Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE), empatía es la "identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro".
Descubrimientos recientes en el estudio del cerebro y del desarrollo infantil han puesto de manifiesto que la empatía es una importante característica del ser humano. Experimentos realizados en el campo de las ciencias biológicas y cognitivas están poniendo de manifiesto que somos una especie esencialmente empática. La empatía forma parte de nuestra biología.
Sin embargo, durante casi mil setecientos años, en Occidente, se nos ha hecho creer que los seres humanos somos pecadores en un mundo lleno de maldad. Nuestra memoria colectiva se mide por crisis y calamidades, por injusticias sangrantes y episodios de crueldad con otros seres humanos, con los restantes seres vivos y con la Tierra que habitamos.
Es posible que, sin darse cuenta, a ello hayan contribuido nuestros cronistas oficiales -los historiadores-. En general, los historiadores escriben sobre guerras y grandes malvados, sobre injusticias económicas y sociales. Muy raramente nos hablan de la otra cara de la experiencia humana, aquella en la que no figuran las "grandes" hombres. Nuestros cronistas oficiales han desestimado de plano la empatía.
Los neandertales fueron una especie contemporánea a la nuestra hasta que desaparecieron hace unos 30.000 años. Parece que los neandertales tenían las mismas capacidades culturales que nosotros, compartían el uso del fuego y enterraban a ls muertos. ¿Qué es lo que pudo provocar la extinción de la especie de los nendertales y no la nuestra? En general, los científicos afirman que pudo haberse debido a un mayor comportamiento empático de nuestra especie: entre nosotros la inicial empatía entre los miembros de un mismo clan se amplió alcanzando a miembros de clanes distintos y todos juntos pudieron hacer frente a los acontecimientos con los que tuvieron que enfrentarse.
La conciencia empática se ha ido desarrollando lentamente durante los, aproximadamente, 170.000 años de la historia humana. En ocasiones, ha florecido para desvanecerse después durante largos períodos de tiempo. Su evolución ha sido irregular, pero su trayectoria es clara.
La conciencia creciente de que somos una especie esencialmente empática tiene consecuencias transcendentales para la sociedad. Científicos, filósofos, psicólogos y, hasta economistas indican que, en estos momentos, solo podremos sobrevivir si ampliamos nuestra empatía hasta incluir a todos los seres humanos, si todos nos consideramos "ciudadanos del mundo".
Porque nuestro actual sistema económico y social practica la "ley de la selva" y el "sálvese el que pueda", anulando todo sentimiento empático entre distintos grupos humanos -ricos y pobres en un mismo país y entre distintos países-, se califica no sólo de injusto, sino también de "inhumano", es decir, no coherente con las características de la naturaleza humana.
El contenido de este blog se ha cedido al dominio público: puede ser copiado, parcial o totalmente, sin previo permiso de la autora.
miércoles, 30 de noviembre de 2011
domingo, 27 de noviembre de 2011
El hambre
Kofi Annan, ex secretario general de Naciones Unidas
"..., el mundo está detenido ante el hambre que asuela los pueblos. (...) Mientras haya desequilibrio económico, el mundo no piensa (...). El día en que el hambre desaparezca, va a producirse en el mundo la explosión espiritual más grande que jamás conoció la humanidad. Nunca jamás se podrán figurar los hombres la alegría que estallará el día de la Revolución"
Federico García Lorca
viernes, 25 de noviembre de 2011
Vivir sin trabajo
Antes de lo que algunos piensan, la humanidad habrá hecho falsa la maldición bíblica "ganarás el pan con el sudor de tu frente", si es que "ganar con el sudor de la frente" significa "ganar trabajando". Dentro de muy poco tiempo, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación -ordenadores, robots, máquinas inteligentes, etc- habrán desplazado al ser humano de, prácticamente, todos los trabajos; son pocos los lugares donde el hombre o la mujer no puedan ser sustituidos por una máquina.
Los empresarios no tendrán que pelear por los salarios, la longitud de las jornadas de trabajo, los días de vacaciones, los permisos por maternidad o enfermedad, en definitiva, por cualquier factor que afecte a la productividad. Las máquinas no se embarazan, no caen enfermas, pueden trabajar las veinticuatro horas del día, etc. etc.
El ser humano se podrá dedicar a tareas más nobles: escuchar y dar cariño a quienes no tienen a nadie en la vida, charlar con los amigos, cuidar enfermos y minusválidos, pertenecer a una ONG, dedicarse a la música, a la pintura, al cine, al teatro, a enseñar al que no sabe, ... Es cierto que un robot podrá reconocer la voz humana, podrá contestar a ciertas preguntas e, incluso -afirman- dar consejos, pero quién no le dirá: "¿Tú que sabes?, ¿alguna vez has perdido a un ser querido?, ¿alguna vez has sentido ...?". La empatía, la solidaridad; en resumen, todo lo relacionado con los sentimientos, la inteligencia y la creatividad son patrimonio del ser humano.
Sin embargo, en todo esto, hay un problema que debe ser resuelto. Dice un refrán que "no sólo de pan vive el hombre"; es verdad, pero también es verdad que sin "pan" no puede vivir ningún ser vivo y el ser humano lo es. ¿Serán los que han sustituido los trabajadores por máquinas los que proporcionen a éstos el "pan" que necesitan para poder vivir? Y ¿qué pasará con el crecimiento económico, hasta ahora considerado como un dios, al que tantas vidas humanas se han sacrificado y se siguen sacrificando? Porque ... para que haya crecimiento económico es necesario consumir, y serán muy pocas las personas no desplazadas por las maquinas y que estén en condiciones de consumir.
Y si ese problema debe ser resuelto por los gobiernos, ¿de dónde sacarán éstos los recursos necesarios? ¿Aceptarán, quienes han sustituido los trabajadores por máquinas, pagar un impuesto por haberse beneficiado de unos conocimientos que, según Goethe, pertenecen a todos? Johann Wolfgang von Goethe novelista, dramaturgo, poeta y científico alemán de la segunda mitad del soglo XVIII, para muchos el "último verdadero hombre universal que caminó sobre la Tierra", dijo: "El arte y la ciencia, como todos los sublimes bienes del espíritu, pertenecen al mundo entero".
Los empresarios no tendrán que pelear por los salarios, la longitud de las jornadas de trabajo, los días de vacaciones, los permisos por maternidad o enfermedad, en definitiva, por cualquier factor que afecte a la productividad. Las máquinas no se embarazan, no caen enfermas, pueden trabajar las veinticuatro horas del día, etc. etc.
El ser humano se podrá dedicar a tareas más nobles: escuchar y dar cariño a quienes no tienen a nadie en la vida, charlar con los amigos, cuidar enfermos y minusválidos, pertenecer a una ONG, dedicarse a la música, a la pintura, al cine, al teatro, a enseñar al que no sabe, ... Es cierto que un robot podrá reconocer la voz humana, podrá contestar a ciertas preguntas e, incluso -afirman- dar consejos, pero quién no le dirá: "¿Tú que sabes?, ¿alguna vez has perdido a un ser querido?, ¿alguna vez has sentido ...?". La empatía, la solidaridad; en resumen, todo lo relacionado con los sentimientos, la inteligencia y la creatividad son patrimonio del ser humano.
Sin embargo, en todo esto, hay un problema que debe ser resuelto. Dice un refrán que "no sólo de pan vive el hombre"; es verdad, pero también es verdad que sin "pan" no puede vivir ningún ser vivo y el ser humano lo es. ¿Serán los que han sustituido los trabajadores por máquinas los que proporcionen a éstos el "pan" que necesitan para poder vivir? Y ¿qué pasará con el crecimiento económico, hasta ahora considerado como un dios, al que tantas vidas humanas se han sacrificado y se siguen sacrificando? Porque ... para que haya crecimiento económico es necesario consumir, y serán muy pocas las personas no desplazadas por las maquinas y que estén en condiciones de consumir.
