El nuevo perfil de la sociedad española es el título de la noticia que me parece interesante copiar.
Según la noticia, la migración tiene repercusiones más allá de la economía. La fuerte llegada de inmigrantes se ha traducido en un aumento de la población española hasta superar los 49 millones de habitantes, frente a los 46,92 millones de hace un lustro. Un aumento que se ha traducido en un notable tirón del consumo de los hogares que explica parte de las tensiones en el mercado de la vivienda e impulsa el mercado laboral, lo que ha permitido a España situar su tasa de paro por debajo del 11% por primera vez en 16 años. Con este escenario, España ha podido vadear mejor que sus socios el problema demográfico de la UE, al tiempo que redibuja el modelo de crecimiento y exige una mirada política de medio plazo para hacer frente a esos cambios.
El envejecimiento de la población es una realidad incontestable, con consecuencias sanitarias, laborales, tributarias, productivas y sobre el sistema de pensiones. Mientras la economía ha perdido desde 2019 cerca de un millón de personas nacidas en España en edad de trabajar (entre 20 y 64 años), el colectivo de los nacidos en el extranjero en esas edades ha aumentado en 2,1 millones. Es evidente que sin esos nuevos ciudadanos no se podría haber mantenido ni el dinamismo de la economía ni el del mercado laboral. Hay que felicitarse, pues, por la llegada de foráneos para paliar esas deficiencias, por su contribución al PIB (en torno a 60.000 millones de euros en los últimos tres años) y al empleo /el 70% de la ocupación generada en el último lustro). La tasa de actividad de las personas de origen extranjero es una de las más altas de la UE, y su rápida integración, dado que muchas tienen doble nacionalidad y comparten con los nacidos en España una lengua común, ha evitado algunas de las tensiones que se viven en otros países.
Pero es indudable que este nuevo perfil sociolaboral conlleva otros retos. El avance de la población inmigrante en el mercado laboral, con salarios un 30% inferiores y en sectores con menor productividad, tiene efectos sobre crecimiento per capita. Hasta la fecha, el perfil de esos nuevos trabajadores presenta menores niveles de formación, lo que explicaría los problemas de vacantes que señalan los empresarios. Hacer frente al envejecimiento de la población no consiste solo en garantizar una adecuada financiación de las pensiones. Exige también atender a la demanda de vivienda de los nuevos residentes, mejorar la formación para impulsar el progreso de las segundas generaciones y evitar que se formen guetos urbanos para que, en paralelo al crecimiento económico, siga avanzando la integración,
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