El Gobierno senegalés impulsa una investigación ochenta años después para arrojar luz y exigir reparación por el asesinato, a manos de militares galos, de decenas de soldados africanos que reclamaban sus salarios tras la II Guerra Mundial. Este episodio se estudiará a partir de ahora en los libros de texto.
El 1 de diciembre de 1944, soldados del Ejército francés dispararon de manera indiscriminada contra cientos de sus camaradas africanos en el campamento militar de Thiaroye, en Senegal, después de que estos reclamaran el pago de sus salarios y primas tras haber combatido en la II Guerra Mundial. Oficialmente fueron reconocidos 70 muertos, pero expertos e historiadores aseguran que la cifra podría elevarse a más de 300. Es la masacre de Thiaroye, una herida abierta de la colonización francesa en África que este domingo, por primera vez, fue conmemorada con una gran ceremonia oficial y que, a partir de ahora, se incluirá en los libros escolares de historia. Un comité de investigación tratará de arrojar luz sobre una matanza ocultada por las autoridades coloniales y hasta hace pocos años ni siquiera reconocida como tal.
“Ochenta años después de este crimen masivo, el silencio de Thiaroye sigue siendo ensordecedor. Los susurros que llegan de ultratumba nos interpelan con estruendo, mientras la magnitud de este delito sigue siendo minimizada y a menudo incluso negada por algunos de los herederos de quienes lo cometieron”, aseguró este domingo Bassirou Diomaye Faye, presidente senegalés, ante unas 2.000 personas en el homenaje celebrado en el cementerio de Thiaroye, a unos 15 kilómetros de Dakar. Entre los asistentes se encontraban el presidente de la Unión Africana, el mauritano Mohamed Ould Ghazouani, varios jefes de Estado y de Gobierno del continente y el ministro francés de Exteriores, Jean-Noël Barrot.
La recuperación de la memoria de Thiaroye se enmarca en un movimiento mucho más amplio de denuncia de la colonización y reparación de los daños causados durante dicho periodo histórico, impulsado por una nueva generación de políticos, historiadores, artistas y activistas africanos. Un buen ejemplo de ello sería el combate por la devolución de obras de arte y piezas históricas que ha provocado ya el retorno a África de un puñado de objetos y colecciones que se encontraban en museos europeos, como el Tesoro de Dahomey a Benín o la espada de El Hadji Oumar Tall a Senegal. La producción literaria, plástica, teatral o cinematográfica de los últimos años también bebe de estas nuevas corrientes de revisión de la historia y reparación.
Esta conmemoración se produce además pocos días después de que Faye anunciara en una entrevista concedida a medios franceses su intención de cerrar la base militar gala que aún existe en la capital senegalesa, en concreto en el barrio de Ouakam, y que alberga a unos 350 soldados. El Ejército francés, que llegó a tener hasta 20.000 efectivos en sus antiguas colonias en los años setenta, está en franca retirada de África después de que las juntas militares de Malí, Burkina Faso y Níger decidieran expulsarlos de sus países. La semana pasada Chad también suspendió el acuerdo de cooperación que ampara la presencia de mil soldados franceses en su territorio.
El presidente Faye insistió en la necesidad de reescribir la historia, sin ocultar nada, “por deber de memoria, de verdad y de justicia” para así “sentar las bases de la restauración de la verdad histórica poniendo fin a la omertá sobre este episodio trágico”. El pasado 28 de noviembre, el presidente francés Emmanuel Macron escribió una carta a Faye en la que, por primera vez, una autoridad de la antigua metrópoli reconocía que los asesinatos de Thiaroye habían sido “una masacre”. En los informes oficiales se asegura que los soldados africanos habían llevado a cabo una “rebelión militar” o “un motín” y justificaban el crimen por “la vehemencia en sus reivindicaciones”. Unos 34 supervivientes fueron condenados a penas de hasta 10 años de cárcel.
