Cualquier proyecto de ayuda, para tener éxito, debe respetar la cultura y las costumbres de aquellos a los que va dirigido. Son muchos los programas de ayuda que han fracasado por no haber tenido en cuenta este principio. Y una de las razones por las que no han tenido en cuenta este principio es, como dice la profesora María Novo, porque los occidentales estamos convencidos de que nuestra forma de vida representa "la civilización por excelencia", y hemos emprendido una grave "colonización mental", que ha supuesto "el arrasamiento de todas las sociedades no industriales". Ahora, muy lentamente, empezamos a darnos cuenta de que esta actitud ni es "éticamente justa", ni ambientalmente posible de satisfacer. Toda la humanidad saldrá ganando mucho, si aprendemos a ver las otras culturas, con otros ojos y, desde luego, no sólo para "robar" sus conocimientos y hacerlos nuestros.
El hombre occidental contempla a la Naturaleza como lo haría un relojero: algo susceptible de ser descompuesto en piezas, diseccionado y analizado en sus partes, que es posible reconstruir, posteriormente, a partir de esas piezas. De esta forma ha llegado a una agricultura que considera la tierra como un depósito químico, sin vida; ello le ha llevado a una agricultura basada en el empleo de abundantes compuestos químicos, fertilizantes y fitosanitarios. Esta visión de la tierra como un depósito químico dista mucho de encajar en las culturas, costumbres y conocimientos de los pueblos no industriales. Limitando el tema a los conocimientos, hay que tener en cuenta que para evitar graves problemas ambientales y de salud, es decir, para la utilización adecuada de cada uno de los productos químicos son necesarios ciertos cálculos y la utilización de la correspondiente maquinaria.
Ha sido un eminente botánico inglés, Albert Howard, que fue a la India como asesor en agricultura, el que observó que había una forma diferente y más productiva de llevar a cabo la actividad agrícola.
Albert Howard, vivió entre 1873 y 1947, trabajó en la India como asesor en agricultura y estuvo al frente de una granja de investigación. Aunque viajó a este país para enseñar las técnicas agrícolas de Occidente, descubrió que, definitivamente, los hindúes podían enseñarle más a él. Un aspecto importante del que se dio cuenta fue la conexión entre los terrenos de cultivo sanos y la población, el ganado y las cosechas sanas. Divulgó los conocimientos aprendidos en la India a través de la Soil Association con base en el Reino Unido y del Rodale Institute en Estados Unidos. Fue el que introdujo en Occidente el proceso de compostaje -se le ha llamado el padre del compostaje- y la práctica de la agricultura ecológica (u orgánica), de la que fue un firme defensor.
La agricultura ecológica, desde luego, necesita más mano de obra (algo que tienen en abundancia los países del Tercer Mundo), pero tiene grandes ventajas en cuanto a la convervación y aumento de la fertilidad del suelo y la calidad de los alimentos obtenidos. Además, la agricultura ecológica respeta la cultura y costumbres de los pueblos no occidentales. De aquí que, además de los aspectos económicos indicados, no se considere adecuado el suministro de fertilizantes y fitosanitarios a los países del Tercer Mundo.
El contenido de este blog se ha cedido al dominio público: puede ser copiado, parcial o totalmente, sin previo permiso de la autora.
jueves, 17 de noviembre de 2011
lunes, 14 de noviembre de 2011
Agricultura para el Tercer Mundo. Aspecto económico
De todos los puntos de vista desde los que debe examinarse la conveniencia o no conveniencia de que los países del Tercer Mundo adopten un tipo de agricultura que, aunque muy lentamente, se está abandonando en los países ricos, considero conveniente dar unos datos relacionados con el aspecto estrictamente económico.
¿De dónde obtener el dinero necesario para comprar las semillas, fertilizantes y fitosanitarios? Sin duda ninguna de los bancos.
Joseph E. Stiglitz, en el libro ya citado, hace un análisis detallado de cómo y por qué el proceso de liberalización de los mercados de capitales. Entre otras cosas, este premio Nobel de Economía indica en la página 94: "no siempre acarreaba (la liberalización del los mercados financieros) el beneficio prometido de unos tipos de interés más bajos. En vez de ello, los agricultores comprobaban en ocasiones que debían pagar tipos más altos, lo que dificultaba sus compras de semillas y fertilizantes para alcanzar a duras penas la subsistencia".