Y si ese problema debe ser resuelto por los gobiernos, ¿de dónde sacarán éstos los recursos necesarios? ¿Aceptarán, quienes han sustituido los trabajadores por máquinas, pagar un impuesto por haberse beneficiado de unos conocimientos que, según Goethe, pertenecen a todos? Johann Wolfgang von Goethe novelista, dramaturgo, poeta y científico alemán de la segunda mitad del soglo XVIII, para muchos el "último verdadero hombre universal que caminó sobre la Tierra", dijo: "El arte y la ciencia, como todos los sublimes bienes del espíritu, pertenecen al mundo entero".
miércoles, 23 de noviembre de 2011
El derecho a la alimentación
Desde sus inicios, las Naciones Unidas han establecido el acceso a una alimentación adecuada como derecho individual y responsabilidad colectiva. El primer objetivo de cualquier gobierno es ser capaz de alimentar a su población, es decir, poseer soberanía alimentaria. Se dice que ningún país merece la consideración de independiente, si no es capaz de proporcionar a sus ciudadanos los alimentos que necesitan.
La Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 proclamó: "Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación...". Casi veinte años después, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1996) elaboró estos conceptos más plenamente, haciendo hincapié en "el derecho de toda persona a un nivel de vida adecuado para sí y para su familia, incluso la alimentación ...", y especificando "el derecho fundamental de toda persona a estar protegida contra el hambre".
Como indicó, en su día, el director general de la FAO, distintos estudios han puesto de manifiesto que todos los pueblos pueden alcanzar la soberanía alimentaria mediante la práctica de una agricultura sustentable que gire alrededor de pequeñas y medianas explotaciones y respetuosa con las diversas culturas de cada pueblo.
Sin embargo, las políticas económicas, agrícolas, pesqueras y comerciales impuestas por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización Mundial de Comercio (OMC), auspiciadas por grandes empresas multinacionales, han hecho imposible el acceso a una nutrición sana y suficiente para la mayoría de los seres humanos. Por ejemplo, con distintos alimentos básicos, la historia de Haití se ha repetido en todos los países en desarrollo.
Según los textos de Naciones Unidas y reclaman muchos colectivos, los alimentos no deben ser -no pueden ser- considerados una mercancía más. Por otra parte, es una demostrada falacia el argumento de que la liberalización del comercio agrícola y pesquero internacional, tal como está actualmente organizado, garantiza el derecho a la alimentación de las personas. Y, desde luego, conviene repetirlo, los países en desarrollo son capaces, con una idónea ayuda al desarrollo, de producir sus propios alimentos.
En consecuencia, el derecho humano más elemental -el derecho a la alimentación-, contenido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es letra muerta en la mayoría de los países del mundo, debido al comportamiento, precisamente, de quienes redactaron dicho documento.
La Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 proclamó: "Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación...". Casi veinte años después, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1996) elaboró estos conceptos más plenamente, haciendo hincapié en "el derecho de toda persona a un nivel de vida adecuado para sí y para su familia, incluso la alimentación ...", y especificando "el derecho fundamental de toda persona a estar protegida contra el hambre".
Como indicó, en su día, el director general de la FAO, distintos estudios han puesto de manifiesto que todos los pueblos pueden alcanzar la soberanía alimentaria mediante la práctica de una agricultura sustentable que gire alrededor de pequeñas y medianas explotaciones y respetuosa con las diversas culturas de cada pueblo.
Sin embargo, las políticas económicas, agrícolas, pesqueras y comerciales impuestas por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización Mundial de Comercio (OMC), auspiciadas por grandes empresas multinacionales, han hecho imposible el acceso a una nutrición sana y suficiente para la mayoría de los seres humanos. Por ejemplo, con distintos alimentos básicos, la historia de Haití se ha repetido en todos los países en desarrollo.
Según los textos de Naciones Unidas y reclaman muchos colectivos, los alimentos no deben ser -no pueden ser- considerados una mercancía más. Por otra parte, es una demostrada falacia el argumento de que la liberalización del comercio agrícola y pesquero internacional, tal como está actualmente organizado, garantiza el derecho a la alimentación de las personas. Y, desde luego, conviene repetirlo, los países en desarrollo son capaces, con una idónea ayuda al desarrollo, de producir sus propios alimentos.
En consecuencia, el derecho humano más elemental -el derecho a la alimentación-, contenido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es letra muerta en la mayoría de los países del mundo, debido al comportamiento, precisamente, de quienes redactaron dicho documento.
lunes, 21 de noviembre de 2011
Agricultura para el Tercer Mundo. Investigación
En las circunstancias actuales, dejando un lado los aspectos económicos y culturales mencionados, tanto los países en desarrollo como los industrializados, deben buscar alternativas al empleo en agricultura de fitosanitarios y fertilizantes químicos. Los compuestos químicos, utilizados en agricultura, son origen de importantes problemas ambientales estrechamente relacionados con la supervivencia del ser humano en la Tierra. Se puede pensar que en Occidente se inició su uso con buenas intenciones, pero, con el tiempo, se ha puesto de manifiesto que éste conduce al abismo: los problemas de contaminación de estos productos empiezan con los recursos naturales necesarios y fabricación del producto final, continúan durante su almacenamiento y siguen durante y después de su empleo.
Como en el caso de la actividad agrícola es necesario tener en cuenta no sólo las características económicas y sociales de cada país o grupos de países, sino también, con frecuencia, sus características edáficas y climáticas, la solución que adopten los países ricos no puede ser la misma que deba adoptarse en los países en desarrollo. De aquí, la importancia que tiene la existencia en muchas universidades occidentales de grupos de investigación para el desarrollo.
Sin embargo, para que las investigaciones realizadas por estos grupos de investigación sean realmente útiles, deben hacerse en colaboración con alguien que conozca muy bien la zona a la que van dirigidas, como son determinadas organizaciones no gubernamentales (ONG) o los nativos, algunos de ellos formados en Occidente que, a pesar de todos los inconvenientes, han decidido volver a su país para ayudar a su desarrollo. Estos últimos son muchos más de los que, a primera vista, pueden parecer, debido a que, en general, no son noticia que interese a los medios de comunicación. En el campo de la investigación agrícola, se puede citar a Thomas Odhiambo, científico keniano.
En 1967, y en contra de la corriente imperante, Thomas Odhiambo recabó suficientes recursos financieros y humanos para fundar el International Centre of Insect Physiology and Ecology (ICIPE), con sede en la Universidad de Nairobi. Sus investigaciones se centraron -falleció en 2003 a los 72 años- en el desarrollo de soluciones alternativas a los insecticidas químicos con el fin de incrementar la producción de alimentos y mejorar la salud en las comunidades rurales. En la práctica, los estudios del ICIPE fomentaron el desarrollo de tecnologías de bajo coste para que los granjeros africanos pudieran mejorar los métodos tradicionales de cultivo. Como director del ICIPE, actividad que compartió con la docencia, ayudó a formar a más de 150 científicos africanos. Publicó unos 130 ensayos y monografías y escribió, además, seis libros en tono didáctico y dirigidos a los niños africanos.
Puesto que los resultados obtenidos en los países en desarrollo pueden ser útiles en los países ricos y a la inversa, se trata de practicar lo que, en la teoría de los juegos, se denominan juegos de suma no cero: todos salen ganando y ninguno pierde. Es el único camino que puede conducir a la supervivencia de la humanidad.