El historiador Mamadou Diouf, presidente del comité de conmemoración, recordó durante su intervención a todas aquellas personas que se habían interesado por arrojar luz o divulgar lo sucedido, encabezadas por el cineasta Ousmane Sembene y su película de referencia Camp de Thiaroye, que vio la luz en 1988. Sin embargo, ello contrasta con los esfuerzos de ocultación coloniales. “En los días siguientes a la masacre, las autoridades francesas hicieron todo lo posible por ocultar (…) Modifican los registros (…), la cifra de soldados presentes en Thiaroye, la causa del agrupamiento de los soldados. Un primer balance habla de 35 muertos en un motín y el resumen final asegura que fueron 70. Pero las estimaciones más creíbles hablan de entre 300 y 400 víctimas. La voluntad deliberada de ocultación denunciada por los historiadores se manifiesta muy pronto”.
El pasado 28 de noviembre, el presidente francés Emmanuel Macron escribió una carta a Faye en la que, por primera vez, una autoridad de la antigua metrópoli reconocía que los asesinatos de Thiaroye habían sido “una masacre".
En 2014, el entonces presidente francés François Hollande fue el primero que reconoció la gravedad de lo sucedido, negó el término “motín” al que aludían los documentos oficiales y autorizó el envío de una copia de los archivos a Senegal, que llegaron en 2018. Sin embargo, las autoridades y algunos expertos aseguran que falta parte de la documentación para tener una imagen certera de lo ocurrido. Faye, que llegó al poder este mismo año arropado por un partido que se autodefine como “panafricanista de izquierdas”, ha prometido crear un centro de documentación e investigación específicamente dedicado a los tirailleurs senegaleses. Así se llamaba a los soldados procedentes de 17 países, Benín, Burkina Faso, Camerún, Comores, Congo, Costa de Marfil, Yibuti, Gabón, Guinea, Madagascar, Malí, Mauritania, Niger, la República Centroafricana, Chad, Togo y el propio Senegal, que conformaban las colonias francesas en África.
Estos miles de soldados llamados a filas por Francia fueron movilizados desde los primeros años de la guerra. Muchos fueron encerrados en campos de trabajo y de concentración alemanes y otros se unieron al movimiento de liberación. Tras la derrota de la Alemania nazi en Francia, los tirailleurs fueron desmovilizados y enviados de vuelta al continente africano. Sin embargo, muchos se negaron a regresar hasta que no se les abonaran las indemnizaciones, salarios y primas que sus compañeros de filas franceses sí obtuvieron. Algo más de un millar aceptó volver a Dakar, donde les prometieron que dichas cantidades serían satisfechas. Pero no fue así y comenzaron a exigirlo. El 1 de diciembre al alba, el general Dagnan desplegaba a las tropas coloniales alrededor de Thiaroye y daba la orden de reprimirlos con violencia.
Temario de estudiantes
Además del centro de investigación, Faye anunció la construcción de un memorial, el nombramiento de calles y plazas con el nombre de la masacre de Thiaroye o de algunas de sus víctimas, la inclusión de este acontecimiento en el temario de los estudiantes y la celebración anual del Día del Tirailleur el 1 de diciembre en recuerdo de las personas asesinadas. En su turno de palabra, el ministro francés de Exteriores aseguró que “nada puede justificar que soldados de Francia hayan dirigido sus cañones de esa manera contra sus hermanos de armas. El dolor todavía intenso provocado por esta herida abierta de par en par en nuestra historia común solo puede calmarse por un trabajo de memoria. No habrá apaciguamiento sin justicia. No hay justicia sin verdad”.
Una de las cuestiones pendientes que reclaman los historiadores es la excavación de las fosas comunes que existen en los alrededores del cuartel de Thiaroye, cuya existencia fue admitida en 2021 por el entonces ministro francés de Exteriores, Jean-Yves Le Drian. Se desconoce la cifra exacta de cadáveres que se encuentran en ellas. Enfrente del campo militar se encuentra un cementerio con 202 tumbas anónimas, que bien podrían corresponder a los asesinados aquel fatídico 1 de diciembre de hace 80 años. Biram Senghor, hijo de uno de los soldados asesinados, lleva años promoviendo que se abran las fosas y se ha ofrecido para hacer pruebas de ADN.
Me ha parecido oportuno copiar este artículo publicado en El País. Planeta Futuro del 3 de diciembre de esta año.
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