El hambre en Brasil se ceba en las grandes ciudades, mientras en el campo su impacto se ha ido mitigando con programas sociales como Bolsa Familia o compras gubernamentales a agricultores para luego repartir frutas y hortalizas a comedores escolares o familias necesitadas.
Una de las prioridades del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, como anfitrión de la cumbre del G-20, el club de las mayores economías, mañana y pasado (17 y 18 de noviembre de 2024) en Río de Janeiro, es forjar una alianza mundial contra el hambre y la pobreza. Ante un panorama marcado por la victoria y el aislacionismo de Donald Trump, las guerras en Oriente Próximo y Ucrania y la urgencia climática, el niño expulsado de su Pernambuco natal por la sequía que fue obrero antes de conquistar la presidencia de Brasil, reclama un cambio profundo que vuelva a situar la lucha contra el hambre entre las prioridades de los poderes públicos. "El mundo no puede seguir gastando 2,4 billones de dólares en guerras y conflictos cuando deberíamos usar ese dinero para alimentar y alfabetizar a millones de personas en el mundo. Necesitamos aprender a cuidar de los más pobres y crear una cultura de consumo para que sus vidas mejoren".
Los hambrientos suman 722 millones de personas en todo el mundo, incluidos ocho millones de brasileños, según la ONU, una catástrofe cotidiana que poco ha mejorado tras lo que supuso la pandemia. Desde entonces, la FAO constata que aumenta en África, en Asia sigue estable y solo América Latina ofrece progresos notables, impulsados sobre todo por Brasil. Combatir el hambre -la inseguridad alimentaria que dicen los expertos- es una de las grandes banderas de Lula, un ámbito en el que Brasil atesora logros que compartir con el mundo, pero también desafíos importantes.
Lula suele proclamar: "El problema no es la falta de alimentos. El problema es que la gente no tiene dinero para acceder a los alimentos. Por eso. solo acabaremos verdaderamente con el hambre cuando garanticemos que todos los trabajadores tengan un salario con el que puedan sacar adelante a su familia. Este es el país que tenemos que construir".
Al colocar este asunto en la agenda de las 20 economías más potentes del mundo, el presidente brasileño quiere que la cuestión vuelva al centro del debate internacional cuando quedan seis años para que se cumpla el plazo que el mundo se dio en la ONU para erradicar el hambre y la seguridad alimentaria, 2030. (Fuente: El País. 17 de noviembre de 2024)
El segundo objetivo de la Agenda 2030 es "poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible". Pero eso no es posible si no "se pone fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo" (objetivo 1) .
Muchos de los objetivos de desarrollo sostenible no se pueden alcanzar si no es de forma conjunta. En este caso, "garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos" (objetivo 4) : "garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos" (objetivo 6); "garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todos (objetivo 7); y "promover el crecimiento inclusivo y sostenido, el pleno empleo productivo y el trabajo decente para todos" (objetivo 8).
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