El G-20. el club de las principales economías del mundo que se celebró en Brasil su cumbre anual, ha salvado la unidad de la reunión, pero no ha logrado alcanzar un consenso a la altura de los desafíos globales. La cita, marcada por las guerras de Ucrania, Gaza y Líbano y el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, ha mostrado el alcance de las discrepancias internas tanto ante el horizonte bélico como sobre en lucha contra el hambre y la pobreza, la gran apuesta del presidente anfitrión Luiz Inácio Lula da Silva.
La declaración final de los líderes participantes hace un llamamiento a un alto el fuegoo en la franja de Gaza y a agilizar urgentemente la entrada de ayuda humanitaria, sin mencionar a Israel ni a Egipto, que controlan los pasos fronterizos. El pronunciamiento sobre Ucrania es incluso más genérico, evita una referencia a la integridad territorial y se limita a alentar cualquier esfuerzo por lograr "una paz justa y duradera".
Lula y la diplomacia brasileña se anotaron el tanto de haber logrado una declaración final en el primero de los dos días de la cumbre, cuando a menudo las negociaciones se extienden hasta el final o incluso más allá de la clausura.
El documento final de 22 páginas, también menciona la necesidad de un mundo sin armas nucleares. El G-20 recoge en su documento final una defensa de la coperación mundial al señalar que "los desafíos que enfrenta hoy la comunidad global solo pueden abordarse a través de soluciones multilaterales y el fortalecimiento de la gobernanza global, tanto para las generaciones presentes como las futuras". Con esta premisa, los miembros de la cumbre se comprometieron "a trabajar por sistema multilateral fortalecido".
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