Como en el caso de la actividad agrícola es necesario tener en cuenta no sólo las características económicas y sociales de cada país o grupos de países, sino también, con frecuencia, sus características edáficas y climáticas, la solución que adopten los países ricos no puede ser la misma que deba adoptarse en los países en desarrollo. De aquí, la importancia que tiene la existencia en muchas universidades occidentales de grupos de investigación para el desarrollo.
Sin embargo, para que las investigaciones realizadas por estos grupos de investigación sean realmente útiles, deben hacerse en colaboración con alguien que conozca muy bien la zona a la que van dirigidas, como son determinadas organizaciones no gubernamentales (ONG) o los nativos, algunos de ellos formados en Occidente que, a pesar de todos los inconvenientes, han decidido volver a su país para ayudar a su desarrollo. Estos últimos son muchos más de los que, a primera vista, pueden parecer, debido a que, en general, no son noticia que interese a los medios de comunicación. En el campo de la investigación agrícola, se puede citar a Thomas Odhiambo, científico keniano.
En 1967, y en contra de la corriente imperante, Thomas Odhiambo recabó suficientes recursos financieros y humanos para fundar el International Centre of Insect Physiology and Ecology (ICIPE), con sede en la Universidad de Nairobi. Sus investigaciones se centraron -falleció en 2003 a los 72 años- en el desarrollo de soluciones alternativas a los insecticidas químicos con el fin de incrementar la producción de alimentos y mejorar la salud en las comunidades rurales. En la práctica, los estudios del ICIPE fomentaron el desarrollo de tecnologías de bajo coste para que los granjeros africanos pudieran mejorar los métodos tradicionales de cultivo. Como director del ICIPE, actividad que compartió con la docencia, ayudó a formar a más de 150 científicos africanos. Publicó unos 130 ensayos y monografías y escribió, además, seis libros en tono didáctico y dirigidos a los niños africanos.
Puesto que los resultados obtenidos en los países en desarrollo pueden ser útiles en los países ricos y a la inversa, se trata de practicar lo que, en la teoría de los juegos, se denominan juegos de suma no cero: todos salen ganando y ninguno pierde. Es el único camino que puede conducir a la supervivencia de la humanidad.
sábado, 19 de noviembre de 2011
Agricultura para el Tercer Mundo. Posibilidades
Después de analizar los factores económicos y culturales relacionados con la agricultura del Tercer Mundo, es inevitable llegar a la conclusión de que el tipo de agricultura que necesitan los países subdesarrollados para conseguir la soberanía alimentaria y dejar atrás los episodios de hambrunas, es la que, en Occidente, llamamos agricultura ecológica.
En un principio, parece que no debía de haber ningún inconveniente en ello, pero hasta que no cambie la dinámica de nuestro actual sistema económico -la política del Banco Mundial, del Fondo Económico Internacional (FMI) y de la Organización Mundial de Comercio (OMC)-, todo intento de que los países pobres puedan alcanzar la soberanía alimentaria, es decir, puedan cultivar los alimentos que necesitan, es una quimera.
Primero, el Banco Mundial y el FMI -antes de que entrase en vigor la OMC- aconsejaba (en la práctica, más que un consejo era una imposición) a los países en desarrollo el abandono de las políticas "comida antes que nada" a favor de políticas "exportaciones antes que nada"; indicaba a los gobiernos de los países del Sur que no debían preocuparse por cultivar alimentos para la población, pues lo importante -decía- no era eso, sino, que, mediante la exportación de aquellas cosas que pudieran demandar los países ricos, tener dinero para comprar los alimentos que necesitasen. Y así fue cómo donde antes se sembraba comida se empezaron a cultivar productos destinados al consumo del Norte.
Y así fue cómo se impuso un modelo agrario de producción, cuya receta única es la transformación de los sistemas agrarios familiares, de orientación comunitaria y autodependientes, a sistemas de producción y distribución comerciales, subordinados a grandes empresas multinacionales. Grandes empresas suministran al mismo tiempo, los pesticidas y las que llaman "semillas mejoradas"; y grandes empresas se encargan de la comercialización de los productos obtenidos, sin que quede ningún dinero para adquirir los alimentos que necesita la población, pues el Órgano Multilateral de Garantía de Inversiones (del Banco Mundial) castiga a los países que ponen trabas a la salida al exterior de los beneficios de la empresas en ellos ubicadas.
Y así fue cómo se expulsó del campo a miles de familias que debían buscar su subsistencia en las ciudades o quedarse en el campo como jornaleros.
Y así fue cómo los precios de los alimentos básicos se establecen en la Bolsa de Chicago, donde inversores y especuladores se enriquecen a costa de seres humanos. (Como decía un filósofo, cuyo nombre no recuerdo en este momento, no se puede decir que estos inversores y especuladores pertenezcan al género humano, puesto que, salvo su configuración exterior, no tienen ninguna de las características definitorias de los seres humanos).
Y así fue cómo, ahora, se ha iniciado -aún no ha terminado- el proceso de "apropiación de tierras"; y los países der Tercer Mundo se están quedando sin terreno donde cultivar los alimentos que necesitan.
A todo esto no es ajena la OMC, que bajó los alimentos a la categoría de simples mercancías e incluyó en sus estatutos el Acuerdo sobre Agricultura, cuyos objetivos de liberalización nunca han sido cumplidos por los países ricos, pero han sido de obligado cumplimento para el resto de los países.
En 1996, el Secretario de Agricultura de Estados Unidos dijo: "Mi país no puede reconocer el derecho a la alimentación porque semejante pretensión va en contra del derecho al comercio". Sin duda, este señor no se había enterado de que, en 1948, se proclamó la Declaración universal de los Derechos Humanos, según la cual "toda persona tiene derecho a (...), y en especial la alimentación.
En un principio, parece que no debía de haber ningún inconveniente en ello, pero hasta que no cambie la dinámica de nuestro actual sistema económico -la política del Banco Mundial, del Fondo Económico Internacional (FMI) y de la Organización Mundial de Comercio (OMC)-, todo intento de que los países pobres puedan alcanzar la soberanía alimentaria, es decir, puedan cultivar los alimentos que necesitan, es una quimera.
Primero, el Banco Mundial y el FMI -antes de que entrase en vigor la OMC- aconsejaba (en la práctica, más que un consejo era una imposición) a los países en desarrollo el abandono de las políticas "comida antes que nada" a favor de políticas "exportaciones antes que nada"; indicaba a los gobiernos de los países del Sur que no debían preocuparse por cultivar alimentos para la población, pues lo importante -decía- no era eso, sino, que, mediante la exportación de aquellas cosas que pudieran demandar los países ricos, tener dinero para comprar los alimentos que necesitasen. Y así fue cómo donde antes se sembraba comida se empezaron a cultivar productos destinados al consumo del Norte.
Y así fue cómo se impuso un modelo agrario de producción, cuya receta única es la transformación de los sistemas agrarios familiares, de orientación comunitaria y autodependientes, a sistemas de producción y distribución comerciales, subordinados a grandes empresas multinacionales. Grandes empresas suministran al mismo tiempo, los pesticidas y las que llaman "semillas mejoradas"; y grandes empresas se encargan de la comercialización de los productos obtenidos, sin que quede ningún dinero para adquirir los alimentos que necesita la población, pues el Órgano Multilateral de Garantía de Inversiones (del Banco Mundial) castiga a los países que ponen trabas a la salida al exterior de los beneficios de la empresas en ellos ubicadas.
Y así fue cómo se expulsó del campo a miles de familias que debían buscar su subsistencia en las ciudades o quedarse en el campo como jornaleros.
