Lo que voy a escribir ahora está relacionado con un artículo que he enviado a Amanece Metròpolis, una revista cultural digital
En ese articulo señalo que no me gusta el mundo actual que me describen casi todos los medios: guerras por todas partes; políticos ambiciosos , personas que solo quieren, de la manera que sea, tener cada vez más dinero; graves problemas causados por la quema innecesaria de combustibles fósiles, etc. Se trata de cómo podemos contribuir a la creación de un mundo realmente humano.
Con ese objetivo recuerdo a que dijo Eduald Carbonell catedrático de Prehistoria y premio Príncipe de Asturias, a lo largo de una conferencia que impartió en la inauguración de unos cursos monográficos sobre Patrimonio Histórico que tuvieron lugar en Reinos (Asturias), reflexionó sobre la necesidad de “generar conciencia de especie” y defendió la estrategia de “convertir el conocimiento en pensamiento”. Para este catedrático el paso a la sociedad del pensamiento supone acelerar el “proceso de humanización”.
Tener “conciencia de especie” es ser consciente de las características que diferencias a la especie humana de otras especies animales y potenciar esas características. El ser humano es el último eslabón en la cadena de la evolución y, quizá, como tal, tiende a ser cada vez más humano, aunque en este proceso, conocido como “humanización”, en ocasiones, puede experimentar importantes retrocesos, que requieren un especial esfuerzo para recuperar la senda correcta.
El hecho de presentar una configuración humana no es suficiente para pertenecer a la especie humana: hay personas, efectivamente, que con sus actos han dejado de formar parte de ella. Los seres verdaderamente humanos estamos legitimados para defendernos de quienes teniendo nuestra misma configuración, no pertenecen a la especie humana: estamos legitimados para establecer un sistema económico y social verdaderamente humano.
Experimentos en desarrollo infantil, psiquiatría y neurociencia, realizados en 1966, han puesto de manifiesto que es ser humano es empático por naturaleza. Cuando uno percibe el dolor de otros, se movilizan automáticamente los mismos circuitos neuronales afectivos que cuando se siente el propio dolor. Es lo que se entiende por “empatía”. Los que intervienen en las guerras no pertenecen no pertenecen a la especie humana; en ellos no existe la empatía.
El problema que tenemos ahora es que el sistema económico y social no es verdaderamente humano y es insostenible. El prusiano Inmanuel Kant, considerado como uno de los filósofos más influyentes de la Europa moderna, decía que vivir éticamente no es conformarse con lo que pasa –el hambre, la pobreza, las promesas incumplidas, la mentira como institución- sino decretar lo que debería pasar.
Steven Pinker, de la universidad de Harvard, en un artículo sobre moralidad (2008) afirmó; "El hombre llegará a ser mejor si se le muestra como es".
Experimentos en desarrollo infantil, psiquiatría y neurociencia, realizados en 1996, han puesto de manifiesta que la especie humana es humana, social y solidaria.
En una ocasión, le preguntaron a Eudald Carbonell: “¿De qué depende nuestra supervivencia?”. “De que tengamos conciencia de especie”, fue su contestación
El 25 de septiembre de 2025, los193 Estados miembros de Naciones Unidas aprobaron la Agenda 2030 que incluye 17 0bjetivos, establece la necesidad de un mundo sostenible, un mundo en el que tengamos “conciencia de especie”. Los Objetivos de la Agenda 2030 solo los pueden alcanzar las personas que pertenecen a la verdadera especie humana.
Quienes decimos pertenecer a la verdadera especie humana vivimos para colaborar en que se alcancen antes del año 2030 los Objetivos de esa Agenda 2030, que, como ha escrito en más de una ocasión, establecen la necesidad de un cambio de rumbo hacia un mundo mejor. Para eso vivo y viven muchas persona con "conciencia de especie". Una niña pequeña, que conozco, me preguntó y preguntó a otras muchas personas: "¿Para que vivimos?". Ya tenemos la contestación.
Para eso vivo
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