A esa dificultad para conseguir el dinero necesario para la compra de semillas y fertilizantes hay que añadir su precio fijado por multinacionales que funcionan en régimen monopolístico, y las condiciones fijadas en los contratos de compra, entre ellas, que la empresa no se hace cargo del funcionamiento de los productos que vende, a pesar de que las semillas y los pesticidas pertenecen a la misma empresa. Lo anterior condujo a situaciones como las que describen, entre otros, Carmen Alborch, profesora de Derecho Mercantil en la Universidad de Valencia, Vandana Shiva, científica, filósofa y escritora hindú, merecedora del Premio Nobel Alternativo en 1993; y Jeans Ziegler, que fue Relator Especial de Naciones Unidas para la Alimentación.
Carmen Alborch, en su libro Libres. Ciudadanas del mundo (ed. Santillana, Madrid, 2004) indica, en la página 237: "Miles de campesinos hindúes se suicidaron en 1998 ante la imposibilidad de continuar sus producciones tradicionales. Estos terribles acontecimientos de denominan suicidios FMI".
Vandana Shiva, en el libro Cosecha robada, El secuestro de suministro mundial de alimentos (Paidós, Barcelona, 2003, págs 21-22) explica que "hubo agricultores, sumidos en la mayor de las pobrezas, que compraron a crédito las semillas y los productos químicos a la misma compañía. Cuando los cultivos se malograron debido a un fuerte azote de las plaga o a un fracaso a gran escala de las semillas, muchos campesinos se suicidaron consumiendo los mismos pesticidas con los que se habían endeudado en un primer momento. En el distrito de Warangal, cerca de cuatrocientos cultivadores de algodón se suicidaron debido a la pérdida de la cosecha de 1997 y docenas más siguieron su ejemplo en 1998".
Jeans Ziegler, el El imperio de la ... verguenza (ed. Santillana, Madrid, 2006, pág. 295) recoge lo que ministro indio de Agricultura, Raghuveera Reddy, dijo en una entrevista publicada en octubre de 2004 en la revista Frontline: "Indicaba que en Andra Pradesh, uno de los principales Estados miembros de la Unión India, más de 3.000 campesinos sobreendeudados con las sucursales locales de las empresas transnacionales que comercializan las semillas y los pesticidas se habían suicidado durante el período 1998-2004".
¿De dónde obtener el dinero necesario para comprar las semillas, fertilizantes y fitosanitarios? Sin duda ninguna de los bancos.
Joseph E. Stiglitz, en el libro ya citado, hace un análisis detallado de cómo y por qué el proceso de liberalización de los mercados de capitales. Entre otras cosas, este premio Nobel de Economía indica en la página 94: "no siempre acarreaba (la liberalización del los mercados financieros) el beneficio prometido de unos tipos de interés más bajos. En vez de ello, los agricultores comprobaban en ocasiones que debían pagar tipos más altos, lo que dificultaba sus compras de semillas y fertilizantes para alcanzar a duras penas la subsistencia".
A esa dificultad para conseguir el dinero necesario para la compra de semillas y fertilizantes hay que añadir su precio fijado por multinacionales que funcionan en régimen monopolístico, y las condiciones fijadas en los contratos de compra, entre ellas, que la empresa no se hace cargo del funcionamiento de los productos que vende, a pesar de que las semillas y los pesticidas pertenecen a la misma empresa. Lo anterior condujo a situaciones como las que describen, entre otros, Carmen Alborch, profesora de Derecho Mercantil en la Universidad de Valencia, Vandana Shiva, científica, filósofa y escritora hindú, merecedora del Premio Nobel Alternativo en 1993; y Jeans Ziegler, que fue Relator Especial de Naciones Unidas para la Alimentación.
Carmen Alborch, en su libro Libres. Ciudadanas del mundo (ed. Santillana, Madrid, 2004) indica, en la página 237: "Miles de campesinos hindúes se suicidaron en 1998 ante la imposibilidad de continuar sus producciones tradicionales. Estos terribles acontecimientos de denominan suicidios FMI".
Vandana Shiva, en el libro Cosecha robada, El secuestro de suministro mundial de alimentos (Paidós, Barcelona, 2003, págs 21-22) explica que "hubo agricultores, sumidos en la mayor de las pobrezas, que compraron a crédito las semillas y los productos químicos a la misma compañía. Cuando los cultivos se malograron debido a un fuerte azote de las plaga o a un fracaso a gran escala de las semillas, muchos campesinos se suicidaron consumiendo los mismos pesticidas con los que se habían endeudado en un primer momento. En el distrito de Warangal, cerca de cuatrocientos cultivadores de algodón se suicidaron debido a la pérdida de la cosecha de 1997 y docenas más siguieron su ejemplo en 1998".