Y así fue cómo los precios de los alimentos básicos se establecen en la Bolsa de Chicago, donde inversores y especuladores se enriquecen a costa de seres humanos. (Como decía un filósofo, cuyo nombre no recuerdo en este momento, no se puede decir que estos inversores y especuladores pertenezcan al género humano, puesto que, salvo su configuración exterior, no tienen ninguna de las características definitorias de los seres humanos).
Y así fue cómo, ahora, se ha iniciado -aún no ha terminado- el proceso de "apropiación de tierras"; y los países der Tercer Mundo se están quedando sin terreno donde cultivar los alimentos que necesitan.
A todo esto no es ajena la OMC, que bajó los alimentos a la categoría de simples mercancías e incluyó en sus estatutos el Acuerdo sobre Agricultura, cuyos objetivos de liberalización nunca han sido cumplidos por los países ricos, pero han sido de obligado cumplimento para el resto de los países.
En 1996, el Secretario de Agricultura de Estados Unidos dijo: "Mi país no puede reconocer el derecho a la alimentación porque semejante pretensión va en contra del derecho al comercio". Sin duda, este señor no se había enterado de que, en 1948, se proclamó la Declaración universal de los Derechos Humanos, según la cual "toda persona tiene derecho a (...), y en especial la alimentación.
jueves, 17 de noviembre de 2011
Agricultura para el Tercer Mundo. Diversidad cultural
Cualquier proyecto de ayuda, para tener éxito, debe respetar la cultura y las costumbres de aquellos a los que va dirigido. Son muchos los programas de ayuda que han fracasado por no haber tenido en cuenta este principio. Y una de las razones por las que no han tenido en cuenta este principio es, como dice la profesora María Novo, porque los occidentales estamos convencidos de que nuestra forma de vida representa "la civilización por excelencia", y hemos emprendido una grave "colonización mental", que ha supuesto "el arrasamiento de todas las sociedades no industriales". Ahora, muy lentamente, empezamos a darnos cuenta de que esta actitud ni es "éticamente justa", ni ambientalmente posible de satisfacer. Toda la humanidad saldrá ganando mucho, si aprendemos a ver las otras culturas, con otros ojos y, desde luego, no sólo para "robar" sus conocimientos y hacerlos nuestros.
El hombre occidental contempla a la Naturaleza como lo haría un relojero: algo susceptible de ser descompuesto en piezas, diseccionado y analizado en sus partes, que es posible reconstruir, posteriormente, a partir de esas piezas. De esta forma ha llegado a una agricultura que considera la tierra como un depósito químico, sin vida; ello le ha llevado a una agricultura basada en el empleo de abundantes compuestos químicos, fertilizantes y fitosanitarios. Esta visión de la tierra como un depósito químico dista mucho de encajar en las culturas, costumbres y conocimientos de los pueblos no industriales. Limitando el tema a los conocimientos, hay que tener en cuenta que para evitar graves problemas ambientales y de salud, es decir, para la utilización adecuada de cada uno de los productos químicos son necesarios ciertos cálculos y la utilización de la correspondiente maquinaria.
Ha sido un eminente botánico inglés, Albert Howard, que fue a la India como asesor en agricultura, el que observó que había una forma diferente y más productiva de llevar a cabo la actividad agrícola.
Albert Howard, vivió entre 1873 y 1947, trabajó en la India como asesor en agricultura y estuvo al frente de una granja de investigación. Aunque viajó a este país para enseñar las técnicas agrícolas de Occidente, descubrió que, definitivamente, los hindúes podían enseñarle más a él. Un aspecto importante del que se dio cuenta fue la conexión entre los terrenos de cultivo sanos y la población, el ganado y las cosechas sanas. Divulgó los conocimientos aprendidos en la India a través de la Soil Association con base en el Reino Unido y del Rodale Institute en Estados Unidos. Fue el que introdujo en Occidente el proceso de compostaje -se le ha llamado el padre del compostaje- y la práctica de la agricultura ecológica (u orgánica), de la que fue un firme defensor.
La agricultura ecológica, desde luego, necesita más mano de obra (algo que tienen en abundancia los países del Tercer Mundo), pero tiene grandes ventajas en cuanto a la convervación y aumento de la fertilidad del suelo y la calidad de los alimentos obtenidos. Además, la agricultura ecológica respeta la cultura y costumbres de los pueblos no occidentales. De aquí que, además de los aspectos económicos indicados, no se considere adecuado el suministro de fertilizantes y fitosanitarios a los países del Tercer Mundo.
El hombre occidental contempla a la Naturaleza como lo haría un relojero: algo susceptible de ser descompuesto en piezas, diseccionado y analizado en sus partes, que es posible reconstruir, posteriormente, a partir de esas piezas. De esta forma ha llegado a una agricultura que considera la tierra como un depósito químico, sin vida; ello le ha llevado a una agricultura basada en el empleo de abundantes compuestos químicos, fertilizantes y fitosanitarios. Esta visión de la tierra como un depósito químico dista mucho de encajar en las culturas, costumbres y conocimientos de los pueblos no industriales. Limitando el tema a los conocimientos, hay que tener en cuenta que para evitar graves problemas ambientales y de salud, es decir, para la utilización adecuada de cada uno de los productos químicos son necesarios ciertos cálculos y la utilización de la correspondiente maquinaria.
Ha sido un eminente botánico inglés, Albert Howard, que fue a la India como asesor en agricultura, el que observó que había una forma diferente y más productiva de llevar a cabo la actividad agrícola.
Albert Howard, vivió entre 1873 y 1947, trabajó en la India como asesor en agricultura y estuvo al frente de una granja de investigación. Aunque viajó a este país para enseñar las técnicas agrícolas de Occidente, descubrió que, definitivamente, los hindúes podían enseñarle más a él. Un aspecto importante del que se dio cuenta fue la conexión entre los terrenos de cultivo sanos y la población, el ganado y las cosechas sanas. Divulgó los conocimientos aprendidos en la India a través de la Soil Association con base en el Reino Unido y del Rodale Institute en Estados Unidos. Fue el que introdujo en Occidente el proceso de compostaje -se le ha llamado el padre del compostaje- y la práctica de la agricultura ecológica (u orgánica), de la que fue un firme defensor.
La agricultura ecológica, desde luego, necesita más mano de obra (algo que tienen en abundancia los países del Tercer Mundo), pero tiene grandes ventajas en cuanto a la convervación y aumento de la fertilidad del suelo y la calidad de los alimentos obtenidos. Además, la agricultura ecológica respeta la cultura y costumbres de los pueblos no occidentales. De aquí que, además de los aspectos económicos indicados, no se considere adecuado el suministro de fertilizantes y fitosanitarios a los países del Tercer Mundo.
lunes, 14 de noviembre de 2011
Agricultura para el Tercer Mundo. Aspecto económico
De todos los puntos de vista desde los que debe examinarse la conveniencia o no conveniencia de que los países del Tercer Mundo adopten un tipo de agricultura que, aunque muy lentamente, se está abandonando en los países ricos, considero conveniente dar unos datos relacionados con el aspecto estrictamente económico.
¿De dónde obtener el dinero necesario para comprar las semillas, fertilizantes y fitosanitarios? Sin duda ninguna de los bancos.
Joseph E. Stiglitz, en el libro ya citado, hace un análisis detallado de cómo y por qué el proceso de liberalización de los mercados de capitales. Entre otras cosas, este premio Nobel de Economía indica en la página 94: "no siempre acarreaba (la liberalización del los mercados financieros) el beneficio prometido de unos tipos de interés más bajos. En vez de ello, los agricultores comprobaban en ocasiones que debían pagar tipos más altos, lo que dificultaba sus compras de semillas y fertilizantes para alcanzar a duras penas la subsistencia".
