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domingo, 8 de diciembre de 2024

Malaria. Egipto

 Egipto —ahora con más de 100 millones de habitantes— es finalmente un país libre de esta enfermedad, la malaria. según certificó en octubre la Organización Mundial de la Salud (OMS)  . El hito se ha logrado tras casi un siglo de esfuerzos colectivos, y representa un nuevo éxito de las políticas en salud pública del Estado, que se suma a otros logros recientes como la eliminación de la hepatitis C. 

Una de las claves del éxito egipcio en este proceso ha sido ampliar el acceso de la población a los servicios sanitarios, sobre todo públicos, y la formación de los profesionales del sector a la hora de detectar y combatir la enfermedad. También ha sido básico que su diagnóstico y tratamiento sean gratuitos y universales, y que no haya habido escasez de medicamentos.

 Otro elemento destacado de la estrategia egipcia ha sido su enfoque transversal, plasmado en la creación de un comité para gestionar vectores transmisores de esta y otras enfermedades. “La malaria no se puede abordar solo desde un punto de vista sanitario”, señala Michael Charles, director de la Alianza RBM para poner fin a la malaria, la mayor plataforma mundial contra esta enfermedad. “Y lo que Egipto hizo fue plantear una iniciativa interministerial de control [de] todo lo que tiene que ver con el vector, que es el mosquito, y se trabajó de forma integrada”.

 Egipto es el tercer país del Mediterráneo oriental —según los parámetros de la OMS— en haber sido acreditado país libre de malaria, tras Marruecos y Emiratos Árabes Unidos. También es el primero en lograrlo desde 2010. A nivel global, 44 países han alcanzado este estatus, incluida España en 1964, que implica haber interrumpido la cadena de transmisión local de la malaria durante al menos tres años seguidos y poder prevenir su restablecimiento.

“La malaria existe desde hace siglos, muchos siglos, y muchos países la han combatido en la medida de lo posible pese a que sabemos que se trata de una enfermedad bastante difícil de enfrentar”, señala Charles. “Así que el hecho de que Egipto haya obtenido la certificación de la OMS es una noticia fantástica, y se debe realmente al liderazgo y los esfuerzos que el país, el gobierno y el pueblo están realizando”, agrega.

Del antiguo Egipto a la actualidad

La malaria es una enfermedad potencialmente mortal, pero prevenible y curable, causada por unos parásitos transmitidos a las personas a través de picadas de hembras infectadas de cinco especies de mosquito, según describe la OMS, que calculó que en 2022, últimas cifras disponibles, se produjeron 249 millones de casos de paludismo y 608.000 muertes por la enfermedad en 85 países. Sus síntomas incluyen fiebre, dolor de cabeza y escalofríos y suelen aparecer días después de la picadura, pero son difíciles de identificar como un signo de malaria y si no se tratan rápido pueden degenerar en una afección grave.

“La malaria es una enfermedad bastante difícil de combatir porque sigue evolucionando con el tiempo, ya que el mosquito [que la transmite] evoluciona”, explica Charles. “Los síntomas son básicamente los mismos, pera los mosquitos y parásitos son ahora más resistentes, así que luchar contra la malaria ahora es mucho más difícil”, señala.

El grupo más vulnerable a los efectos severos de la malaria son los niños menores de 5 años, que en 2022 representaron casi el 80% de todas las muertes por malaria registradas en África por la OMS. Otros grupos de población con un riesgo elevado de contraer y desarrollar una enfermedad grave, tras una picadura de mosquito infectado, son los recién nacidos, las mujeres embarazadas, las personas con el VIH, y personas en movimiento, como migrantes y viajeros.

 En Egipto, la malaria se ha rastreado hasta el año 4000 antes de Cristo y era relativamente común en la antigüedad. Pero Noha el Qareh, responsable de salud pública en la OMS Egipto, indica que los primeros esfuerzos decididos para luchar contra la enfermedad en el país empezaron en la década de 1920, cuando las autoridades prohibieron cultivar arroz y otros productos agrícolas cerca de viviendas para reducir el contacto entre población y mosquitos.