Jeans Ziegler, el El imperio de la ... verguenza (ed. Santillana, Madrid, 2006, pág. 295) recoge lo que ministro indio de Agricultura, Raghuveera Reddy, dijo en una entrevista publicada en octubre de 2004 en la revista Frontline: "Indicaba que en Andra Pradesh, uno de los principales Estados miembros de la Unión India, más de 3.000 campesinos sobreendeudados con las sucursales locales de las empresas transnacionales que comercializan las semillas y los pesticidas se habían suicidado durante el período 1998-2004".
sábado, 12 de noviembre de 2011
Alimentos sanos para toda la humanidad
Últimamente se está hablando mucho del deseo de los habitantes de los países industrializados por consumir alimentos procedentes de agricultura ecológica. Y, al mismo tiempo que esto sucede, se observa un, cada vez más, insistente consejo a los países en desarrollo para que aumenten el rendimiento de sus cosechas mediante la utilización de productos químicos (fertilizantes y fitosanitarios).
Todo ello lleva a una serie de reflexiones, para mí, de gran importancia. La primera de ellas está relacionada con el futuro de la industria agroquímica, que, supongo, reaccionará como reaccionó la industria tabacalera cuando empezó a tener problemas, incluso antes de que se firmase el Tratado Antitabaco: estas empresas trasladaron su campo de actuación a los países en desarrollo, aprovechando las dificultades que, en general, tienen estos países para enfrentarse a ellas.
Una vez en los países en desarrollo, los objetivos prioritarios de esas empresas son bien conocidos: los jóvenes. Si se empieza a fumar joven, los beneficios que se recogen son más duraderos. En la prensa han aparecido noticias acerca de las sustancias que se añaden al tabaco para aumentar la adicción a la nicotina y disminuir los efectos molestos del tabaco.
Dentro de esta dinámica, se puede señalar el proceso judicial iniciado el 19 de noviembre de 2010 en el cual la multinacional tabacalera Philip Morris Internacional demandó a Uruguay una indemnización por el perjuicio económico que le estaba causando su campaña antitabaco, elogiada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los activistas antitabaco. Philip Morris ha llevado el caso ante el Órgano Multilateral de Garantía de Inversiones (OMGI), perteneciente al Grupo Banco Mundial.
Lamento no conocer la decisión tomada, a ese respecto, por el Banco Mundial, pero considero suficiente constatar, por una parte, la frialdad con que obran estas grandes empresas preocupadas, únicamente, por el beneficio económico, y, por otra, la existencia en el Banco Mundial -que dice que su "sueño es un mundo son pobreza"- de un órgano al que pueden acudir las empresas multinacionales en casos como éste.
No es ésta la única reflexión que, siempre a mi juicio, merece la opinión de que los países del Tercer Mundo deben consumir productos químicos para obtener los alimentos que necesita su población. Por ejemplo, considero muy importante analizar, desde el punto de vista ambiental, económico y cultural, la conveniencia de que los países en desarrollo lleven a cabo este tipo de actividad agrícola. De todas formas, conviene recordar la opinión del actual presidente de la FAO.
Todo ello lleva a una serie de reflexiones, para mí, de gran importancia. La primera de ellas está relacionada con el futuro de la industria agroquímica, que, supongo, reaccionará como reaccionó la industria tabacalera cuando empezó a tener problemas, incluso antes de que se firmase el Tratado Antitabaco: estas empresas trasladaron su campo de actuación a los países en desarrollo, aprovechando las dificultades que, en general, tienen estos países para enfrentarse a ellas.
Una vez en los países en desarrollo, los objetivos prioritarios de esas empresas son bien conocidos: los jóvenes. Si se empieza a fumar joven, los beneficios que se recogen son más duraderos. En la prensa han aparecido noticias acerca de las sustancias que se añaden al tabaco para aumentar la adicción a la nicotina y disminuir los efectos molestos del tabaco.
Dentro de esta dinámica, se puede señalar el proceso judicial iniciado el 19 de noviembre de 2010 en el cual la multinacional tabacalera Philip Morris Internacional demandó a Uruguay una indemnización por el perjuicio económico que le estaba causando su campaña antitabaco, elogiada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los activistas antitabaco. Philip Morris ha llevado el caso ante el Órgano Multilateral de Garantía de Inversiones (OMGI), perteneciente al Grupo Banco Mundial.