A esa dificultad para conseguir el dinero necesario para la compra de semillas y fertilizantes hay que añadir su precio fijado por multinacionales que funcionan en régimen monopolístico, y las condiciones fijadas en los contratos de compra, entre ellas, que la empresa no se hace cargo del funcionamiento de los productos que vende, a pesar de que las semillas y los pesticidas pertenecen a la misma empresa. Lo anterior condujo a situaciones como las que describen, entre otros, Carmen Alborch, profesora de Derecho Mercantil en la Universidad de Valencia, Vandana Shiva, científica, filósofa y escritora hindú, merecedora del Premio Nobel Alternativo en 1993; y Jeans Ziegler, que fue Relator Especial de Naciones Unidas para la Alimentación.
Carmen Alborch, en su libro Libres. Ciudadanas del mundo (ed. Santillana, Madrid, 2004) indica, en la página 237: "Miles de campesinos hindúes se suicidaron en 1998 ante la imposibilidad de continuar sus producciones tradicionales. Estos terribles acontecimientos de denominan suicidios FMI".
Vandana Shiva, en el libro Cosecha robada, El secuestro de suministro mundial de alimentos (Paidós, Barcelona, 2003, págs 21-22) explica que "hubo agricultores, sumidos en la mayor de las pobrezas, que compraron a crédito las semillas y los productos químicos a la misma compañía. Cuando los cultivos se malograron debido a un fuerte azote de las plaga o a un fracaso a gran escala de las semillas, muchos campesinos se suicidaron consumiendo los mismos pesticidas con los que se habían endeudado en un primer momento. En el distrito de Warangal, cerca de cuatrocientos cultivadores de algodón se suicidaron debido a la pérdida de la cosecha de 1997 y docenas más siguieron su ejemplo en 1998".
Jeans Ziegler, el El imperio de la ... verguenza (ed. Santillana, Madrid, 2006, pág. 295) recoge lo que ministro indio de Agricultura, Raghuveera Reddy, dijo en una entrevista publicada en octubre de 2004 en la revista Frontline: "Indicaba que en Andra Pradesh, uno de los principales Estados miembros de la Unión India, más de 3.000 campesinos sobreendeudados con las sucursales locales de las empresas transnacionales que comercializan las semillas y los pesticidas se habían suicidado durante el período 1998-2004".
¿De dónde obtener el dinero necesario para comprar las semillas, fertilizantes y fitosanitarios? Sin duda ninguna de los bancos.
Joseph E. Stiglitz, en el libro ya citado, hace un análisis detallado de cómo y por qué el proceso de liberalización de los mercados de capitales. Entre otras cosas, este premio Nobel de Economía indica en la página 94: "no siempre acarreaba (la liberalización del los mercados financieros) el beneficio prometido de unos tipos de interés más bajos. En vez de ello, los agricultores comprobaban en ocasiones que debían pagar tipos más altos, lo que dificultaba sus compras de semillas y fertilizantes para alcanzar a duras penas la subsistencia".
A esa dificultad para conseguir el dinero necesario para la compra de semillas y fertilizantes hay que añadir su precio fijado por multinacionales que funcionan en régimen monopolístico, y las condiciones fijadas en los contratos de compra, entre ellas, que la empresa no se hace cargo del funcionamiento de los productos que vende, a pesar de que las semillas y los pesticidas pertenecen a la misma empresa. Lo anterior condujo a situaciones como las que describen, entre otros, Carmen Alborch, profesora de Derecho Mercantil en la Universidad de Valencia, Vandana Shiva, científica, filósofa y escritora hindú, merecedora del Premio Nobel Alternativo en 1993; y Jeans Ziegler, que fue Relator Especial de Naciones Unidas para la Alimentación.
Carmen Alborch, en su libro Libres. Ciudadanas del mundo (ed. Santillana, Madrid, 2004) indica, en la página 237: "Miles de campesinos hindúes se suicidaron en 1998 ante la imposibilidad de continuar sus producciones tradicionales. Estos terribles acontecimientos de denominan suicidios FMI".
Vandana Shiva, en el libro Cosecha robada, El secuestro de suministro mundial de alimentos (Paidós, Barcelona, 2003, págs 21-22) explica que "hubo agricultores, sumidos en la mayor de las pobrezas, que compraron a crédito las semillas y los productos químicos a la misma compañía. Cuando los cultivos se malograron debido a un fuerte azote de las plaga o a un fracaso a gran escala de las semillas, muchos campesinos se suicidaron consumiendo los mismos pesticidas con los que se habían endeudado en un primer momento. En el distrito de Warangal, cerca de cuatrocientos cultivadores de algodón se suicidaron debido a la pérdida de la cosecha de 1997 y docenas más siguieron su ejemplo en 1998".
Jeans Ziegler, el El imperio de la ... verguenza (ed. Santillana, Madrid, 2006, pág. 295) recoge lo que ministro indio de Agricultura, Raghuveera Reddy, dijo en una entrevista publicada en octubre de 2004 en la revista Frontline: "Indicaba que en Andra Pradesh, uno de los principales Estados miembros de la Unión India, más de 3.000 campesinos sobreendeudados con las sucursales locales de las empresas transnacionales que comercializan las semillas y los pesticidas se habían suicidado durante el período 1998-2004".
sábado, 12 de noviembre de 2011
Alimentos sanos para toda la humanidad
Últimamente se está hablando mucho del deseo de los habitantes de los países industrializados por consumir alimentos procedentes de agricultura ecológica. Y, al mismo tiempo que esto sucede, se observa un, cada vez más, insistente consejo a los países en desarrollo para que aumenten el rendimiento de sus cosechas mediante la utilización de productos químicos (fertilizantes y fitosanitarios).
Todo ello lleva a una serie de reflexiones, para mí, de gran importancia. La primera de ellas está relacionada con el futuro de la industria agroquímica, que, supongo, reaccionará como reaccionó la industria tabacalera cuando empezó a tener problemas, incluso antes de que se firmase el Tratado Antitabaco: estas empresas trasladaron su campo de actuación a los países en desarrollo, aprovechando las dificultades que, en general, tienen estos países para enfrentarse a ellas.
Una vez en los países en desarrollo, los objetivos prioritarios de esas empresas son bien conocidos: los jóvenes. Si se empieza a fumar joven, los beneficios que se recogen son más duraderos. En la prensa han aparecido noticias acerca de las sustancias que se añaden al tabaco para aumentar la adicción a la nicotina y disminuir los efectos molestos del tabaco.
Dentro de esta dinámica, se puede señalar el proceso judicial iniciado el 19 de noviembre de 2010 en el cual la multinacional tabacalera Philip Morris Internacional demandó a Uruguay una indemnización por el perjuicio económico que le estaba causando su campaña antitabaco, elogiada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los activistas antitabaco. Philip Morris ha llevado el caso ante el Órgano Multilateral de Garantía de Inversiones (OMGI), perteneciente al Grupo Banco Mundial.
Lamento no conocer la decisión tomada, a ese respecto, por el Banco Mundial, pero considero suficiente constatar, por una parte, la frialdad con que obran estas grandes empresas preocupadas, únicamente, por el beneficio económico, y, por otra, la existencia en el Banco Mundial -que dice que su "sueño es un mundo son pobreza"- de un órgano al que pueden acudir las empresas multinacionales en casos como éste.
No es ésta la única reflexión que, siempre a mi juicio, merece la opinión de que los países del Tercer Mundo deben consumir productos químicos para obtener los alimentos que necesita su población. Por ejemplo, considero muy importante analizar, desde el punto de vista ambiental, económico y cultural, la conveniencia de que los países en desarrollo lleven a cabo este tipo de actividad agrícola. De todas formas, conviene recordar la opinión del actual presidente de la FAO.
