En el occidente de Honduras,
en medio de las montañas y de los cultivos de café, hay niños que
aprenden matemáticas con granitos de café y profesores que buscan por
los pueblos un lugar donde haya señal para llamar a sus jefes y reportar
que los estudiantes van mejor. Todos ellos forman parte de un plan
piloto de tutorías en Matemáticas y Castellano, implementado por la Red Solidaria,
un programa de lucha contra la pobreza del Gobierno de Honduras, que
está dando sus frutos. Tras 10 semanas de clases de refuerzo, en su
mayoría presenciales y ayudados por los cuadernillos ‘Gane’, los
maestros y las coordinadoras del proyecto han dado la buena noticia de
que, en el departamento de Copán, Carmen, a los 10 años, ya ha aprendido
a leer.
Aprender y enseñar en esta zona del país centroamericano es
una tarea difícil debido a la oferta limitada de educación pública ―que
en algunas zonas solo se ofrece hasta sexto grado―, las brechas
históricas entre las ciudades y el campo y la migración
a tempranas edades hacia los Estados Unidos. Pero esta situación se vio
agravada tras la pandemia de covid-19. En la zona rural del país
centroamericano, la tasa de analfabetismo es del 19%, según datos del
Instituto Nacional de Estadística de Honduras. La tasa de cobertura
educativa apenas llega al 57%, es decir, que cuatro de cada 10 niños
están fuera del sistema escolar.
Honduras no es un caso aislado. El proyecto piloto de tutorías se implementó implementado entre noviembre de 2023 y enero de 2024 con
la guía del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que desde 2022
aplica esta estrategia en 10 países de América Latina. En dos años, han
beneficiado a más de 15.000 niños y adolescentes de la región. Aunque lo
usual en otros países fue impartir las tutorías por teléfono, en el
caso de Honduras ni siquiera las llamadas o los SMS eran una opción en
las zonas rurales. Así que cuando los tutores —fueron 383, muchos de
ellos, líderes comunitarios— no podían conectarse con sus estudiantes
por videoconferencia en Zoom, los llamaban al teléfono de sus casas.
Cuando no había forma de que la señal de teléfono o la red de internet
penetrara en el montañoso territorio, organizaban clases presenciales en
casas comunales u otros espacios en los pueblos. Y cuando todo eso
fallaba, los tutores se ponían las botas y se adentraban al fondo de los
cafetales para buscar a los niños y darles clase por unos 30 o 40
minutos en un kiosko o bajo la sombra de un árbol.
Ricardo Pérez, un licenciado en pedagogía de 33 años,
recuerda que no fue fácil convencer a los padres de que merecía la pena
enviar a los niños a las tutorías. Las clases se impartían en vacaciones
de fin de año y coincidían con la corta de café ― el principal producto agrícola de exportación en Honduras―
en la que también se emplean menores de edad. “Los padres se rebelaron
porque no estaban de acuerdo. Pero socializamos el proyecto, ellos
entraron en otra mentalidad y, al final, fue un éxito”, celebra Pérez
por teléfono. En una de las escuelas del municipio de Santa Rosa, en el
departamento de Copán, donde él era tutor, comenzaron con 19 alumnos y
terminaron con 56. A través de juegos de lotería y
actividades con granos de café, canicas y piedras, trabajaron las
competencias matemáticas de los pequeños y los reconectaron con la
escuela. “Tuvimos una niña de 14 años que había dejado de estudiar en
2023 por desmotivación. Después de las tutorías, regresó al aula, porque
ya sentía más confianza”, agrega Pérez. En cuestión de 10 semanas,
subió en un 2% la tasa de alumnos con resultados satisfactorios y
avanzados en competencias de castellano y un 3%, en competencias
matemáticas.
El
programa ha sido tan exitoso que aunque se planteó inicialmente para
llegar a 3.000 niños con un rezago escolar que empeoró tras la pandemia,
al final, la estrategia benefició a 5.530. El piloto le valió a la Red
para ganar el premio Superhéroes del Cesarrollo, otorgado por el BID, y para planear una segunda fase, que comenzará en febrero, ahora también en zonas urbanas.