Una década más tarde, Egipto decidió que quienes contrajeran la malaria deberían declararlo de forma obligatoria, y poco después inauguró un primer centro de control e investigación de la enfermedad centrado en el diagnóstico, el tratamiento y la vigilancia. En 1936, la primera encuesta exhaustiva sobre la malaria en el norte del país reveló una prevalencia que alcanzaba hasta alrededor del 40% en tres provincias donde la mayoría de gente vivía a orillas del Nilo.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el número de casos se disparó a más de tres millones debido a la interrupción de servicios de salud pública, la falta de tratamientos y de larvicidas, los desplazamientos de población y una invasión desde Sudán de un mosquito vector de la enfermedad. “Aquella invasión, entre 1942 y 1945, propagó la malaria en cinco provincias del sur de Egipto, donde se calcula que unas 100.000 personas se infectaron”, destaca Qareh.

Pero Egipto respondió rápido a la crisis, estableció 16 unidades de tratamiento y contrató a más de 4.000 profesionales para aplicar medidas de control, en una reacción que Qareh considera “drástica y exitosa”. Sumado todo ello a la gestión medioambiental que el país hizo del problema y al desarrollo experimentado en los años siguientes en zonas rurales, esta receta permitió a Egipto volver a controlar la enfermedad en las décadas posteriores.

 El último gran reto llegó a finales de los años sesenta, cuando se completó la construcción en la frontera con Sudán de la presa de Asuán, una de las mayores del mundo, ya que su red de embalses y canales y los campos de cultivo que alimentaban suponían un riesgo importante. Sin embargo, aquel fue también el momento en el que Egipto comenzó a colaborar con su vecino del sur para unir esfuerzos y mitigar la amenaza de forma conjunta.

“[Todo] este planteamiento se mantuvo en los años siguientes dentro de un firme compromiso político y de un sistema de vigilancia y de gestión de casos eficaz que finalmente permitió al país declarar sus últimos casos de transmisión local [de malaria] ya en 1998″, cuenta Qareh.

Lecciones del caso egipcio

     A inicios de los años 2000 Egipto ya tenía la malaria firmemente controlada, así que decidió dar un paso al frente y se propuso eliminarla del todo atacando los casos de transmisión local que aún quedaban. Hossam Abdel Ghaffar, portavoz del ministerio de Salud del país, destaca que su estrategia para eliminar la malaria se ha basado en seis pilares: la concienciación, la vigilancia y el control de la enfermedad y sus vectores, las medidas preventivas para viajeros en zonas de alto riesgo, la colaboración transfronteriza, y la gestión de los casos importados.

       Una de las claves del éxito egipcio en este proceso ha sido ampliar el acceso de la población a los servicios sanitarios, sobre todo públicos, y la formación de los profesionales del sector a la hora de detectar y combatir la enfermedad.

     “Controlar una enfermedad como la malaria requiere mucho trabajo y compromiso político”, constata Qareh. “Es estudiar el contexto de su transmisión, los posibles factores de riesgo, realizar un mapeo adecuado de los vectores que lleve a un control exitoso, promulgar leyes propicias, movilizar recursos humanos y financieros, contar con un sistema de vigilancia para la detección precoz y el tratamiento de casos... son años y años de esfuerzos”, desliza.

     En 2014, el país afrontó una prueba importante cuando se produjo un brote limitado de casos en la gobernación de Asuán. Pero su sistema de identificación temprana, tratamiento rápido, control de vectores y concienciación pública respondió al desafío. Más recientemente, tras el inicio de la guerra civil de Sudán en 2023, que ha desplazado a más de un millón de personas a Egipto, Egipto adoptó otro plan de acción rápido, centrado sobre todo en la zona fronteriza.

     Abdel Ghaffar considera que una de las lecciones que otros países que siguen luchando contra la malaria podrían tomar del caso egipcio es no depender solo de una vigilancia pasiva de la enfermedad, sino anticiparse y hacerlo activamente colaborando con autoridades municipales. También recomienda disponer de planes de acción rápida para cuando se detecten casos, e invertir los recursos suficientes para disponer de las capacidades para actuar. “Para Egipto sería un honor compartir la experiencia acumulada con otras naciones africanas”, asegura. (Fuente: El País. Planeta Futuro, 2 de diciembre de 2024)

Un meta a alcanzar antes del año 2030, en relación con el ODS 3 ("garantizar una vida sana y promover el bienestar en todas las edades") es, precisamente, "Poner fin a las epidemias del SIDA, la tuberculosis, la malaria y las enfermedades tropicales desatendidas y combatir la hepatitis, las enfermedades transmitidas por el agua y otras enfermedades transmisibles".


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