Todo ello lleva a una serie de reflexiones, para mí, de gran importancia. La primera de ellas está relacionada con el futuro de la industria agroquímica, que, supongo, reaccionará como reaccionó la industria tabacalera cuando empezó a tener problemas, incluso antes de que se firmase el Tratado Antitabaco: estas empresas trasladaron su campo de actuación a los países en desarrollo, aprovechando las dificultades que, en general, tienen estos países para enfrentarse a ellas.
Una vez en los países en desarrollo, los objetivos prioritarios de esas empresas son bien conocidos: los jóvenes. Si se empieza a fumar joven, los beneficios que se recogen son más duraderos. En la prensa han aparecido noticias acerca de las sustancias que se añaden al tabaco para aumentar la adicción a la nicotina y disminuir los efectos molestos del tabaco.
Dentro de esta dinámica, se puede señalar el proceso judicial iniciado el 19 de noviembre de 2010 en el cual la multinacional tabacalera Philip Morris Internacional demandó a Uruguay una indemnización por el perjuicio económico que le estaba causando su campaña antitabaco, elogiada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los activistas antitabaco. Philip Morris ha llevado el caso ante el Órgano Multilateral de Garantía de Inversiones (OMGI), perteneciente al Grupo Banco Mundial.
Lamento no conocer la decisión tomada, a ese respecto, por el Banco Mundial, pero considero suficiente constatar, por una parte, la frialdad con que obran estas grandes empresas preocupadas, únicamente, por el beneficio económico, y, por otra, la existencia en el Banco Mundial -que dice que su "sueño es un mundo son pobreza"- de un órgano al que pueden acudir las empresas multinacionales en casos como éste.
No es ésta la única reflexión que, siempre a mi juicio, merece la opinión de que los países del Tercer Mundo deben consumir productos químicos para obtener los alimentos que necesita su población. Por ejemplo, considero muy importante analizar, desde el punto de vista ambiental, económico y cultural, la conveniencia de que los países en desarrollo lleven a cabo este tipo de actividad agrícola. De todas formas, conviene recordar la opinión del actual presidente de la FAO.
jueves, 10 de noviembre de 2011
Clase media
Otro tema que Teresa Angulo presenta a debate está relacionado con la "clase media". El tema que propone es el siguiente:
"¿Continuará la rápida expansión de la clase media que ha comenzado en este década, en los países más pobres y poblados del mundo, o serán más bien la pobreza, la desigualdad económica y la exclusión las tendencias dominantes?
Para empezar, no comprendo la expresión "en los países más pobres y poblados del mundo". Tengo entendido que en los países más pobres y poblados del mundo solo hay, en el caso más favorable, pequeñas islas de exagerada riqueza en un mar de pobreza. De todas formas, ahí va mi aportación al debate.
La clase media moderna surge en el siglo XX, inicialmente en Estados Unidos, de la mano de Henry Ford. Henry Ford, fundador de Ford Motor Company, comenzó a aplicar las técnicas de trabajo en cadena con las que consiguió reducir mucho los costes de producción. En lugar de, simplemente, conformarse con esa ventaja económica que le ofrecía la técnica, quiso aumentar el número de personas que podrían comprar sus coches -otra forma de aumentar sus ganancias económicas-. Se le ocurrió ofrecer a sus trabajadores salarios más altos y más tiempo libre, para que al aumentar su poder adquisitivo pudieran acceder a nuevos productos, entre ellos, los coches que fabricaban. Estas personas constituirían la llamada "clase media".
Últimamente, la clase media ha empezado a disminuir en número, pasando a engrosar la clase pobre, mientras los ricos son cada vez más ricos. Algunos dan definitivamente por muerta la clase media y vaticinan la aparición de un nuevo sistema social polarizado, con una clase tecnócrata reducida y crecientemente más rica en un extremo y en el otro un "magma" social desclasado en el que se confundirán las antiguas clases media y baja, definidas por una capacidad de consumo muy limitada.
En cuanto a los países emergentes, el periodista Luis Bassets indica que las clases medias crecerán en Asia a un ritmo desenfrenado en los próximos años. Con los conocimientos y los datos que tengo en estos momentos, no me atrevo a decir nada acerca de posibles "tendencias dominantes". Seguro que alguno de ustedes puede participar en este debate en mejores condiciones.
No obstante, puesto que Luis Bassets habla de juegos de suma cero (unos ganan y otros pierden) considero oportuno señalar que, según todos los expertos preocupados por el tema, la humanidad solo podrá sobrevivir se empieza a llevar a cabo juegos de suma no cero, es decir, si todos los seres humanos nos comportamos como jugadores de un mismo equipo que quiere ganar. Esto es incompatible con la tendencia hacia el sistema social "polarizado" que vaticinan algunos.
"¿Continuará la rápida expansión de la clase media que ha comenzado en este década, en los países más pobres y poblados del mundo, o serán más bien la pobreza, la desigualdad económica y la exclusión las tendencias dominantes?
Para empezar, no comprendo la expresión "en los países más pobres y poblados del mundo". Tengo entendido que en los países más pobres y poblados del mundo solo hay, en el caso más favorable, pequeñas islas de exagerada riqueza en un mar de pobreza. De todas formas, ahí va mi aportación al debate.
La clase media moderna surge en el siglo XX, inicialmente en Estados Unidos, de la mano de Henry Ford. Henry Ford, fundador de Ford Motor Company, comenzó a aplicar las técnicas de trabajo en cadena con las que consiguió reducir mucho los costes de producción. En lugar de, simplemente, conformarse con esa ventaja económica que le ofrecía la técnica, quiso aumentar el número de personas que podrían comprar sus coches -otra forma de aumentar sus ganancias económicas-. Se le ocurrió ofrecer a sus trabajadores salarios más altos y más tiempo libre, para que al aumentar su poder adquisitivo pudieran acceder a nuevos productos, entre ellos, los coches que fabricaban. Estas personas constituirían la llamada "clase media".
Últimamente, la clase media ha empezado a disminuir en número, pasando a engrosar la clase pobre, mientras los ricos son cada vez más ricos. Algunos dan definitivamente por muerta la clase media y vaticinan la aparición de un nuevo sistema social polarizado, con una clase tecnócrata reducida y crecientemente más rica en un extremo y en el otro un "magma" social desclasado en el que se confundirán las antiguas clases media y baja, definidas por una capacidad de consumo muy limitada.
En cuanto a los países emergentes, el periodista Luis Bassets indica que las clases medias crecerán en Asia a un ritmo desenfrenado en los próximos años. Con los conocimientos y los datos que tengo en estos momentos, no me atrevo a decir nada acerca de posibles "tendencias dominantes". Seguro que alguno de ustedes puede participar en este debate en mejores condiciones.
No obstante, puesto que Luis Bassets habla de juegos de suma cero (unos ganan y otros pierden) considero oportuno señalar que, según todos los expertos preocupados por el tema, la humanidad solo podrá sobrevivir se empieza a llevar a cabo juegos de suma no cero, es decir, si todos los seres humanos nos comportamos como jugadores de un mismo equipo que quiere ganar. Esto es incompatible con la tendencia hacia el sistema social "polarizado" que vaticinan algunos.
lunes, 7 de noviembre de 2011
Población del planeta
El segundo factor que Teresa Angulo somete a debate se refiere a la evolución que es de esperar que experimente la población del mundo. "¿Seremos 16.000 millones de habitantes en el mundo o solo 6.000 millones? Este es el rango de posibilidades que maneja Naciones Unidas con respecto a la población del planeta en 2010, dependiendo de lo que suceda con los índices de fertilidad y otros factores".
