaba mil años. Según Rifkin, "su trabajo deslumbró a la comunidad intelectual y al mundo económico académico". Su agudo análisis de las razones por las que la gestión del procomún había triunfado y fracasado en el pasado, y sus pragmáticas propuestas para garantizar el éxito en el futuro, le valieron el Nobel de Economía en 2009, siendo la primera mujer en recibir ese honor.
Ante todo, Ostrom era economista, pero no tenía ningún reparo en adoptar el papel de antropóloga. Estudió las formas de gestionar el procomún desde los Alpes Suizos hasta las aldeas de Japón para descubrir los principios que las convertían en modelos de una gestión eficaz. Desde inicio de su trabajo se ocupó de explicar que muchos procomunes que había estudiado habían "sobrevivido a sequías, inundaciones, guerras, plagas y grandes cambios económicos y políticos" durante largos períodos de la historia.
Ostrom encontró que al gestionar recursos comunes -pastos para ganado. zonas de pesca, sistemas de irrigación, bosques, etcétera- lo mas frecuente era que cada persona antepusiera el interés de la comunidad a su interés personal y que priorizara la conservación a largo plazo del recurso común frente a sus circunstancias personales, aunque fueran muy difíciles.En cada caso, el aglutinante que hacía viable el procomún eran unos modos de gestión que se habían acordado voluntariamente mediante la participación democrática de todos los implicados.
Tres años de estudios de campo y de investigación sobre lo que que un procomún funcione, Ostrom y sus colegas propusieron un lista de siete "principios de diseño" que parecen caracterizar cada procomún eficaz que examinaron.
Ostrom y sus colegas hallaron que cuando los sujetos se enfrentaban a un problema relacionado con algún recurso común y se les obligaba a tomar una decisión personal y anónima porque no podían consultar a nadie más, siempre acababan abusando del recurso.
Muchos estudios y experimentos realizados en los últimos años están echando por tierra la antigua creencia de que, en el fondo, los seres humanos son utilitaristas solitarios que merodean por el mercado en busca de oportunidades para enriquecerse explotando a sus semejantes.
Hoy sabemos que nuestra especie es la social y que cuenta con un neocórtes muy voluminoso y extraordinariamente complejo. Los científicos cognitivos nos dicen que nacemos con unos circuitos neurales que nos permiten sentir empatía ante el sufrimiento ajeno y que la supervivencia de nuestra especie se ha debido mucho más a la sociabilidad colectiva que a las tendencias egoístas. Lejos de ser una anomalía, el procomún como forma de gestión de la actividad económica parece concordar mucho más con nuestros instintos biológicos que la cruda imagen de un mercado en el que una mano invisible recompensa mecánicamente la conducta egoísta.
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