Reforzar la educación y la confianza
Las alertas del Gobierno se encendieron en 2023, tras los malos
resultados que arrojó una evaluación hecha por la Red Solidaria y la
Universidad Pedagógica Nacional de Honduras. Una de esas pruebas fue la
que le aplicaron a Carmen, la niña de Copán, que rompió en llanto en
plena aula cuando temió suspender el examen porque ni siquiera era capaz
de leer las instrucciones. Ese episodio hizo al equipo darse cuenta de
que su misión no solo sería nivelar los niveles de aprendizaje en
Matemáticas y en Castellano, sino que los niños recuperaran la
confianza, según explica por teléfono Madelen Murillo, coordinadora de
uno de los componentes del proyecto.
Carlos Espinal, coordinador de la Unidad de Proyectos Estratégicos de la
Red Solidaria, argumenta, en una entrevista telefónica, que la
alternativa más viable, por coste y resultados, era aplicar el modelo de
tutorías del BID. Las tutorías, como las plantea la institución
financiera, son un complemento a la formación escolar para recuperar
aprendizajes, permiten cerrar las brechas educativas rápidamente y
previenen la deserción en el mediano y largo plazo.
Pablo Zoido, especialista líder de la División de Educación del BID, asegura
que el objetivo es democratizar el acceso a tutorías ―a las que
normalmente tendrían acceso alumnos cuyos padres les pagan refuerzos y
clases particulares― y reenganchar a los menores a la escuela. “Las
tutorías les dan un apoyo personalizado. Además, el resultado es
visible, el niño sabe que va mejorando y eso lo motiva a seguir
aprendiendo”, afirma Zoido en una videollamada. Los estudiantes que
reciben tutorías remotas aprenden un 30% más rápido que los que no las
reciben, de acuerdo con el estudio del BID Multiplicar aprendizajes: Tutorías a distancia para potenciar la escuela . “Eso
quiere decir que con tres rondas de ocho semanas cada una, se puede
cerrar la brecha de un año de rezago en el aprendizaje”, detalla el
documento.
El modelo entiende que la educación virtual no es siempre una opción por
la falta de acceso a internet en algunas zonas del continente. Por
tanto, opta por llamadas telefónicas o mensajes de texto para conectar
con los estudiantes. O flexibilizarse lo más posible según el contexto.
En el caso de Honduras, se eligió un modelo en su mayoría presencial en
el que los tutores se trasladaban a los pueblos de ocho departamentos:
Copán, Lempira, Ocotepeque, Intibucá, La Paz, Santa Bárbara, Olancho y
El Paraíso. El profesor Héctor Tabora, que lleva una década en la
enseñanza en el departamento de Copán, coordinó un equipo de 72 tutores
en terreno. Explica que la participación de maestros y licenciados
cercanos a las comunidades permitió que los padres dieran los permisos.
“Incluso, había algunos tutores que iban hasta donde los niños estaban
cortando el café y conseguían que se los prestaran una media hora para
darles el refuerzo”, responde Tabora, por teléfono, desde el municipio
de Nueva Arcadia. “Valía la pena, porque conseguimos que le perdieran el
miedo al estudio. Derrumbamos una barrera que les abre nuevos caminos”,
agrega.
“Los verdaderos superhéroes del desarrollo son los docentes”, opina
también por teléfono Emily Dávila, otra de las coordinadoras, que fue
testigo de las travesías de tutores en el campo. De acuerdo con Dávila,
las tutorías fueron unos “primeros auxilios” para la educación rural
hondureña, que estaba en cuidados intensivos. Ese remedio se ha
complementado con otras inversiones en infraestructura, materiales
escolares y ampliación de oferta de educación pública. “Tenemos que
lograr la sostenibilidad de la educación porque, si no, las tutorías no
tendrían sentido”, afirma la coordinadora. (Fuente: El País. Planeta Futuro, 3 de febrero de 2025)
Sin duda, esta noticia está relacionada con el Objetivo de Desarrollo Sostenible y supone alcanzar más de una de sus metas. Los que, en la noticia, se llaman superhéroes, solo son verdaderos seres humanos, es decir, homo sapiens
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