El rango de posibilidades que se maneja es tan amplio que no significa nada. Más razonable, parece, estudiar los distintos factores que determinan esta evolución. Quizás uno de los factores más importante sea el índice de fertilidad. Y puesto que es en los países más pobres donde tienen lugar los más elevados índices de fertilidad, conviene analizar el porqué de este fenómeno para poner los remedios más adecuados y, de esta manera, evitar que la población del planeta alcance valores insostenibles.
Son varias las razones por las que las mujeres de los países pobres tienen tantos hijos. Una de ellas es la elevada tasa de mortalidad infantil: necesitan tener muchos hijos para que alguno de ellos pueda, en el futuro, cuidar de la familia. Otra, es la necesidad de tener hijos que trabajen (trabajo infantil) y colaboren, así, en el sustento de la familia. En esto tiene mucha culpa la Organización Mundial de Comercio (OMC) al no diferenciar entre dos productos por su modo de obtención, en este caso, por no diferenciar entre, por ejemplo, un balón en cuya confección ha participado niños de un balón en cuya confección solo han intervenido adultos. (El salario que recibe un niño es inferior al salario de un adulto; además, el niño es más dócil).
Sin embargo, las familias pobres no pueden superar la pobreza extrema sin un descenso de la tasa de fertilidad. Arrastrados por la solidaridad y empatía -valores consustanciales al ser humano- es difícil no estar de acuerdo en la necesidad de ayudar a esos países. Esta ayuda lleva implícito un amplio proceso al alfabetización -o mejor de emponderamiento- del sector femenino, pues está demostrado que ello conduce, siempre, a un descenso de la fertilidad.
Simultáneamente, no hay que olvidar el papel que desempeña el rápido descenso de las tasas de mortalidad de los niños pequeños; por ejemplo, mediante el suministro de vacunas y garantizando el suministro de agua potable.
Todo eso, menos llevar a cabo los consejos de expertos contratados para mantener triunfante a lo largo del siglo XXI el actual sistema económico, que indica Susan George en su libro de ficción El informe Lugano. Sobran pobres.
El rango de posibilidades que se maneja es tan amplio que no significa nada. Más razonable, parece, estudiar los distintos factores que determinan esta evolución. Quizás uno de los factores más importante sea el índice de fertilidad. Y puesto que es en los países más pobres donde tienen lugar los más elevados índices de fertilidad, conviene analizar el porqué de este fenómeno para poner los remedios más adecuados y, de esta manera, evitar que la población del planeta alcance valores insostenibles.
Son varias las razones por las que las mujeres de los países pobres tienen tantos hijos. Una de ellas es la elevada tasa de mortalidad infantil: necesitan tener muchos hijos para que alguno de ellos pueda, en el futuro, cuidar de la familia. Otra, es la necesidad de tener hijos que trabajen (trabajo infantil) y colaboren, así, en el sustento de la familia. En esto tiene mucha culpa la Organización Mundial de Comercio (OMC) al no diferenciar entre dos productos por su modo de obtención, en este caso, por no diferenciar entre, por ejemplo, un balón en cuya confección ha participado niños de un balón en cuya confección solo han intervenido adultos. (El salario que recibe un niño es inferior al salario de un adulto; además, el niño es más dócil).
Sin embargo, las familias pobres no pueden superar la pobreza extrema sin un descenso de la tasa de fertilidad. Arrastrados por la solidaridad y empatía -valores consustanciales al ser humano- es difícil no estar de acuerdo en la necesidad de ayudar a esos países. Esta ayuda lleva implícito un amplio proceso al alfabetización -o mejor de emponderamiento- del sector femenino, pues está demostrado que ello conduce, siempre, a un descenso de la fertilidad.
Simultáneamente, no hay que olvidar el papel que desempeña el rápido descenso de las tasas de mortalidad de los niños pequeños; por ejemplo, mediante el suministro de vacunas y garantizando el suministro de agua potable.
Todo eso, menos llevar a cabo los consejos de expertos contratados para mantener triunfante a lo largo del siglo XXI el actual sistema económico, que indica Susan George en su libro de ficción El informe Lugano. Sobran pobres.
sábado, 5 de noviembre de 2011
Política medioambiental del Banco Mundial
Continúo con el debate planteado por Teresa Angulo.
Frente a la crisis ecológica con que se enfrenta la humanidad, solo caben cuatro reacciones posibles. Una de ellas es rechazar las pruebas alegando que son absurdas. Otra reacción es la de "comamos, bebamos y disfrutemos, que mañana moriremos". La tercera consiste en replicar que "los científicos ya inventarán algo para arreglarlo". Y, por último, la cuarta reacción consiste en enfrentarse con los hechos y luchar en pro de esos reajustes profundos, sin los cuales no hay ningún fundamento para albergar esperanzas.
Dejando a un lado la segunda opción, desesperada, las instituciones internacionales que, en estos momentos, gobiernan el mundo -es decir, el actual sistema económico y social- están, unas veces, rechazando las pruebas -cada vez más difícil- y, otras, manifestando su convencimiento de que los científicos ya inventarán algo -lo que significa "jugar a la ruleta" con la vida de las generaciones futuras-.
Dado el tema que se iba a tratar pareció oportuno el titular Política medioambiental del Banco Mundial, a pesar de que el Banco Mundial siempre ha carecido de política medioambiental. En el libro de José Antonio Sanahuja, ya citado se indica que su Órgano Multilateral de Garantía de Inversiones califica de "riesgo políticos" "los cambios en el marco regulador que afectan a los intereses del inversor". Nada mejor que un ejemplo. Supongamos que una empresa petrolífera se instala en un país en vías de desarrollo o subdesarrollado porque, entre otras circunstancias favorables, ese país carece de algún tipo de ley medioambiental. Si un posterior Gobierno del país en cuestión -conociendo que en Europa hace tiempo que existen normas de protección del medio ambiente- se le ocurre distar una ley que prescribe la instalación de filtros, según el citado capítulo de inversiones, la empresa petrolífera puede presentar una demanda contra ese Gobierno porque el cumplimiento de la nueva ley le obliga a realizar inversiones no previstas y que harán que sus beneficios económicos sean menores.
Por otra parte, ¿qué política medioambiental puede esperarse de una institución que tiene a su servicio "sicarios económicos", que considera una buena solución enviar los residuos tóxicos a los países del Tercer Mundo, que apoya el proceso de apropiación de tierras, y la agricultura intensiva e industrial en los países pobres, etc., etc.?
Estas son algunas de las razones por las que se propone un cambio de sistema económico y social; se propone y se apoyará por todos los medios a nuestro alcance, porque, como ha dicho José Luis Sampedro, no es que otro mundo será posible, es que será seguro.
Frente a la crisis ecológica con que se enfrenta la humanidad, solo caben cuatro reacciones posibles. Una de ellas es rechazar las pruebas alegando que son absurdas. Otra reacción es la de "comamos, bebamos y disfrutemos, que mañana moriremos". La tercera consiste en replicar que "los científicos ya inventarán algo para arreglarlo". Y, por último, la cuarta reacción consiste en enfrentarse con los hechos y luchar en pro de esos reajustes profundos, sin los cuales no hay ningún fundamento para albergar esperanzas.
Dejando a un lado la segunda opción, desesperada, las instituciones internacionales que, en estos momentos, gobiernan el mundo -es decir, el actual sistema económico y social- están, unas veces, rechazando las pruebas -cada vez más difícil- y, otras, manifestando su convencimiento de que los científicos ya inventarán algo -lo que significa "jugar a la ruleta" con la vida de las generaciones futuras-.