Lamento no conocer la decisión tomada, a ese respecto, por el Banco Mundial, pero considero suficiente constatar, por una parte, la frialdad con que obran estas grandes empresas preocupadas, únicamente, por el beneficio económico, y, por otra, la existencia en el Banco Mundial -que dice que su "sueño es un mundo son pobreza"- de un órgano al que pueden acudir las empresas multinacionales en casos como éste.
No es ésta la única reflexión que, siempre a mi juicio, merece la opinión de que los países del Tercer Mundo deben consumir productos químicos para obtener los alimentos que necesita su población. Por ejemplo, considero muy importante analizar, desde el punto de vista ambiental, económico y cultural, la conveniencia de que los países en desarrollo lleven a cabo este tipo de actividad agrícola. De todas formas, conviene recordar la opinión del actual presidente de la FAO.
jueves, 10 de noviembre de 2011
Clase media
Otro tema que Teresa Angulo presenta a debate está relacionado con la "clase media". El tema que propone es el siguiente:
"¿Continuará la rápida expansión de la clase media que ha comenzado en este década, en los países más pobres y poblados del mundo, o serán más bien la pobreza, la desigualdad económica y la exclusión las tendencias dominantes?
Para empezar, no comprendo la expresión "en los países más pobres y poblados del mundo". Tengo entendido que en los países más pobres y poblados del mundo solo hay, en el caso más favorable, pequeñas islas de exagerada riqueza en un mar de pobreza. De todas formas, ahí va mi aportación al debate.
La clase media moderna surge en el siglo XX, inicialmente en Estados Unidos, de la mano de Henry Ford. Henry Ford, fundador de Ford Motor Company, comenzó a aplicar las técnicas de trabajo en cadena con las que consiguió reducir mucho los costes de producción. En lugar de, simplemente, conformarse con esa ventaja económica que le ofrecía la técnica, quiso aumentar el número de personas que podrían comprar sus coches -otra forma de aumentar sus ganancias económicas-. Se le ocurrió ofrecer a sus trabajadores salarios más altos y más tiempo libre, para que al aumentar su poder adquisitivo pudieran acceder a nuevos productos, entre ellos, los coches que fabricaban. Estas personas constituirían la llamada "clase media".
Últimamente, la clase media ha empezado a disminuir en número, pasando a engrosar la clase pobre, mientras los ricos son cada vez más ricos. Algunos dan definitivamente por muerta la clase media y vaticinan la aparición de un nuevo sistema social polarizado, con una clase tecnócrata reducida y crecientemente más rica en un extremo y en el otro un "magma" social desclasado en el que se confundirán las antiguas clases media y baja, definidas por una capacidad de consumo muy limitada.
En cuanto a los países emergentes, el periodista Luis Bassets indica que las clases medias crecerán en Asia a un ritmo desenfrenado en los próximos años. Con los conocimientos y los datos que tengo en estos momentos, no me atrevo a decir nada acerca de posibles "tendencias dominantes". Seguro que alguno de ustedes puede participar en este debate en mejores condiciones.
No obstante, puesto que Luis Bassets habla de juegos de suma cero (unos ganan y otros pierden) considero oportuno señalar que, según todos los expertos preocupados por el tema, la humanidad solo podrá sobrevivir se empieza a llevar a cabo juegos de suma no cero, es decir, si todos los seres humanos nos comportamos como jugadores de un mismo equipo que quiere ganar. Esto es incompatible con la tendencia hacia el sistema social "polarizado" que vaticinan algunos.
"¿Continuará la rápida expansión de la clase media que ha comenzado en este década, en los países más pobres y poblados del mundo, o serán más bien la pobreza, la desigualdad económica y la exclusión las tendencias dominantes?
Para empezar, no comprendo la expresión "en los países más pobres y poblados del mundo". Tengo entendido que en los países más pobres y poblados del mundo solo hay, en el caso más favorable, pequeñas islas de exagerada riqueza en un mar de pobreza. De todas formas, ahí va mi aportación al debate.
La clase media moderna surge en el siglo XX, inicialmente en Estados Unidos, de la mano de Henry Ford. Henry Ford, fundador de Ford Motor Company, comenzó a aplicar las técnicas de trabajo en cadena con las que consiguió reducir mucho los costes de producción. En lugar de, simplemente, conformarse con esa ventaja económica que le ofrecía la técnica, quiso aumentar el número de personas que podrían comprar sus coches -otra forma de aumentar sus ganancias económicas-. Se le ocurrió ofrecer a sus trabajadores salarios más altos y más tiempo libre, para que al aumentar su poder adquisitivo pudieran acceder a nuevos productos, entre ellos, los coches que fabricaban. Estas personas constituirían la llamada "clase media".
Últimamente, la clase media ha empezado a disminuir en número, pasando a engrosar la clase pobre, mientras los ricos son cada vez más ricos. Algunos dan definitivamente por muerta la clase media y vaticinan la aparición de un nuevo sistema social polarizado, con una clase tecnócrata reducida y crecientemente más rica en un extremo y en el otro un "magma" social desclasado en el que se confundirán las antiguas clases media y baja, definidas por una capacidad de consumo muy limitada.
En cuanto a los países emergentes, el periodista Luis Bassets indica que las clases medias crecerán en Asia a un ritmo desenfrenado en los próximos años. Con los conocimientos y los datos que tengo en estos momentos, no me atrevo a decir nada acerca de posibles "tendencias dominantes". Seguro que alguno de ustedes puede participar en este debate en mejores condiciones.
No obstante, puesto que Luis Bassets habla de juegos de suma cero (unos ganan y otros pierden) considero oportuno señalar que, según todos los expertos preocupados por el tema, la humanidad solo podrá sobrevivir se empieza a llevar a cabo juegos de suma no cero, es decir, si todos los seres humanos nos comportamos como jugadores de un mismo equipo que quiere ganar. Esto es incompatible con la tendencia hacia el sistema social "polarizado" que vaticinan algunos.
lunes, 7 de noviembre de 2011
Población del planeta
El segundo factor que Teresa Angulo somete a debate se refiere a la evolución que es de esperar que experimente la población del mundo. "¿Seremos 16.000 millones de habitantes en el mundo o solo 6.000 millones? Este es el rango de posibilidades que maneja Naciones Unidas con respecto a la población del planeta en 2010, dependiendo de lo que suceda con los índices de fertilidad y otros factores".
El rango de posibilidades que se maneja es tan amplio que no significa nada. Más razonable, parece, estudiar los distintos factores que determinan esta evolución. Quizás uno de los factores más importante sea el índice de fertilidad. Y puesto que es en los países más pobres donde tienen lugar los más elevados índices de fertilidad, conviene analizar el porqué de este fenómeno para poner los remedios más adecuados y, de esta manera, evitar que la población del planeta alcance valores insostenibles.
Son varias las razones por las que las mujeres de los países pobres tienen tantos hijos. Una de ellas es la elevada tasa de mortalidad infantil: necesitan tener muchos hijos para que alguno de ellos pueda, en el futuro, cuidar de la familia. Otra, es la necesidad de tener hijos que trabajen (trabajo infantil) y colaboren, así, en el sustento de la familia. En esto tiene mucha culpa la Organización Mundial de Comercio (OMC) al no diferenciar entre dos productos por su modo de obtención, en este caso, por no diferenciar entre, por ejemplo, un balón en cuya confección ha participado niños de un balón en cuya confección solo han intervenido adultos. (El salario que recibe un niño es inferior al salario de un adulto; además, el niño es más dócil).
Sin embargo, las familias pobres no pueden superar la pobreza extrema sin un descenso de la tasa de fertilidad. Arrastrados por la solidaridad y empatía -valores consustanciales al ser humano- es difícil no estar de acuerdo en la necesidad de ayudar a esos países. Esta ayuda lleva implícito un amplio proceso al alfabetización -o mejor de emponderamiento- del sector femenino, pues está demostrado que ello conduce, siempre, a un descenso de la fertilidad.
Simultáneamente, no hay que olvidar el papel que desempeña el rápido descenso de las tasas de mortalidad de los niños pequeños; por ejemplo, mediante el suministro de vacunas y garantizando el suministro de agua potable.
Todo eso, menos llevar a cabo los consejos de expertos contratados para mantener triunfante a lo largo del siglo XXI el actual sistema económico, que indica Susan George en su libro de ficción El informe Lugano. Sobran pobres.
El rango de posibilidades que se maneja es tan amplio que no significa nada. Más razonable, parece, estudiar los distintos factores que determinan esta evolución. Quizás uno de los factores más importante sea el índice de fertilidad. Y puesto que es en los países más pobres donde tienen lugar los más elevados índices de fertilidad, conviene analizar el porqué de este fenómeno para poner los remedios más adecuados y, de esta manera, evitar que la población del planeta alcance valores insostenibles.