Dado el tema que se iba a tratar pareció oportuno el titular Política medioambiental del Banco Mundial, a pesar de que el Banco Mundial siempre ha carecido de política medioambiental. En el libro de José Antonio Sanahuja, ya citado se indica que su Órgano Multilateral de Garantía de Inversiones califica de "riesgo políticos" "los cambios en el marco regulador que afectan a los intereses del inversor". Nada mejor que un ejemplo. Supongamos que una empresa petrolífera se instala en un país en vías de desarrollo o subdesarrollado porque, entre otras circunstancias favorables, ese país carece de algún tipo de ley medioambiental. Si un posterior Gobierno del país en cuestión -conociendo que en Europa hace tiempo que existen normas de protección del medio ambiente- se le ocurre distar una ley que prescribe la instalación de filtros, según el citado capítulo de inversiones, la empresa petrolífera puede presentar una demanda contra ese Gobierno porque el cumplimiento de la nueva ley le obliga a realizar inversiones no previstas y que harán que sus beneficios económicos sean menores.
Por otra parte, ¿qué política medioambiental puede esperarse de una institución que tiene a su servicio "sicarios económicos", que considera una buena solución enviar los residuos tóxicos a los países del Tercer Mundo, que apoya el proceso de apropiación de tierras, y la agricultura intensiva e industrial en los países pobres, etc., etc.?
Estas son algunas de las razones por las que se propone un cambio de sistema económico y social; se propone y se apoyará por todos los medios a nuestro alcance, porque, como ha dicho José Luis Sampedro, no es que otro mundo será posible, es que será seguro.
jueves, 3 de noviembre de 2011
Temperatura en la superficie de la Tierra
En una de sus últimas entradas, Teresa Angulo expone diez factores que, a su juicio, "moldearán nuestro futuro", y que considera que "al menos sirven para comenzar una conversación indispensable. Y quizás más urgente de lo que ahora parece". Resulta incoherente con el deseo de colaborar en la creación e imaginación de un futuro (expresada en el inicio de este blog), no aceptar esta invitación a conversar. Así es que iré exponiendo lo que sé o pienso de cada uno de esos factores. El primero se refiere al cambio climático, que Teresa Angulo aborda diciendo:
"¿Lograremos limitar el aumento de la temperatura del planeta a grados Celsius o habrá subido hasta los 8 grados o más? Si el incremento alcanza o sobrepasa los 8º, el planeta y sus habitantes enfrentarán realidades climáticas radicalmente distintas de las que hemos tenido hasta ahora. Esto ya no es un debate. En los últimos 50 años, la temperatura promedio de la superficie del planeta se ha elevado 0,911 grados. Y el aumento de otros 3º es ya imparable. La lucha es para evitar que suba más de eso".
Puesto que la contestación depende, en gran medida, del sistema económico y social imperante, parece conveniente imaginar qué sucedería si se sigue con el actual sistema, un sistema que gira alrededor del crecimiento económico, es decir, qué es de esperar que suceda si se siguen las directrices marcadas por las instituciones que, en realidad, gobiernan el mundo es estos momentos. Este estudio ha sido ya hecho por muy distintos expertos, y pone de manifiesto la urgente necesidad de cambiar de sistema.
Empecemos por la Organización Mundial de Comercio (OMC). ¿Qué atención merece para esta organización el medio ambiente, considerado como un bien común de la humanidad?. Para la OMC la máxima preocupación es el crecimiento económico de las empresas multinacionales, pretendiendo que ello contribuya al enriquecimiento de todos los ciudadanos. Partiendo de esta premisa, la OMC no diferencia entre dos productos por su modo de obtención. Como botón de muestra, la forma cómo su Órgano de Solución de Diferencias (OSD) resolvió un problema relacionado con el comercio internacional de plátanos.
La Unión Europea, tras la descolonización de sus colonias en África, Caribe y Pacífico, en 1975, decidió asegurar unos especiales precios de compra para determinados productos, entre ellos los plátanos, procedentes de estos países. Entonces, una empresa multinacional estadounidense, Chiquita Brands, consideró intolerable este acuerdo porque, a su juicio, limitaba el mercado de sus plátanos (bananas) y transmitió su queja al presidente de Estados Unidos, quien denunció este hecho ante el OSD. Este Órgano de Solución de Diferencias resolvió el contencioso a favor de Estados Unidos, sin tener en cuenta que los plátanos de Chiquita Brands, a diferencia de los plátanos procedentes de las indicadas antiguas colonias, proceden de grandes plantaciones donde se aplican excesivas cantidades de productos fitosanitarios, algunos de ellos prohibidos. (Leído en el libro de Susan George Pongamos a la OMC en si sitio, 2002, 1ª ed. Icaria editorial, Barcelona, págs. 42-43)
En el Apéndice de los estatutos de la OMC figura un Acuerdo sobre Obstáculos Técnicos al Comercio, según el cual ningún país puede alegar algún tipo de consideración medioambiental, cultural o económica para justificar la no compra de un producto procedente de otro país.
NOTA. Continuará con la exposición de la política medioambiental del Banco Mundial
"¿Lograremos limitar el aumento de la temperatura del planeta a grados Celsius o habrá subido hasta los 8 grados o más? Si el incremento alcanza o sobrepasa los 8º, el planeta y sus habitantes enfrentarán realidades climáticas radicalmente distintas de las que hemos tenido hasta ahora. Esto ya no es un debate. En los últimos 50 años, la temperatura promedio de la superficie del planeta se ha elevado 0,911 grados. Y el aumento de otros 3º es ya imparable. La lucha es para evitar que suba más de eso".
Puesto que la contestación depende, en gran medida, del sistema económico y social imperante, parece conveniente imaginar qué sucedería si se sigue con el actual sistema, un sistema que gira alrededor del crecimiento económico, es decir, qué es de esperar que suceda si se siguen las directrices marcadas por las instituciones que, en realidad, gobiernan el mundo es estos momentos. Este estudio ha sido ya hecho por muy distintos expertos, y pone de manifiesto la urgente necesidad de cambiar de sistema.
Empecemos por la Organización Mundial de Comercio (OMC). ¿Qué atención merece para esta organización el medio ambiente, considerado como un bien común de la humanidad?. Para la OMC la máxima preocupación es el crecimiento económico de las empresas multinacionales, pretendiendo que ello contribuya al enriquecimiento de todos los ciudadanos. Partiendo de esta premisa, la OMC no diferencia entre dos productos por su modo de obtención. Como botón de muestra, la forma cómo su Órgano de Solución de Diferencias (OSD) resolvió un problema relacionado con el comercio internacional de plátanos.
La Unión Europea, tras la descolonización de sus colonias en África, Caribe y Pacífico, en 1975, decidió asegurar unos especiales precios de compra para determinados productos, entre ellos los plátanos, procedentes de estos países. Entonces, una empresa multinacional estadounidense, Chiquita Brands, consideró intolerable este acuerdo porque, a su juicio, limitaba el mercado de sus plátanos (bananas) y transmitió su queja al presidente de Estados Unidos, quien denunció este hecho ante el OSD. Este Órgano de Solución de Diferencias resolvió el contencioso a favor de Estados Unidos, sin tener en cuenta que los plátanos de Chiquita Brands, a diferencia de los plátanos procedentes de las indicadas antiguas colonias, proceden de grandes plantaciones donde se aplican excesivas cantidades de productos fitosanitarios, algunos de ellos prohibidos. (Leído en el libro de Susan George Pongamos a la OMC en si sitio, 2002, 1ª ed. Icaria editorial, Barcelona, págs. 42-43)
En el Apéndice de los estatutos de la OMC figura un Acuerdo sobre Obstáculos Técnicos al Comercio, según el cual ningún país puede alegar algún tipo de consideración medioambiental, cultural o económica para justificar la no compra de un producto procedente de otro país.
NOTA. Continuará con la exposición de la política medioambiental del Banco Mundial
Suscribirse a:
Entradas (Atom)