Son varias las razones por las que las mujeres de los países pobres tienen tantos hijos. Una de ellas es la elevada tasa de mortalidad infantil: necesitan tener muchos hijos para que alguno de ellos pueda, en el futuro, cuidar de la familia. Otra, es la necesidad de tener hijos que trabajen (trabajo infantil) y colaboren, así, en el sustento de la familia. En esto tiene mucha culpa la Organización Mundial de Comercio (OMC) al no diferenciar entre dos productos por su modo de obtención, en este caso, por no diferenciar entre, por ejemplo, un balón en cuya confección ha participado niños de un balón en cuya confección solo han intervenido adultos. (El salario que recibe un niño es inferior al salario de un adulto; además, el niño es más dócil).
Sin embargo, las familias pobres no pueden superar la pobreza extrema sin un descenso de la tasa de fertilidad. Arrastrados por la solidaridad y empatía -valores consustanciales al ser humano- es difícil no estar de acuerdo en la necesidad de ayudar a esos países. Esta ayuda lleva implícito un amplio proceso al alfabetización -o mejor de emponderamiento- del sector femenino, pues está demostrado que ello conduce, siempre, a un descenso de la fertilidad.
Simultáneamente, no hay que olvidar el papel que desempeña el rápido descenso de las tasas de mortalidad de los niños pequeños; por ejemplo, mediante el suministro de vacunas y garantizando el suministro de agua potable.
Todo eso, menos llevar a cabo los consejos de expertos contratados para mantener triunfante a lo largo del siglo XXI el actual sistema económico, que indica Susan George en su libro de ficción El informe Lugano. Sobran pobres.
sábado, 5 de noviembre de 2011
Política medioambiental del Banco Mundial
Continúo con el debate planteado por Teresa Angulo.
Frente a la crisis ecológica con que se enfrenta la humanidad, solo caben cuatro reacciones posibles. Una de ellas es rechazar las pruebas alegando que son absurdas. Otra reacción es la de "comamos, bebamos y disfrutemos, que mañana moriremos". La tercera consiste en replicar que "los científicos ya inventarán algo para arreglarlo". Y, por último, la cuarta reacción consiste en enfrentarse con los hechos y luchar en pro de esos reajustes profundos, sin los cuales no hay ningún fundamento para albergar esperanzas.
Dejando a un lado la segunda opción, desesperada, las instituciones internacionales que, en estos momentos, gobiernan el mundo -es decir, el actual sistema económico y social- están, unas veces, rechazando las pruebas -cada vez más difícil- y, otras, manifestando su convencimiento de que los científicos ya inventarán algo -lo que significa "jugar a la ruleta" con la vida de las generaciones futuras-.
Dado el tema que se iba a tratar pareció oportuno el titular Política medioambiental del Banco Mundial, a pesar de que el Banco Mundial siempre ha carecido de política medioambiental. En el libro de José Antonio Sanahuja, ya citado se indica que su Órgano Multilateral de Garantía de Inversiones califica de "riesgo políticos" "los cambios en el marco regulador que afectan a los intereses del inversor". Nada mejor que un ejemplo. Supongamos que una empresa petrolífera se instala en un país en vías de desarrollo o subdesarrollado porque, entre otras circunstancias favorables, ese país carece de algún tipo de ley medioambiental. Si un posterior Gobierno del país en cuestión -conociendo que en Europa hace tiempo que existen normas de protección del medio ambiente- se le ocurre distar una ley que prescribe la instalación de filtros, según el citado capítulo de inversiones, la empresa petrolífera puede presentar una demanda contra ese Gobierno porque el cumplimiento de la nueva ley le obliga a realizar inversiones no previstas y que harán que sus beneficios económicos sean menores.
Por otra parte, ¿qué política medioambiental puede esperarse de una institución que tiene a su servicio "sicarios económicos", que considera una buena solución enviar los residuos tóxicos a los países del Tercer Mundo, que apoya el proceso de apropiación de tierras, y la agricultura intensiva e industrial en los países pobres, etc., etc.?
Estas son algunas de las razones por las que se propone un cambio de sistema económico y social; se propone y se apoyará por todos los medios a nuestro alcance, porque, como ha dicho José Luis Sampedro, no es que otro mundo será posible, es que será seguro.
Frente a la crisis ecológica con que se enfrenta la humanidad, solo caben cuatro reacciones posibles. Una de ellas es rechazar las pruebas alegando que son absurdas. Otra reacción es la de "comamos, bebamos y disfrutemos, que mañana moriremos". La tercera consiste en replicar que "los científicos ya inventarán algo para arreglarlo". Y, por último, la cuarta reacción consiste en enfrentarse con los hechos y luchar en pro de esos reajustes profundos, sin los cuales no hay ningún fundamento para albergar esperanzas.
Dejando a un lado la segunda opción, desesperada, las instituciones internacionales que, en estos momentos, gobiernan el mundo -es decir, el actual sistema económico y social- están, unas veces, rechazando las pruebas -cada vez más difícil- y, otras, manifestando su convencimiento de que los científicos ya inventarán algo -lo que significa "jugar a la ruleta" con la vida de las generaciones futuras-.
Dado el tema que se iba a tratar pareció oportuno el titular Política medioambiental del Banco Mundial, a pesar de que el Banco Mundial siempre ha carecido de política medioambiental. En el libro de José Antonio Sanahuja, ya citado se indica que su Órgano Multilateral de Garantía de Inversiones califica de "riesgo políticos" "los cambios en el marco regulador que afectan a los intereses del inversor". Nada mejor que un ejemplo. Supongamos que una empresa petrolífera se instala en un país en vías de desarrollo o subdesarrollado porque, entre otras circunstancias favorables, ese país carece de algún tipo de ley medioambiental. Si un posterior Gobierno del país en cuestión -conociendo que en Europa hace tiempo que existen normas de protección del medio ambiente- se le ocurre distar una ley que prescribe la instalación de filtros, según el citado capítulo de inversiones, la empresa petrolífera puede presentar una demanda contra ese Gobierno porque el cumplimiento de la nueva ley le obliga a realizar inversiones no previstas y que harán que sus beneficios económicos sean menores.
Por otra parte, ¿qué política medioambiental puede esperarse de una institución que tiene a su servicio "sicarios económicos", que considera una buena solución enviar los residuos tóxicos a los países del Tercer Mundo, que apoya el proceso de apropiación de tierras, y la agricultura intensiva e industrial en los países pobres, etc., etc.?
Estas son algunas de las razones por las que se propone un cambio de sistema económico y social; se propone y se apoyará por todos los medios a nuestro alcance, porque, como ha dicho José Luis Sampedro, no es que otro mundo será posible, es que será seguro.
jueves, 3 de noviembre de 2011
Temperatura en la superficie de la Tierra
En una de sus últimas entradas, Teresa Angulo expone diez factores que, a su juicio, "moldearán nuestro futuro", y que considera que "al menos sirven para comenzar una conversación indispensable. Y quizás más urgente de lo que ahora parece". Resulta incoherente con el deseo de colaborar en la creación e imaginación de un futuro (expresada en el inicio de este blog), no aceptar esta invitación a conversar. Así es que iré exponiendo lo que sé o pienso de cada uno de esos factores. El primero se refiere al cambio climático, que Teresa Angulo aborda diciendo:
"¿Lograremos limitar el aumento de la temperatura del planeta a grados Celsius o habrá subido hasta los 8 grados o más? Si el incremento alcanza o sobrepasa los 8º, el planeta y sus habitantes enfrentarán realidades climáticas radicalmente distintas de las que hemos tenido hasta ahora. Esto ya no es un debate. En los últimos 50 años, la temperatura promedio de la superficie del planeta se ha elevado 0,911 grados. Y el aumento de otros 3º es ya imparable. La lucha es para evitar que suba más de eso".
Puesto que la contestación depende, en gran medida, del sistema económico y social imperante, parece conveniente imaginar qué sucedería si se sigue con el actual sistema, un sistema que gira alrededor del crecimiento económico, es decir, qué es de esperar que suceda si se siguen las directrices marcadas por las instituciones que, en realidad, gobiernan el mundo es estos momentos. Este estudio ha sido ya hecho por muy distintos expertos, y pone de manifiesto la urgente necesidad de cambiar de sistema.
Empecemos por la Organización Mundial de Comercio (OMC). ¿Qué atención merece para esta organización el medio ambiente, considerado como un bien común de la humanidad?. Para la OMC la máxima preocupación es el crecimiento económico de las empresas multinacionales, pretendiendo que ello contribuya al enriquecimiento de todos los ciudadanos. Partiendo de esta premisa, la OMC no diferencia entre dos productos por su modo de obtención. Como botón de muestra, la forma cómo su Órgano de Solución de Diferencias (OSD) resolvió un problema relacionado con el comercio internacional de plátanos.
La Unión Europea, tras la descolonización de sus colonias en África, Caribe y Pacífico, en 1975, decidió asegurar unos especiales precios de compra para determinados productos, entre ellos los plátanos, procedentes de estos países. Entonces, una empresa multinacional estadounidense, Chiquita Brands, consideró intolerable este acuerdo porque, a su juicio, limitaba el mercado de sus plátanos (bananas) y transmitió su queja al presidente de Estados Unidos, quien denunció este hecho ante el OSD. Este Órgano de Solución de Diferencias resolvió el contencioso a favor de Estados Unidos, sin tener en cuenta que los plátanos de Chiquita Brands, a diferencia de los plátanos procedentes de las indicadas antiguas colonias, proceden de grandes plantaciones donde se aplican excesivas cantidades de productos fitosanitarios, algunos de ellos prohibidos. (Leído en el libro de Susan George Pongamos a la OMC en si sitio, 2002, 1ª ed. Icaria editorial, Barcelona, págs. 42-43)
En el Apéndice de los estatutos de la OMC figura un Acuerdo sobre Obstáculos Técnicos al Comercio, según el cual ningún país puede alegar algún tipo de consideración medioambiental, cultural o económica para justificar la no compra de un producto procedente de otro país.
NOTA. Continuará con la exposición de la política medioambiental del Banco Mundial
"¿Lograremos limitar el aumento de la temperatura del planeta a grados Celsius o habrá subido hasta los 8 grados o más? Si el incremento alcanza o sobrepasa los 8º, el planeta y sus habitantes enfrentarán realidades climáticas radicalmente distintas de las que hemos tenido hasta ahora. Esto ya no es un debate. En los últimos 50 años, la temperatura promedio de la superficie del planeta se ha elevado 0,911 grados. Y el aumento de otros 3º es ya imparable. La lucha es para evitar que suba más de eso".
Puesto que la contestación depende, en gran medida, del sistema económico y social imperante, parece conveniente imaginar qué sucedería si se sigue con el actual sistema, un sistema que gira alrededor del crecimiento económico, es decir, qué es de esperar que suceda si se siguen las directrices marcadas por las instituciones que, en realidad, gobiernan el mundo es estos momentos. Este estudio ha sido ya hecho por muy distintos expertos, y pone de manifiesto la urgente necesidad de cambiar de sistema.
Empecemos por la Organización Mundial de Comercio (OMC). ¿Qué atención merece para esta organización el medio ambiente, considerado como un bien común de la humanidad?. Para la OMC la máxima preocupación es el crecimiento económico de las empresas multinacionales, pretendiendo que ello contribuya al enriquecimiento de todos los ciudadanos. Partiendo de esta premisa, la OMC no diferencia entre dos productos por su modo de obtención. Como botón de muestra, la forma cómo su Órgano de Solución de Diferencias (OSD) resolvió un problema relacionado con el comercio internacional de plátanos.
La Unión Europea, tras la descolonización de sus colonias en África, Caribe y Pacífico, en 1975, decidió asegurar unos especiales precios de compra para determinados productos, entre ellos los plátanos, procedentes de estos países. Entonces, una empresa multinacional estadounidense, Chiquita Brands, consideró intolerable este acuerdo porque, a su juicio, limitaba el mercado de sus plátanos (bananas) y transmitió su queja al presidente de Estados Unidos, quien denunció este hecho ante el OSD. Este Órgano de Solución de Diferencias resolvió el contencioso a favor de Estados Unidos, sin tener en cuenta que los plátanos de Chiquita Brands, a diferencia de los plátanos procedentes de las indicadas antiguas colonias, proceden de grandes plantaciones donde se aplican excesivas cantidades de productos fitosanitarios, algunos de ellos prohibidos. (Leído en el libro de Susan George Pongamos a la OMC en si sitio, 2002, 1ª ed. Icaria editorial, Barcelona, págs. 42-43)
En el Apéndice de los estatutos de la OMC figura un Acuerdo sobre Obstáculos Técnicos al Comercio, según el cual ningún país puede alegar algún tipo de consideración medioambiental, cultural o económica para justificar la no compra de un producto procedente de otro país.
NOTA. Continuará con la exposición de la política medioambiental del Banco Mundial
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